Morir como las bestias

La cabeza que reposa en la mesa, si se le pone un poco de cuidado, da la impresión de seguir en shock.

Tiene sus ojos abiertos y horrorizados por lo que vieron segundos antes de que la cabeza fuera cercenada.

¿Quién podría saber si queda algún pensamiento flotando en ella?

Si fuera así, seguramente pensaría en lo terrible que es existir y tener conciencia de la muerte, sobre todo cuando se sufre la manera más dolorosa y violenta. Mejor sería simplemente caer y no existir más, como ese animal que solamente se desploma sin vida sobre la tierra.

Por ahora, los hombres que lo cortaron en pedazos, limpian sus machetes, fuman y se ríen del cuerpo fragmentado. Unos hacen alarde de sus cortes, que fueron los mejores -dicen-, y que los que peor lo hicieron, les tocará invitar a la cervezas esa noche.

Los ojos en el rostro de la cabeza decapitada siguen bien abiertos. Ojalá ya no puedan ver cómo se burlan de ella, que no tenga nada más que pensar.

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