Máquinas

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Maquinaria y carne

Hincado, ante el cuerpo rojo, desnudo y atado a la silla, se acercó para hundir su rostro lentamente entre las piernas. Al beber todo lo que pudo de su sexo, creyó vencer a la muerte.

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Máquina de curación espiritual

El cuerpo frágil permanecía siempre en la misma habitación blanca, nunca lo cambiaban de lugar. Sentado en una silla, que parecía bastante descuidada, vestía una bata blanca que cubría lo poco que quedaba de su cuerpo.

A sus venas se arrastraba un líquido extraño por medio de sondas conectadas a bolsas. Nunca supe qué era. Solamente podía identificar las etiquetas en forma de cruz, pegadas en los bordes. Eran marcas con instrucciones en una escritura extraña. Daba la impresión de que, mientras estuviera conectado a ellas, él viviría.

Yo solo me encargaba de llevarle comida y limpiar la habitación de toda la porquería que dejaba. Si tenía las suficientes fuerzas, se levantaba de la silla para arrodillarse. Mientras lo espiaba podía ver como su boca se movía. No podía entender bien lo que decía, era un idioma que yo jamás había escuchado. Luego regresaba a su silla erguido, con todas las fuerzas del mundo. Listo para recibir a cada persona que venía de todas partes de esta ciudad.

Le llevaban todo tipo de cosas como ofrendas. Parecía que lo adoraban. El posaba sus huesudas manos sobre la frente de todo el que se postraba ante él. Al terminar con las largas filas de personas, siempre cayó desfallecido sobre la silla. Era un globo desinflado, toda esa energía lo abandonaba. En ese momento, entraban los hombres ataviados de túnicas, llenaban las bolsas antes de conectarlo de nuevo. Al final del día. Su corazón volvía a funcionar, este junto con su boca, se llenaban de nuevo de promesas que jamás cumpliría.

Última modificación Viernes, 29 Noviembre 2024 14:02
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