«Hay libros que, por recomendados o famosos que sean,  no satisfacen lo que tu espíritu exige»
Wilber Sánchez Ortiz
Doctor Gonzo

«Hay libros que, por recomendados o famosos que sean, no satisfacen lo que tu espíritu exige»

«La casa quedó vacía y yo entré a hurgar y encontré el rumbo de mi vida»: así evoca el escritor mexicano Wilber Sánchez Ortiz (localidad de Ismalapa Xicontepec, municipio de Tuzantán, región del Soconusco, estado de Chiapas, 1980), el hallazgo del primer libro que lo acercó a la creación literaria. 

Wilber es ingeniero biotecnólogo por la Universidad Autónoma de Chiapas. Labora para el Jardín Etnobotánico de las Selvas del Soconusco, situado a corta distancia de su hogar. Su obra literaria, donde combina el relato, el ensayo y la evocación autobiográfica, se concentra en los libros Arbolario (2009) y Los tuzantecos (2022). Algunos de sus escritos aparecen en Gonzo Gonzo.

Si pudiera quedarse a vivir entre los libros, elige cualquier título publicado por Juan José Arreola. Entre sus recomendaciones figura la obra de Pepe Milla y le gustaría compartir unos tacos con el Bolo protagonista de la novela Los compañeros, de Marco Antonio Flores. No lo olviden: Chiapas y el Soconusco también pertenecen a Centroamérica. Pasen a leer.

¿Cuántos libros tiene tu biblioteca?
No los he contado, pero tengo la esperanza de que haya unos dos mil libros y siga creciendo.

¿Cómo los tenés organizados: por autor, por temas, por áreas lingüísticas o indiscriminadamente?
En este momento están del todo desorganizados. Espero a fin de año poder establecerlos en una biblioteca definitiva y organizarlos por autores. Sufro y sufren mucho por la humedad, eso me ha llevado a darle un recorrido itinerante por la casa misma, de librero en librero y desde la casa de mis padres, mi casa de estudiante y después mi casa definitiva. Anhelo un par de libreros con literatura centroamericana, exclusiva desde Chiapas a Panamá, y un espacio para libros en otras lenguas.

¿Qué criterio seguís para comprar: un criterio racional, la recomendación de un amigo, las críticas que se publican, o te dejás llevar por el impulso? 
En general no leo las críticas; inicialmente compraba al azar, con absoluto desconocimiento; después, a través de recomendaciones de amigos y conforme mis lecturas se han incrementado, hago búsquedas precisas más lo que me encuentro en el camino.

¿Qué hacés para controlar la superpoblación, la cantidad excesiva de volúmenes?
No hago nada para ello. Acaso he ido haciendo selecciones más cuidadosas en lo que compro. En mis inicios como lector quería libros y en la ingenuidad propia de aquellos años los compraba de esoterismo, de matemáticas, de grillos; no asimilaba todavía que yo anhelaba literatura.

¿Recordás el primer libro que leíste?
Sí, uff: El zarco de Ignacio Manuel Altamirano, un escritor mexicano del siglo xix. El libro lo encontré en una caja arrumbada de la casa abandonada de mi abuela paterna. Al morir ella (mi abuelo había muerto como 150 años atrás) mis tíos se vieron libres del matriarcado férreo que ella ejercía y salieron en desbandada a conocer el mundo. La casa quedó vacía y yo entré a hurgar y encontré el rumbo de mi vida.

¿Cuál es el ejemplar más valioso que poseés?
El zarco de Altamirano, una vieja edición de la colección Sepan Cuántos… de Porrúa. Tiene todavía la marca de mis lecturas infantiles; está costurada todavía, tal y como lo hice cuando descubrí que mi único libro se desarmaba por mis lecturas. Es mi piedra fundacional como lector.

¿Cuál es el libro que más veces has releído?
El zarco y Los de abajo, este último de Mariano Azuela, fue el segundo libro que tuve. Engañé a mi papá diciéndole que me lo habían pedido en la escuela y él viajó a Tapachula, la ciudad más grande del Soconusco y a una hora de la casa, para poder comprármelo. Todavía no sé qué faltó en casa esa semana por el esfuerzo para que yo pudiera leerlo y cuyo título descubrí no sé dónde.

¿Qué te hace abandonar la lectura de un libro? 
Pienso que leer es una necesidad espiritual. Hago la precisión para rebasar la frase hecha: sucede que hay libros que por recomendados o famosos que sean no satisfacen lo que tu espíritu exige. Cuando eso me sucede, los abandono. Ahora que empiezo a entender que estoy dejando de ser un jovencito, procuro mantenerme en el libro hasta el final aunque no me mantenga atrapado al cien.

¿Qué obra famosa no terminaste de leer?
He intentado leer Rayuela dos o tres veces y me gusta, pero nunca lo he concluido.

¿Hay títulos de los cuales tenés más de una edición?
El principito, por una fijación de mis hijos más que mía.

¿Tenés un lugar específico para los libros que escribiste o editaste, eso que podríamos llamar la egoteca?
Los tengo en un mismo mueble. Alguna vez también tuve todo lo que publicaba en papel en el mismo sitio, pero la humedad del Soconusco me hizo desechar aquello que involucra mi participación en revistas o periódicos impresos.

¿Leés solo libros impresos o también electrónicos?
En general no leo libros electrónicos, salvo los inconseguibles a los que acudo sólo si es necesario. Pienso que no hay nada que rebase a leer un libro impreso… conmigo tendido sobre la hamaca.

¿Acostumbrás prestar libros a tus amistades?
Sí, mi proceso formativo fue de ese modo. Así que tengo que regresar al mundo lo que me dio, aunque cada vez soy más selectivo con aquellos a quienes presto con la intención de que mis libros regresen.

¿Devolvés los libros que te prestan?
Sí. Si alguna vez sucede que no lo hago es por olvido, pero no de forma intencionada.

¿Cuáles son tus hábitos de lectura? ¿Tenés un lugar y un horario fijos para leer?
En general leo por las tardes y un poco más antes de dormir y en los sitios en que se cumplen las encomiendas de la vida: las filas, la combi, la antesala del hospital…

¿Acostumbrás subrayar y anotar los libros que leés?
Subrayo un poco, no siempre. Hace mucho que no registro los libros que leo. Alguna vez lo hice, pretendía enlistar las lecturas que hacía en un año, pero abandoné la intención al darme cuenta que leía a salto de mata, buscando un pretexto, un momento oportuno. Ahora estoy en una buena racha de lectura por la tarde-noche.

¿Sos monógamo para leer o leés más de un libro a la vez?
Casi siempre leo dos o tres cosas.

¿Qué libro estás leyendo ahora?
Trastorno, de Thomas Bernhard, al que ya le falté casi para terminarlo intercalándolo con Tres cantos fúnebres para Kosovo de Ismail Kadaré, y un libro de entrevistas (grandioso, insuperable) de José Luis Perdomo Orellana.

¿Con qué personaje literario te gustaría tomar un café?
Marco Antonio Flores tiene como personaje en Los compañeros a un exguerrillero guatemalteco, que intuyo es su alter ego, que pasa hambre en la Ciudad de México. Me hubiera gustado conversar con él, invitarle más que un café unos tacos o haber pasado hambre juntos y escuchar su lengua río. Ha de ser porque lamento no haber conocido en persona al maestro.

Si pudieras quedarte a vivir en un libro, ¿en cuál lo harías?
En cualquiera de los de Juan José Arreola y que él contara de mí lo que quisiera.

Por último, si alguien quisiera iniciarse en la lectura y te pidiese ayuda, ¿qué diez títulos le recomendarías leer?
El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers.

Las uvas de la ira, de John Steinbeck

Brasil, de John Updike

Cumbres de espanto, de C.F. Rahmuz

Trilogía de Mozambique, de Mia Couto

Los viernes de Lautaro, de Jesús Gardea

La feria, de Juan José Arreola

La hija del adelantado, de Pepe Milla

Los setenta títulos de Miguel Delibes (falso, no los he leído todos, pero los que conozco los aprecio. Diario de un cazador es un buen principio), y los no sé cuántos de Sándor Marái. Es otro de mis autores preferidos. El matarife, su libro de iniciación, me deslumbra porque Marái estaba muy joven cuando lo escribió.

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