HÉROE

Tus botas negras están pulcras, relucientes, cual espejos reflejan su entorno.


Las mías no. Son negras, lucen polvorientas, gastadas, sucias, hediondas. Las tuyas son varias, las mías son las únicas. El trabajo me aturde la razón, voy y vengo, no tengo un sitio para descansar, ni para comer tranquilamente. Vos comés a tus horas, tenés una linda mujer, unos lindos hijos, gorditos, sobrios. Los míos están flacos, cansados, enfermos. Y mi mujer es bella porque así es ella, pero se ha ido desgastando con el tiempo, con la hambruna, con la pobreza, con el tedio, con las largas jornadas de lavado de ropa en las pilotas del pueblo. Matándose de sol a sol por unos cuantos gramos de comida, por unos cuantos billetes.

Yo me refugio en las cuevas de donde se sacan los minerales. Estoy blanco, pálido más bien. Con la camisa rota, con las manos agrietadas de tanto excavar, de tanto trajín. Y vos, cuidando. Casi inhumano, insensible, intocable. En la cima, como buitre. Acechando, cobijando bajo tu mirada a los otros que son como yo. A los montones que tienen las manos agrietadas, las caras pálidas, las esposas bellas pero descuidadas, por la vida, por la suerte, por los otros humanos que son como vos.

Me pongo el sombrero, casi desecho y elevo la voz. Tu sombrero, en cambio, es bonito, sobrio, como todo lo que llevás encima. Y tratás de callarme. No entiendo cómo si tenés los mismo perfiles, las mismas características, y si no me equivoco las mismas raíces, sos tan distinto. Tenés el pelo negro, lacio, casi espinudo. Tu nariz es larga y alcanza el matiz de un águila. Sos chaparro, moreno, tenés los labios gruesos, los ojos negros, achinados. Igual que todos nosotros. Pero te ofuscás con mayor rapidez. Estás acostumbrado a mandar, a reprender. Los otros y yo nos hemos cansado del maltrato y decidimos hablar.

Pero te mandan o vos te lo tomás como algo personal. Es tu lucha, tu guerra. Sos un patriota. Nos reprimís, nos hostigás, nos acusás. Nosotros solamente queríamos pedir más pan, algo más de plata para vivir mejor. No menos trabajo, pero sí más justicia. Nos hincás, nos perseguís, nos torturás; tomás tu arma, tan bonita, cromada, pulcra como todo lo tuyo. Una ráfaga, cien, mil, diez mil sacuden el viento, perforan la piel, matan los sueños. Mis manos se manchan de nuevo. Mis ojos se endurecen. Mi boca se calla.

Y vós, sos un héroe.

FUEGO
Descubro tu sonrisa
aún más generosa;
menos frágil,
destellando feminismo al 100.
Hoy, te descubro
entre el negro de tus sandalias,
tu jeans y tu blusa.
Cabello recogido,
formas delineadas,
casi felinas.
Delgados labios
y tus pies casi desnudos
desbordando sensualidad.
Una cadena que interpreto es de plata,
intentando jugar con el dorado intermitente
de tus rayitos en tu cabello largo y castaño.
Me descubro menos inhibido,
quizá porque aquellas primeras letras
fueron recompensadas con una sonrisa,
esa, de la que te hablo... o escribo.
Quiero perderme en tu mirada
y seguir embriagándome contigo,
a sorbos, como cuando te miro,
como cuando nos topamos de repente,
en este minimundo
que es todo un universo de locura
en este momento.

EXCENTRICIDADES
Me hechizan.
Me trastornan de alguna manera.
Son como pequeños toboganes
con brillos dorados y tenues cafés.
Me dejo llevar.
Aprisionar por el holocausto
y la adrenalina que aceleran esos rollitos de cabello,
expresión solamente tuya,
silenciosa, sensual,
causa y efecto.
Curvas en tu pelo,
curvas en tu piel,
convertida en una autopista
de metáforas incandescentes.
Te dibujo de a poquitos,
me acelero,
hago historias
con cada apartado de tu cuerpo.
Inicio en tus pies...
Atravieso tus piernas, cual tour,
y llego al ecuador de tu ser.
Me detengo,
quisiera más que una escala ahí.
Vuelvo a emprender el viaje.
Al norte lo avizoro
y me acelero en esos pequeños toboganes
de brillos dorados y tenues cafés.
La historia tiene epílogo
casi siempre
en toda tu extensión.

 

 

 

Última modificación Domingo, 17 Marzo 2024 11:19
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