- La ciudad de la luna
- Publicado
- ¡Sé el primero en comentar!
- 4 a 7 min. de lectura
- Leído 863 veces
Las voces de nuestras abuelas 37 meses
La cuenta vuelve a empezar, hace un mes se cumplían tres años de espera por la justicia y en la defensa de la memoria de las 41 niñas del caso de HSVA.
Una vez más nos vemos expuestas ante mecanismos de remilitarización con el único fin de instalarnos el miedo. Ver en donde otros no ven, no es siempre una virtud. Fue sencillo contener y reprimir las movilizaciones sociales, cíclicas o no, que empezaban a resurgir en América Latina, en contra de las nuevas formas de dictaduras y regímenes políticos. Entre sospechas y nuevas formas de tortura, siempre militares, y ante una ola de corrupción incontrolable, no deja de ser un momento preciso para hilar y deshilar.
La cuenta vuelve a empezar, hace un mes se cumplían tres años de espera por la justicia y en la defensa de la memoria de las 41 niñas del caso de HSVA. La noche del 7 de marzo la Plaza de las Niñas “8 de marzo, se vió ocupada por un concierto organizado por iglesias neopentecostales, sin embargo, las bardas que rodearon el Altar por la memoria de las 41, no nos detuvieron. En menos de cinco minutos estabámos rodeadas de seguridad privada y por miembros de algún grupo de voluntarios uniformados, pero una vez más entre madres y familiares de las niñas, activistas y mujeres, recordamos el nombre de cada una de las 41. En la previa al 8M el presidente en función declaró Estado de Calamidad pública como consecuencia del COVID-19 a pesar de esto la marcha del 8M transcurrió con la rebeldía rejuvenecida, la insurrección al frente, la verdad en cada consigna pintada y en cada nombre denunciado.
A nosotras nos convocó el fuego, que hasta la fecha a pesar de la estigmatización; nos sigue permitiendo el acceso a la sanación ancestral y alternativa para también reencontrarnos en un espacio para nosotras, para el abrazo en medio de este duelo colectivo que también nos retorna emociones y sentimientos pero sobre todo nos lleva a seguir exigiendo justicia, porque la justicia para ellas también es para nosotras. Hoy estamos confinadas pero a pesar de la tortura de las sirenas del toque de queda, las luces azules y rojas atravesando la memoria de nuestros cuerpos y nuestro sueño, no olvidamos.
El 14 de marzo se llevó a cabo la vista pública sobre el peritaje del incendio del Hogar Seguro en la Corte de Constitucionalidad, hasta la fecha sigue pendiente la emisión de la resolución, si éste será incluído o no, como medio de prueba en el proceso penal del caso, ya que se argumenta que el proceso de peritaje fue realizado por un Exbombero Municipal (experto en incendios), juramentado por un fiscal del Ministerio Público y no por un juez de dicha entidad.
Para defender la Memoria es necesario manterla viva, contarla cuantas veces sea necesario. En la Historia de Guatemala, se cuenta ya con dos antecentes de incendios trágicos. El primero en 1960, el incendio del Hospital Neuropsiquiátrico, 151 víctimas. En torno a éste giran diversidad de especulaciones políticas sobre el experimento Tuskegee. En lo personal comparto que una tía abuela logró escapar dos días antes del incidente, ella había ingresado al nosocomio por una depresión causada por un trastorno alimenticio. El segundo se trata de la Quema de la Embajada de España en 1980 durante el Conflicto Armado en donde fueron asesinadas 37 personas, entre ellos campesinos y estudiantes universitarios quienes protestaban contra la represión que sufrían en Quiché.
La madre de Ashley, expresaba hace algunos días: “No pude defenderla, yo quería que estuviera bien; de todo lo que yo quería protegerla, el Estado lo hacía con ellas. Ni siquera leen porqué estamos pidiendo justicia… Les quitaron lo sueños. Mejor me lo hubieran hecho a mí.” Hoy por hoy nos preoucupa la situación económica de las madres de las 41 niñas, quienes durante esta cuarentena se ven más afectadas que nunca por su situación laboral.
Por otro lado, nosotras hemos vuelto a retomar el espacio doméstico practicamente por obligatoriedad; con todas las posibles teorías sobre el caos y retomar con más dedicación el autocuidado, fortalecernos y el maternarnos a sí mismas como lo proponen las feministas de la sanación, es también nuestra manera de emanciparnos también. La propuesta de nuestras ancestras siempre ha hablado de hacer de los espacios de casa, espacios para la emancipación, cuidarnos y retomar la ternura y el amor. De la cocina, un lugar para retomar la soberanía alimentaria, entre las charlas, sabores, la risa y el aroma de las hierbas o un té y de paso desmitificarnos como feministas. De igual forma es un momento idóneo para retomar las medicina ancestral, la protección, nuestros baños, el cuidado de los mayores y a nuestras amistades en la distancia.
En estas semanas, la voz de nuestras abuelas a vuelto, a través de sus hijas, sus sueños y de la tradición oral profética. Cuando las abuelas hablaban de prepararnos con velas y agua bendita en casa; y de la narrativa bíblica sobre la escasez del alimento aunque se tuviera poder adquisitivo, el regreso de las fieras, las plagas y de estar pendientes de la Luna. También es un momento para retomar la comunidad en la urbe y volver a tejer entre nosotras. Durante mi niñez, viví cerca de una aldea, llamada “El Rosario” cuando alguien fallecía, había un grupo de personas que se les llamaba el Auxilio Póstumo, quienes de hacían cargo de recolectar maíz y frijol en toda la comunidad, para el sostenimiento de los deudos.
Mi madre también lo hacía, en el barrio con sus hermanas y vecinas. Hace unas semanas previo al confinamiento pude apreciar en una comunidad más rural, en un caso de abuso sexual, la manera en que un domingo por la tarde llegaban los comunitarios. a la casa de la afectada. Una violación sexual rompe con el tejido social y es también un duelo. En la visita llevaban guitarras y cantaron, y cada una de las personas, antes de entrar, fue dejando víveres en un canasto. Después irián a lugar de los hechos “a llamar su corazón” con una oración, en el camino también otras compañeras ofrecieron su temazcal que también cabe en los espacios para descolonizar la sanación y para la emancipación.
En la cosmovisión Maya se tiene el conocimiento sobre el desprendimiento del espíritu después de un susto y que se debe llamar por su nombre a la persona, en lugar donde todo sucedió, para que su corazón regrese. El gesto de ternura desbordó mis pupilas y me hizo pensar en la hostilidad que vivimos en la urbanidad. Por eso es que entre la distancia que “debemos” mantener en estos momentos, no están de sobra las charlas de patio a terraza, las llamadas y bien, ayudarnos.
La cuarentena despojó a muchas personas, de diversos espacios seguros, en el caso de los niños, de su escuela y a las mujeres de alguna forma les reinstaló en sus roles y las retiró del trabajo que en una gran parte, es lo que genera el sostenimento de sus familias. Una vez más, mujeres y niñez se ven vulnerados e impactados por la violencia en todas sus posibilidades.
Rosario Jerez
Lesbiana feminista