Doctor Gonzo

«Pienso que la relación con los libros es meramente personal»

Si algún libro le interesa de verdad, la poeta María Magdalena Herrera (Huehuetenango, 1986) se esfuerza por conseguirlo. Procura que las críticas no se interpongan entre ella y las páginas que desea leer, para no verse condicionada.

Afincada en Los Ángeles, procura que sus hijos no se desconecten de sus raíces guatemaltecas con la lectura del Popol Vuh adaptada para niños. No pierde de vista los libros que le fueron dedicados para que no se desaparezcan entre mudanzas y evita dedicarle demasiado tiempo a un solo autor para no empacharse.

A la fecha cuenta con un libro de poemas, titulado La oscuridad de los relojes (2022). Su trabajo figura en las antologías Poemas de pandemia (2020), Lienzos de fuego (2021), Bicentenario centroamericano (2021), Guatemala, antología literaria contemporánea (2021) y Artivismo (2022). También compiló la muestra 56 altares, filos y espejos (2022) y fue campeona del Poetry Slam Guatemala convocado en 2021.

¿Cuántos libros tiene tu biblioteca?
Yo no le llamaría biblioteca. Gracias a este cuestionario me tomé el tiempo de contar, no de manera exhaustiva, pero sí hice un cálculo. Tengo un mueble que me tomé (de manera pacífica) desde que vine a este país. Empecé colocando unos cinco o diez libros de cuentos infantiles, ropa y adornos. Hoy en día el mueble tiene alrededor de 300 libros. Tengo dos cajas plásticas con ruedas para guardar: en una hay libros de intercambio, venta o donación, en la otra hay libros de niños y material didáctico de pintura y dibujo. Tuve una mudanza hace unos meses y poseo dos bolsas con libros que están en el mueble donde tengo mi impresora, no me he tomado el tiempo para buscarles espacio. Quizá tengo alrededor de 450 libros. 

¿Cómo los tenés organizados: por autor, por temas, por áreas lingüísticas o indiscriminadamente?
Confieso que no todos son míos. Tengo libros de niños porque tengo dos hijos y también me gustan los cuentos para niños. Entonces los míos (poesía y narrativa en español) están a la mano, siguen los que muevo menos y en otro espacio lo que es de mis niños. Como comenté anteriormente tengo libros caminantes, esos que van y vienen dentro de una caja aunque hay unos traslapados míos ahí que debo de tener cuidado de que no se me pierdan, ya que tienen dedicatoria. Pareciera que hay desorden, aunque en mi mente sé qué tengo y dónde lo tengo, aunque pienso que la respuesta a esta pregunta sería: «indiscriminadamente». 

¿Qué criterio seguís para comprar: un criterio racional, la recomendación de un amigo, las críticas que se publican, o se deja llevar por el impulso?
Me gusta ver las carátulas. Por ejemplo, si voy a una librería me gusta tocar y hojear, cosa que no siempre se puede hacer ya que algunos vienen sellados, pero si se puede lo hago. Todo dependerá de la química entre el libro y yo, ya que pienso que la relación con los libros es meramente personal. Trato de mantener un criterio porque me llega demasiada recomendación e información, y si me dejara llevar por todos no tendría tiempo para leer tanto. En cuanto a las críticas no siempre me convencen, siento que se adula demasiado o se le da poco crédito a al trabajo de los demás. Vivimos en un mundo de redes sociales que a veces son ficticias, también se comete el error que se influencia una un poco y eso a veces es bueno, pero no siempre, porque a la hora de leer ya hay un prejuicio y se vuelve un fantasma en la cabeza que no deja que nos relacionemos de manera diferente con el libro. He tenido esta experiencia, por eso lo menciono. 

¿Qué hacés para controlar la superpoblación, la cantidad excesiva de volúmenes?
Me gusta hacer donaciones e intercambios y tengo ejemplares para vender, pero siendo sincera cuesta mucho vender un libro hoy en día, así que en su mayoría han sido regalados. 

¿Recordás el primer libro que leíste?
Aprendí a leer en el libro Nacho a los cinco años. Eso me abrió la puerta a otro mundo. Recuerdo mucho el libro de Barbuchín, me sumergí a temprana edad con un libro que se llamaba Cuentos para ser contados, era una antología no sé si de la editorial Santillana. Uno que me compraron a mis seis o siete años era Cien cuentos, lo recuerdo bien, era de pasta dura color amarilla, ilustrado, de la editorial Piedra Santa y otro que me fascinó y me metí en su mundo siendo pequeña fue el de Torotumbo, de Miguel Ángel Asturias. 

¿Cuál es el ejemplar más valioso que poseés?
Tuve la oportunidad de viajar a Egipto y en la biblioteca central teníamos tanta lectura... Yo empecé a tomar fotografías de libros que me parecían antiguos y estaban en los rincones. La bibliotecaria en jefe me vio, sonrió y me tomó de la mano, en su idioma me hablaba emocionada y me llevó hasta el último rincón. Los demás compañeros poetas se fueron atrás de nosotras, y nos enseñó las reseñas y escritos de las expediciones de los franceses. Esos libros eran grandes enciclopedias porque medían casi un metro cada uno con páginas antiguas amarillas y llenas de polvillo. Estaban firmados y sellados por la corona, alcancé a leer que eran del siglo xvii. Nos llamaron de nuevo a la sala donde leeríamos por el horario y la bibliotecaria con quien había hecho conexión me regaló a mí y a los demás una copia de las enciclopedias en versión escolar. Supongo yo tengo una copia del tomo 19 escrito en letra árabe con su singular forma de escritura al revés, son experiencias únicas y que sólo con suerte puede uno adquirir. Otro libro que aprecio mucho es uno que compré a mis hijos cuando estaban aún bebés, que es el Popol Vuh en versión para niños y tiene una dedicatoria para ellos para que nunca olviden sus raíces. Este último tiene un valor sentimental. 

¿Cuál es el libro que más veces has releído?
El principito, Hamlet y Leyendas de Guatemala.

¿Qué te hace abandonar la lectura de un libro? 
Cuando el autor le da mucha vuelta al asunto y no llega a ningún lado, me recuerda a mis libros de derecho o ciencia política donde los conceptos son repetitivos, las descripciones innecesarias, y hay autores que lo hacen de una manera que pareciera literatura didáctica. La inducción prepotente es algo que se siente mucho en la literatura infantil. 

¿Qué obra famosa no terminaste de leer?
El libro María, de Jorge Isaacs. No sé si le dé oportunidad algún día de mi vida. Estudié en el Instituto Belén y mi maestra de idioma español en segundo básico me daba tremendo sueño. Cuando me tocó leerlo fue mandatorio y nuestra clase no era tan interactiva, lo sentía muy denso. No es una justificación, pero eso pasó. 

¿Hay títulos de los cuales tenés más de una edición?
¡Sí! El de Popol Vuh tengo uno normal y otra edición infantil, Hamlet tengo una edición en español y una en inglés, El cuento de una criada una versión en español y otra en inglés, el de Leyendas de Guatemala me compré uno extra en Amazon, bien lindo. Aparte de los libros que muevo de intercambio. 

¿Tenés un lugar específico para los libros que escribiste o editaste, eso que podríamos llamar la egoteca?
Me da risa cómo suena egoteca, pero sí me funciona tenerlos a la vista porque a veces necesito checarlos. Trato de mantenerlos juntos en un rincón y de vez en cuando hay uno cerca de mi cama porque se me escapa regresarlos a su lugar. 

¿Leés sólo libros impresos o también electrónicos?
Debo de admitir que mucha literatura me llega en electrónico y eso me da mucha facilidad. Me gusta navegar por redes, he leído autores y autoras contemporáneas en sitios web. Hay literatura joven muy buena, aunque obviamente llega de todo. Me he dado cuenta que me gusta leer ensayos por unos talleres que recibí acá en una universidad. Entonces se queda la obsesión, pero no hay nada más bonito que hojear un libro. Cuando algo me gusta, de verdad trato de tenerlo en las manos aunque eso no siempre es posible. Así que en cuanto a la literatura guatemalteca trato de traerla y me gusta un poquito más, porque la literatura en inglés es muy fácil obtenerla en la librería o compras en línea. 

¿Acostumbrás prestar libros a sus amistades?
Realmente nadie me pregunta por libros y a quienes conozco les he regalado, prefiero eso. Solo comparto libros con mi pareja. 

¿Devolvés los libros que le prestan?
Sí, trato de hacerlo. Casi no me gusta prestar, pero recuerdo una ocasión que un amigo mío (abogado, ya no está entre nosotros) me prestó un libro aunque él mismo fue quien me lo indujo. La cuestión está en que yo no avanzaba y él me presionaba con la lectura para devolver el libro. Me decía que era valioso, creo que por una exnovia que había tenido. De tanto que fue el ataque, mejor lo devolví; era una obra europea, creo que se llamaba Antonia. Y en la universidad me tocó prestar libros por las pocas posibilidades que tenía para pagarlos, así que terminé con muchas copias. 

¿Cuáles son tus hábitos de lectura? ¿Tenés un lugar y un horario fijos para leer? 
No, tengo una vida un poco corrida, el tiempo es muy corto, pero tengo un hábito y es que coqueteo con el libro, lo toco, lo ando conmigo en mi carro y el trabajo, y cuando hay un tiempo vacío o de espera y en el cual estoy sola y puedo leer, ése es el momento justo. Quizá por eso del tiempo me ha funcionado leer en electrónico, porque es accesible. 

¿Acostumbrás subrayar y anotar los libros que leés?
Por mi profesión que estudié sí lo hacía. Ahora he empezado a leer algunos libros en inglés como una forma de entender un idioma que no es el mío y hago mis anotaciones de palabras que no entiendo. Tengo la mala práctica de doblar las esquinas de las hojas. 

¿Sos monógama para leer o leés más de un libro a la vez?
Quizá depende del libro. Siempre he pensado que leer es algo muy íntimo y personal; entonces, hay algunos libros que sí necesitan toda la atención. Me ha pasado más con libros grandes, por ejemplo novelas, porque es un compromiso adquirido. Sin embargo, pienso que soy más consumidora de poesía y cuentos, aunque no todo lo que leo me gusta y con la poesía varío en la lectura, porque me ha pasado que a veces leer un solo autor tiende a empacharme. 

¿Qué libro estás leyendo ahora?
Tengo en manos una antología de la poesía de Clarice Lispector, empecé de nuevo el de Elizabeth Costello y Puede que no sean ángeles, de Francisco Méndez. 

¿Con qué personaje literario te gustaría tomar un café?
Esta pregunta fue muy difícil para mí, pero sin duda me parece bien interesante platicar una vez con Elizabeth Costello. 

Si pudieras quedarte a vivir en un libro, ¿en cuál lo harías?
La locura del país de las maravillas sería perfecto para mí, aunque seguramente yo no sería una Alicia, pero me encantaría tomar el té con el Sombrerero. 

Por último, si alguien quisiera iniciarse en la lectura y le pidiese ayuda, ¿qué diez títulos le recomendarías leer?
Para iniciarse, no lo sé. Depende de la edad, de su interés personal también y sobre todo de la capacidad de lectura de la persona. Hay tanta literatura para abordar, pero también hay que tener tacto. Yo creo que recomendar es una gran responsabilidad. Sin embargo, si son niños sería:

El principito, de Antoine de Saint-Exupéry

Barbuchín, de Daniel Armas 

The invention of Hugo Cabret, de Brian Selznick

Los habitantes del aire, de Vania Vargas 

Harry Potter, de J. K. Rowling

The hat on the cat, de Dr. Zeus 

El mundo es redondo, de Gertrude Stein 

Brown Treasury, de Margaret Wise

Donde viven los monstruos, de Maurice Sendak 

Cuentos de lo sobrenatural, de Charles Dickens

Aunque sigo pensando que es depende de la persona y sus gustos, pero aquí les dejo estos: 

Antología de cuentos, de Edgar Allan Poe 

El laberinto del Fauno, de Guillermo del Toro

Week-end en Guatemala y Mulata de tal, de Miguel Ángel Asturias

Los nueve cuentos malvados y El cuento de la criada, de Margaret Atwood

Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll 

Ellison Wonderland, de Harlan Ellison 

Cuentos de los hermanos Grimm 

Frankenstein, de Mary Shelley 

Matriarcadia, de Charlotte Perkins

Qué lindo ser feo, de Jorge Godínez 

 

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