CATARSIS...

Es ella quien siempre está ahí. Tan eterna como el sol, tan oscura como un cielo sin estrellas.

Llega cuando no la esperas, y si la esperas se hace desear. Es dueña de sí y de todo.

La imaginamos, le ponemos atributos físicos, humanos, pero en realidad es así o solo queremos no tenerle miedo.

Queremos hacerla más cercana, quizá, o la invocamos creyendo tontamente, que así no nos tocará un día de tantos sobre el hombro, y detendrá el tiempo para cada uno.

Nos da miedo las respuestas al cuándo, dónde y cómo, pero también a las de ¿Después de quién?, ¿Antes de quién? o ¿Estando con quién?, entre muchas que no queremos ni plantear.

Nos resignamos pensando de otros que ya recibieron la palmadita en el hombro, que era su tiempo, que nadie se va sin que le toque, que esto, que lo otro...

Se nos van muchas personas que imaginamos vivirán largamente, y eso nos llena de impotencia; la desgracia se acurruca en cada esquina y ayudarle a ella, pienso, es una labor cotidiana.

Nos devora cada día; acorta la soga, va jalando el hilo del barrilete que somos en la vida.

Cerramos los ojos para pretender no saber de ella, pero es tan imponente que la única forma de no pensar en ella es no siendo materia.

Hace que nos duelan los adioses para siempre, porque eso son. No la idea romántica de alcanzar en otra dimensión a aquellos que se nos adelantaron.

Es de ti, sí de ti, muerte, fiel compañera, de quien hablo. Ingrata cuando creemos que no debía, y benevolente, cuando creemos que está todo dicho.

Por aquellos que se fueron hace mucho, hace poco. Por los que quedamos, sin saber fecha de caducidad. Por la vida, porque hay que saber vivirla.

Por ella, quien siempre está ahí. Eterna como el sol, y oscura como una noche sin estrellas.

A HUEVOS...

Los oscuros dueños de la finca, de una nación que sienten como su feudo, quieren que la democracia sea a su medida, porque en esa medida pueden seguir sus planes corruptos.

Salen muchos pseudo columnistas, que más bien son pericos que repiten un discurso de soberanía, no injerencia y que ahora sí, nadie es superior a la ley, pero cuando les descubrieron sus trapos sucios se indignaron porque la justicia ni las leyes son para ellos.

Por eso está reacción llena de odio, de rencor. Algunos desean, como el asqueroso personaje de una fundación que dizque es contra el terrorismo, que revivan la panel blanca, las desapariciones de quienes ahora llaman chairos.

Es una estrategia de Estado, porque este, como se entiende, sirve a los intereses del poder económico de los mercantilistas y esclavistas que fingen ser capitalistas. Son aves de rapiña que corroen la sociedad y la ensucian, la desnutren, la prefieren ignorante, sin capacidad de análisis, borregos tras una idea de deidad, liderados por payasos.

No aceptan lo sucedido y con todo el arsenal del que hace alarde una dictadura, usan las leyes y las retuercen a su antojo para aparentar legalidad. Persiguen, acusan y su mejor carta es el lavado de dinero para crear un caso y encerrar a sus contrarios.

Persiguen al eslabón más débil: ciudadanos que ayudaron en el proceso electoral, que son los más susceptibles al temor estatal, sino por el lado judicial, sí por el tributario. Por ahí va la cosa.

Inundan de pisto a una títere verde, a la que gente ya le dijo, una, dos, tres veces que NO LA QUIERE. Y no entiende. Vocifera, acusa, ofende, y ahora se atrinchera en el discurso del fraude. Vaya tipa.

Las élites añejas, recalcitrantes de este dizque país soberano e independiente, han dado paso una dictadura disfrazada de democracia, y a huevos que quieren que esta sea como ellos quieren, con sus payasos borrachos, con sus generales corruptos, con sus lecheros fantoches, con el hijo de puta más hijo de puta de la historia que le ha dado en bandeja de plata el país a su consentido.

Esta es la democracia que quieren, con un país oscuro, perverso y en el la corrupción sea la moneda de cambio.