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«Extraño mucho comprar de manera tan orgánica y tan llena de fe»
En vez de un café, la narradora Valeria Cerezo (Ciudad de Guatemala, 1979) tomaría un gin-tonic con sus personajes favoritos. Concede la primicia de sus libros publicados a sus padres, la lectura la atrapó con las más de 900 páginas de Lo que el viento se llevó y señala que las herramientas ideadas por la tecnología acabaron con el arte de la traducción.
Su bibliografía incluye los títulos La muerte de Darling (cuentos, 2016), La flor oscura (novela, 2017) y Cosas más extrañas suceden en el mundo (cuentos, 2019). Ya se llevó las obras más conocidas de Isabel Allende y Bram Stoker a una isla de Río Dulce; repone los libros que le fueron prestados si se les dobla una esquina. No se diga más: pasen a leer.
¿Cuántos libros tiene tu biblioteca?
Muchos, no sé. No soy de estarlos contando ni contabilizando… sólo voy añadiendo libreras y dejo a la biblioteca crecer a sus anchas.
¿Cómo los tenés organizados: por autor, por temas, por áreas lingüísticas o indiscriminadamente?
Por libreras. Tengo una temática, otra sólo con ensayo, otras con favoritos, otra con los que me han obsequiado, otras por autor, editoriales, colecciones, etc. Y, mi favorita, la que tiene todos los peores libros que he leído: mal redactados, aburridos, llenos de tópicos, sobrevalorados, mentirosos, mal empastados, portadas horrendas…
¿Qué criterio seguís para comprar: un criterio racional, la recomendación de un amigo, las críticas que se publican o te dejás llevar por el impulso?
Racional y recomendaciones de amigos ―de gusto confiable―, y, cada vez menos, por puro impulso, aunque extraño mucho comprar de manera tan orgánica y tan llena de fe. Cuando compraba por impulso descubrí libros maravillosos que de otra manera nunca hubieran llegado a mis manos. La cuestión es que los libros son muy caros y cada vez se van poniendo peores en contenido, ya no puede uno aventurarse y ser explorador como antes. Y por las críticas ―especialmente las comerciales― que se publican, jamás: se me imagina el equivalente a meterse a una página de citas por internet.
¿Qué hacés para controlar la sobrepoblación, la cantidad excesiva de volúmenes?
Los que están en buen estado los dono a bibliotecas comunitarias o los obsequio a nuevos lectores y a mis amigos… Los demás que, por cualquier razón ya se deterioraron, se van a la hoguera (salvo que el libro tenga alguna cualidad rara o un valor sentimental).
¿Recordás el primer libro que leíste?
La sirenita Marina fue el primero por mi cuenta cuando aprendí a leer por ahí de los 5 años. El segundo primer libro fue a los 12, Doce cuentos peregrinos, de García Márquez, mi primera lectura de «juventud»; me lo regaló mi mamá. Y el primero que leí por elección propia y con el cual me enamoré definitivamente de la lectura, fue Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell. Tenía 14 años y había perdido matemáticas; me prohibieron todo entretenimiento. Aburrida por el castigo fui a la librera, elegí el título, y la condena se volvió dicha. Fue mi primer triunfo rebelde también: me entretuve de lo lindo y ahí murió el castigo. ¿Quién me iba a decir «no leás»?
¿Cuál es el ejemplar más valioso que poseés?
No soy coleccionista de ediciones raras ni nada por el estilo, así que son varios y por razones sentimentales, y unos cuantos magníficos títulos ya descatalogados, ediciones prolijas de las de antes y unos tantos más traducidos por escritores de primera categoría, de cuando la traducción era un género literario en sí mismo, un arte, y la edición un acto de amor. O sea, libros de mucho antes de que la ie, la ia y Google translate se pasearan en todo con el aval de los haraganes, los tacaños y los mercachifles.
¿Cuál es el libro que más veces has releído?
Fueron unos pocos, pero no porque fueran particularmente interesantes como para tanta relectura si no porque eran los únicos que tenía conmigo cuando, de patoja, me llevaron a vivir a una isla selvática en Río Dulce: Drácula, de Bram Stoker; una colección de cuentos de Cortázar… La casa de los espíritus, de Isabel Allende; Naná, de Emile Zola; El coleccionista, de John Fowles, y El jardín secreto, de Frances Hodgson Burnett. Quedaron deshechos de tanto pasar las páginas. Todavía los tengo 30 años después. Ahora ya es poco lo que releo completo, casi siempre voy directamente a alguna parte que me interesó o me dijo algo.
¿Qué obra famosa no terminaste de leer?
El Quijote… Hice varios intentos. Luego decidí leer a los que sí pudieron con él y escribieron sus apreciaciones. Dios los bendiga.
¿Hay títulos de los cuales tenés más de una edición?
No, siempre me quedo con la que más me gusta.
¿Tenés un lugar específico para los libros que escribiste o editaste, eso que podríamos llamar egoteca?
No… Eso es primor y alegría de mis padres en sus propias libreras.
¿Leés sólo libros impresos o también electrónicos?
Impresos, salvo que sea algo demasiado específico o imposible de conseguir. Pero ni cuando voy de viaje en pos del ahorro de peso y espacio; prefiero sacar ropa de la maleta y acomodar libros que almacenar fantasmas dentro de un lector de libros electrónicos.
¿Acostumbrás a prestar libros a tus amistades?
No. Muy, pero muy rara vez; las cuento con los dedos de una mano. Prefiero regalarlos si tanta es la cosa y sólo si los puedo volver a conseguir si tanto me gustan. Y jamás si es un libro con valor sentimental. Es más, que me cremen con mis libros, aquí queda fe de mi voluntad.
¿Devolvés los libros que te prestan?
Siempre. Y si por cualquier mal hado se les dobla una esquina, les compro uno nuevo. Y si son irremplazables, no los pido ni los acepto. Regla sagrada. El único que no devolví, fue porque mi querido amigo se murió antes de que lo terminara de leer: La tesis de Nancy.
¿Cuáles son tus hábitos de lectura? ¿Tenés un lugar y horario fijos para leer?
Leo cuando quiero. Eso sí, con el tiempo, mi lugar de preferencia se ha ido limitando a la cama o a algún sillón cómodo. Antes leía hasta en la cola del banco.
¿Acostumbrás subrayar o anotar los libros que leés?
De patoja, sí, pero era más embelequería y vanidad que otra cosa. Es tan vanidoso y embelequero como no subrayarlos y anotarlos de adulto.
¿Sos monógama para leer o leés más de un libro a la vez?
Soy bastante monógama, pero más por pereza que por convicción.
¿Qué libro estás leyendo ahora?
Vista del amanecer en el trópico, de Cabrera Infante.
¿Con qué personaje literario te gustaría tomar un café?
¿Café? Eso es para las señoras decorosas. Yo estaría tomando gin-tonics con Dios o con Palmera Suaretti (La tourné de Dios y Espérame en Siberia, vida mía).
Si pudieras quedarte a vivir en un libro, ¿en cuál lo harías?
Carazamba.
Por último, si alguien quisiera iniciarse en la lectura y te pidiera ayuda, ¿qué diez títulos le recomendarías leer?
Eso es como dar consejos de carácter amoroso: ahí sí no me meto. En este caso (a quien le sirva la referencia) me circunscribo a mencionar los que me han sido infinitamente gratos:
La cueva sin quietud, Mario Monteforte Toledo; Verdad y mentiras en la literatura, Stephen Vizinczey; La última y nos vamos, José Luis Perdomo Orellana; La tourné de Dios, Enrique Jardiel Poncela; El baile, Irene Némirovski; El barón rampante, Italo Calvino; Sangre y clorofila, Virgilio Rodríguez Macal; El libro de la sal, Monique Truong; El canguro borracho, El koala asesino y El lagarto astronauta, Kenneth Cook (esos cuentan como uno). Cinco viajes al infierno: aventuras conmigo y ese otro, Martha Gellhorn; Don’t Tell Mum I Work on the Rigs: (She Thinks I’m a Piano Player in a Whorehouse), Paul Carter.
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