
- Ciudad Bizarra
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Como ese sujeto que se frotaba cerca de Banrural Reforma
Nadie despierta un miércoles con la idea: “hoy veré a un sujeto satisfacerse en un teléfono púbico” y aún así, me acaba de pasar. Caminaba por la Avenida Reforma, venía de dejar el auto en el taller y decidí evitar el uber. Trataba de disfrutar el sol nublado de la mañana, cuando me topé con una escena tan bizarra y chistosa que no pude evitar reírme a carcajadas. Un hombre estaba frotándose la entrepierna mientras hablaba por un teléfono público. Sí, un teléfono público, esa reliquia de tiempos pasados que aún se encuentra en las esquinas de nuestra querida ciudad del futuro. Quien camina por esa avenida sabe que te topaz con oficinistas, vendedores uno que otro payaso en monopatín, pero no este tipo de cosas. Quizá por las protestas no había tanto carro, como es costumbre un miércoles cerca del mediodía.
Y es raro, porque al caminar por la ciudad ves que cada quien va absorto en sus pensamientos y luchas, cada quien hace lo que puede. Antes de la escena gore (léase con sarcasmo), me encontré con Carlos, un viejo amigo de la zona 5 justo frente a Banrural de la Reforma, porlo que si queda duda de en qué teléfono fue, la escena ocurrió en la esquina del banco. Con Carlos hablamos de lo típico: la familia, el trabajo y su negocio familiar, un bar llamado El Changarro que sobrevivió a la pandemia por muy poco. Carlos tiene un rostro diligente y no sé si lo sea pero tiene cara de chambeador, siempre serio, así fue que lo reconcí. Lo diré de esta manera, en los últimos 15 años lo he visto más en la calle en encuentros esporádicos que en alguna reunión social de amigos comunes, por eso verlo es recordar de alguna manera, la época de la primera juventud, las fiestas y los excesos propios de los 20. Pero apenas 50 metros después de despedirme de él, me topé con el tipo del teléfono, seguro lo lo hubiera visto de espaldas, él venía, yo iba.
En la escena del ultraje, un hombre pequeño, quizá de 1.65 m, moreno, con ropa de técnico y lentes gruesos que hacían que sus ojos se vieran diminutos, no llegaba a los 30 años era quien arremetía contra el teléfono. La sorpresa fue tal que no detuve mi marcha, y la risa brotó casi instintivamente al procesar lo que mis ojos acababan de ver. Mi cuerpo siguió en automático su marcha.
Estimado lector, hay gente sucia, nasty... digo... "amigo, llega a tu casa y mastúrbate en la comodidad de tu cama, es sano para la circulación y la próstata”, esa y otras bromas se me ocurrían mientras seguía mi camino. Muy básico el tipo, es eso de no poder aguantarse las ganas, como adolescente en un burdel clandestino, la conversación debió ser muy intensa. Luego pensé una frase que trato de hacer mantra: "no sabemos las luchas por las que la gente está pasando" por eso luego pensé que quizá no tiene esa tranquilidad en su casa. Claro, no lo justifica ni lo condona, pero sería una posible respuesta a ese acto impúdico. Digamos que una indecencia chapina fue fruto de la necesidad.... si se me permite el sarcasmo -de nuevo-.
Todo pasó rápido, mi carcajada lo sacó de su trance, en el momento que trabaría los ojos, y vi una mezcla de indignación y molestia en su rostro. Lo saqué del "mude" ¿pero quién se frota el pantalón con la mano mientras habla por teléfono público? Pensé... “ese hombre no va fornicar al telefono, lo va violar”. Total que mi risa le incomodó, miren qué cosas. No me detuve, reía solo y reflexionaba sobre lo sucia que puede ser la gente. Esta ciudad, si la caminas con atención y un poco de suerte, te muestra su rostro oscuro.
Sentí una mezcla de asco y risa amarga. No puedo caminar tranquilo por la ciudad sin toparme con estos espectáculos grotescos. Me impactó lo suficiente como para querer narrar esta historia. Eso es ser un hombre coche y asqueroso. Pensé en las mujeres, en cómo no deberían tener que atestiguar estas cosas. Un hombre promedio, uno de verdad, se reiría del descaro. Un hombre enano, emocionalmente hablando, se indignaría e invocaría algún dios o alguna otra cosa. O si hubieran pasado un par de escueleros, con qué necesidad tienen que ver a este sujeto librarse de angustia, gente basura que sobra en la ciudad.
¿De qué hablaría o con quién? ¿logró llegar a su cama a tiempo? o como yo pienso en él ahora, él hace lo suyo y lanza maledicencias en mi contra por arruinarle su momento tan íntimo, tan suyo en uno de los pocos teléfonos público que quedan en la ciudad del futuro. La única certeza que queda es que al caminar por las calles de Ciudad de Guatemala, si ponés un poco de atención, te dará una dosis de risa, asco y sorpresa.
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