Ayer le di un beso a mi abuela

Las abuelas, nunca mueren.

Ayer mi abuela y yo veíamos televisión y le di un beso en el cachete, y hoy me veía mientras yo buscaba qué ponerme para ir a trabajar. En ambas escenas estaba como durante toda mi infancia, con su pelo en una trenza, fuerte y sana. Hace 18 años que se murió mi abuela, y desde entonces no recuerdo haberla soñado muchas veces. Por eso me extraña haberla soñado dos días seguidos y sentirla tan presente.

Hace unos días empecé a escribir una columna acerca de cómo era la Navidad cuando mis abuelos estaban vivos. La comencé, pero acabé llorando y decidí parar. Tal vez mi abuela me está recordando que no debo dejar cosas sin acabar, solo por miedo a sufrir en el proceso.

No sé qué sucede cuando la gente se muere, pero espero que no vean todas las cosas que a veces nos toca pasar a quienes nos quedamos en la Tierra. Me pregunto qué pensaría ella de este año tan “tumultuoso”. Que bueno ¡qué no estuvo para verme haciendo el oso cuando un señor me gritó en la redacción y me tuve que quedar callada!, ¡qué bueno que no estuvo cuando se me llenó el hombro de herpes y qué bueno que no estuvo cuando me quedé sin trabajo dos veces! Se habría preocupado mucho.

Mi abuela era una mujer sencilla, que se quedó huérfana de padre con ocho años y que solo estudió hasta segundo de primaria. Casi 20 años más tarde, cuando adornaba la tumba de su papá en el cementerio, mi abuelo la vio y se enamoró de ella para disgusto de todo el pueblo, que lo consideraba un casanova. A mi abuela incluso la mandaron a la capital, para que ya no lo viera más, pero él la vino a buscar y se miraban cada día, a las 6 de la tarde, bajo un farol, cerca de lo que hoy es el Parque Morazán. Se casaron poco después y estuvieron juntos por 51 años, hasta que la muerte se llevó a mi abuelo.

Como otros niños con una mamá trabajadora, yo crecí con mis abuelos. Siempre digo que todo lo bueno que hay en mí, poco o mucho según a quien le pregunten, se lo debo a ellos. Las tardes eran la mejor parte de nuestros días, porque después de que mi abuelo se quedaba dormido en el sillón después del noticiero de la una de la tarde, mi abuela y yo nos apoderábamos de la tele y veíamos Primer Impacto y El Show de Cristina. Eso sí, antes de eso me leía la Biblia y juntas decíamos el Salmo 91.

Acabo de caer en la cuenta que mi abuela se murió un 22 de diciembre. Físicamente creo, porque para ser honesta parte de su alma se había ido dos años y medio antes cuando dejamos a mi abuelo en el cementerio. Llevaba ya muchos días malita y sin poder hablar, pero no se fue hasta que mi mamá le dijo que no se preocupara, que ella me iba a cuidar. A unos metros, en la sala, yo veía No nos dejes colgadas, esa película en la que Diane Keaton, Meg Ryan y Lisa Kudrow son hermanas y su padre anciano se muere.

Mi abuela era una mujer bondadosa, que recibía a todos en su casa y no los dejaba marcharse sin que comieran o se llevaran algo para comer en el camino. Me hubiera gustado que se quedara conmigo más tiempo, que hubiera estado para mis XV años, para mi graduación, para cuando me publicaron mi primera nota. Me hubiera gustado presentarle a quienes hoy son importantes en mi vida. Ojalá pueda hacerlo, aunque sea en sueños.

Última modificación Martes, 28 Diciembre 2021 13:46
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