Amanecí brava

Este texto es para leerse con Taylor Swift de fondo.

De todas las especies de hombre heterosexual que existen, hay una que me enerva: la del ex que va por la vida haciendose el bueno, a pesar de que todo el mundo sabe cómo es o cómo ha tratado a sus mujeres.

¿Han salido en una cita con esos hombres que se la pasan hablando mal de sus exes y haciéndose las víctimas? Pues claro que entran en esta categoría. O sea, yo no dudo que haya relaciones tóxicas en la viña del Señor, pero no entiendo porqué tenés que compartir tus tragedias con una extraña con la que, encima, buscas algo. No en mi presencia, querido.

¿Han tenido uno de esos ex que reaparece cada cierto tiempo para “saludarte”? No, no me refiero a esos que te escriben porque te quieren volver a coger, a esos todavía los respeto más. Hablo de los que juegan a la amabilidad como si fuera tarjeta de los Precious moments.

Me da igual qué recuerdos míos tengás, yo no soy tu lavadero de conciencia.

¿Han conocido al novio de una amiga que cuando terminaron busca dar su “versión de los hechos” al entorno de ella? Es innecesario porque básicamente si mi amiga decidió cortarte, me haya dado o no las razones, yo la tengo que apoyar. Es cuestión de ética, sabés.

Pensaba en esto justamente hace algunas semanas…

Hay una escena de no sé qué temporada de Sex and the City en la que Carrie y Miranda caminan por las calles de Nueva York cuando de repente ven a sus respectivos exes (Aidan y Steve). Se ponen todas nerviosas y se esconden para finalmente pasar delante suyo fingiendo sorpresa y emoción por el “encuentro”.

Tengo que confesarlo, yo he sido Carrie, y también me he escondido, en lugares muy estúpidos, de personas por quienes aún tenía sentimientos. Pero eso no es algo que se haga por cualquiera, porque ¿acaso Carrie debía esconderse de Berger, el pendejo que la cortó por un post it? No, él no merecía esa clase de delicadezas.

Las relaciones son algo muy complejo. Hay exes que son “buen pedo” y que, a pesar de los desmadres ocurridos en su momento, nos podemos topar y saludar como si nada; y hay otros que, aunque nos encontremos cara a cara, es mejor ignorar.

En mi caso tal vez ni siquiera se trate de qué tan larga o intensa fue una relación, sino más bien de la clase de gente que demostraron ser con el tiempo. Uno supera el malquerer, pero no a las personas que hablaban mal de sus ex, sus amigos y su propia madre.

Yo sí creo que hay que quemar algunos puentes.

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