¿Y si mi amiga de la iglesia tenía razón?

Un día de la semana pasada, un amigo me envió una captura de pantalla de algo que un mi ex escribió en Facebook. No es la primera vez que sucede porque, para ser honesta, ese ex tiene un egototote y se cree la octava maravilla y, por ende, piensa que todo lo que dice está bien. Aunque sé que mi amigo me manda los screen en broma, a veces me dan ganas de recurrir a aquella sección de la revista Tú de mi adolescencia: Trágame tierra pero en edición “yo dormí con él”.

Entre nosotras las damitas (es un decir), arrepentirse de haber cogido con alguien es más común de lo que imaginan. A veces el arrepentimiento ocurre a la mañana siguiente y otras a los meses o a los años. Claro, no creo que sea un sentimiento exclusivo de las mujeres, supongo que a los hombres también les pasa ¿no? Todo esto me llevó a recordar las palabras de una amiga que tuve durante mi breve paso adolescente por la iglesia evangélica, o como le dice la gente LA FRATER. Ella decía que una vez te acostabas con alguien, entre ambos se creaba un lazo “ETERNO” e irrompible. Desconozco si lo que me dijo lo sacó de la escuela dominical o de sus papás, pero yo lo único que pude pensar en ese momento fue “Esto no me lo dijeron en Sex And The City”. Ah sí, porque cristiana pero yo tenía tv por cable.

Según yo, cuando coges con alguien se establece, como mínimo, una conexión que puede ser sentimental o meramente sexual. Sin embargo, no creo que eso te ate definitivamente a la otra persona, sino que más bien es una coincidencia en un espacio y tiempo determinados. Y a veces esa coincidencia puede ser corta (un one night stand) o larga (como esas parejas que duran juntas lo mismo que Brad Pitt y Angelina Jolie). Por eso, aunque sé que mi amiga Cristi se refería a temas espirituales, yo uso sus palabras para asuntos más terrenales, como esos hombres a los que quisieras borrar de tu pasado amoroso o sexual.

Esto de que te de “penita” haber estado con alguien, puede deberse a muchos y diversos factores. Por ejemplo, con ese ex al que me refiero al principio de este texto, el sexo no era completamente malo, su problema era que se creía la persona más sabia y talentosa del mundo, y salir con él era como estar en una cita perenne con un crítico de cine, de gastronomía, de política, de medioambiente, etcétera. Ay no amigo, comete una hamburguesa de soya o algo así, y déjame usar mi porta pasaporte de cuero de Carolina Herrera en paz. Me da cringe solo de recordarlo y de saber que hubo testigos de esa relación.

Eso no quiere decir que uno se arrepienta de toda la gente con la que ha salido (hay de exes a exes), o de toda la gente con la que se ha acostado. Con la mayoría la pasamos bien y los flashbacks siguen siendo agradables. Por eso digo que lo de “arrepentirse” (que palabra tan católica) puede deberse a cosas tan diferentes como que no haya habido química y aún así te sigan buscando insistentemente, o que te hayas dado a un bocón y ahora todos “sus amigos” sepan cómo cogieron.

El problema con el pasado es que no se puede deshacer y aunque seguramente a todos nos hubiera gustado tomar mejores decisiones, a lo hecho pecho. No hay forma de saber que nos vamos a arrepentir de haber tenido un vínculo (aunque sea de cinco minutos) con alguien. A veces hay red flags, como que cuando no tienes ganas de coger el tipo te salga con “al menos hazme un oral”, pero otras estamos tan drogadas por la oxitocina que nos acurrucamos con un patán. Lo único bueno del pasado es que nos hace más sabias (o eso quiero creer) y con el tiempo aprendemos a darnos cuenta qué es lo que buscamos y lo que no. En todo caso, lo mejor es siempre usar condón.