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Instante
No había manera de que supiera cuánto tiempo llevaba tirado en el suelo.
Su cuerpo estaba inmóvil. Pero podía sentir los fuertes escalofríos que recorrían todos sus músculos. En un silencio absoluto, solo el sonido agitado de su respiración se escuchaba en el lugar en dónde yacía tendido. En las texturas del piso, extrañas figuras empezaban a formarse frente a sus ojos. Parecían los rostros de los personajes de las pinturas negras de Goya, atormentados y amenazantes. Ellos no le quitaban la mirada de encima, como si estuvieran condenándolo por algo que él no sabía con certeza. Respiraba cada vez más alterado, era capaz de oír claramente las voces de las siluetas en el piso. Quería gritar por ayuda, pero solamente pudo proferir algunos gemidos inútiles, sentía la lengua adormecida. Nadie lo iba a escuchar, ni si quiera Dios.