Tiempo perdido

Veo en tus ojos tristeza, desesperación, aflicción. Un maldito llamó a tu celular, te dijo miles de cosas tuyas, que nadie más debe saber.

LÍMITES
Mis manos han superado los límites fronterizos que señalan tus ropas.
He aprendido a caminar por entre tu esencia,
aunque a veces,
la serenidad acuda a ti y te provoque frenar en pleno vértigo.
Tus labios,
cual racimo de uvas jugosas,
alimentan mi sed y carcomen mis sentidos.
Y justo donde empiezan las formas de la noche,
aparecen el brillo de tu pelo,
la suavidad de tu cuello,
el fuego de tus oídos avivado por mis labios.
Y tu carne se enciende,
y la mía enfurece.
Quiero entrar en ti
y seguir quebrantando tus reglas.

TIEMPO PERDIDO
Salí del bar... Bueno, más bien me echaron. Quería seguir gritando, llorando, recordando, maldiciendo. Dicen que así es como se olvida... la decencia, la dignidad. Los mariachis callaron, no escuché más nada.

Te ví, tu imagen era borrosa; me mirabas, yo no terminaba de comprender lo que pasaba. Tu todo, creí que no era, pero sí. Me tapé la cara, sentí vergüenza, lloré. Estaba arrodillado, pidiendo clemencia, buscando tus pies.

Caminaste sin dejar de observarme. Me observabas sin dejar de avanzar. Tus pasos eran lentos, pesados, fríos.

Empezó a llover, caía lluvia y las gotas me parecían pétalos de rosa en pleno éxodo. Me tuviste entre tus brazos un momento, sonreíste y el suspiro que salió de tu esencia fue un estruendo, un huracán, un gemido, mil palabras sin vocales ni consonantes.

La luna, sí, la luna parecía perdida, más lejana que nunca, menos mía, más absurda, extremadamente redonda.

Me dije que sería solo uno, no dos, ni tres. Pero, bueno, así es la vida. Así soy yo. Eso ya lo sabes. Por eso se explica tu distancia, tu imagen borrosa, el mutismo eterno, escalofriante, certero, como aguijón de abeja.

Logré sentarme. Aquella canción que te gusta la empecé a tararear. Me sentí el mejor, mi voz era inclemente, asquerosamente embriagante. Abrí los ojos, la luna se había ido y con ella la postal que dibujaba tu figura, tu rostro.

Me rasqué la cabeza. Estoy cansado, atornillado a esta banqueta, sin deseos de morir, con ganas de vivir, incluso así.

Es una locura completa (¿la habrá a medias?). Busqué en mis bolsillos. Te encontré en aquel papel, ese que dejaste, ese que decía... Bueno, lo siento, me siento mareado, perdido, aturdido. Me levanté, No lo leí. Regresé al bar, el tipo se apiadó de mí, me sirvió otro trago, me lo acabé de un sorbo, me arreglé el cabello, tomé el bus, llegué, te vi, te sentí, no dijiste nada, cerré los ojos, desperté.

QUISIERA
Veo en tus ojos tristeza, desesperación, aflicción. Un maldito llamó a tu celular, te dijo miles de cosas tuyas, que nadie más debe saber. Te amenazó, sacudió tus cimientos sentimentales, te hizo doblar las rodillas.

Te piden dinero, te asustan, quieren vivir bien a costa de tu vida, de la de tu familia. Y en este país de femicidios y feminicidios, leyes de acceso a la información, de soberbia de los líderes de la comuna; de los gubernamentales, de decisiones de risa, de vergüenza, el ciudadano común, honesto, trabajador, debe cargar con el peso de la violencia a cada paso que da, en cada momento que vive.

Quisiera ser un héroe de los comics gringos, el castigador, el que libra a la sociedad de la maldad humana, acaso como un extraterrestre para no caer en la tentación de la envidia, malicia, inherente al ser humano, que como he dicho miles de veces, más ser que humano.

Quisiera ser la cruz del tormento para los que solo piensan en hacer daño, robar, extorsionar, secuestrar, quisiera ser el verdugo de los asesinos, el fantasma que devora el abuso, al prepotente, al que destruye.

Estoy lleno de rabia por todos aquellos que no tienen voz y que sufren en silencio las amenazas y son acosados por los mercenarios de la vida. Quisiera que los guatemaltecos que nos ganamos el pan y los frijoles con el sudor de la frente nos levantáramos y dijéramos ¡Basta!, queremos paz, seguridad, oportunidades para crecer, para tener un mejor presente y darle un futuro de ilusión a los hijos de esta nación.

Quisiera que lloviera la esperanza real, no la de las campañas políticas, quisiera que en este lugar, aún con sus diferencias étnicas, culturales y religiosas hubiera, por una sola vez, unión para exigirle a nuestros líderes políticos, razonamiento y conciencia, lógica y no estupideces.

Amor al prójimo y solidaridad plena. No de vitrina, no de esa que sirve solo para las fotos de los periódicos, las cámaras de la televisión. Quisiera ser la lanza que atraviesala carne para sacudir a los malditos que te hacen sufrir.

Última modificación Domingo, 17 Marzo 2024 11:20
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