SICARIO...

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SICARIO...

Su entorno era sombrío y sin más pretensiones que vivir con poco o nada. Sus oportunidades eran casi inexistentes y de eso se valieron el sistema y quienes lo manejan.

Usaron a sus grupos de terror para infundir más caos y quebrantar aún más a la población, que hay que decirlo, está ciega, diezmada y atomizada.

Le dieron el odio y el miedo encapsulado en un arma y una bala. Lo mandaron a la guerra de la calle a cumplir una misión, esa en la que el castigo durará unos años, si es que se da.

Llegó a la escuela, se acercó a su objetivo, otro muchacho que posiblemente sí tenía alguna pequeña oportunidad de vivir distinto.

Sacó el arma de manera nerviosa, y aun en esa aparente inocencia, apretó el gatillo y le clavó varios balazos en la cabeza.

Huyó, pero una cámara lo dejó al descubierto, mientras su víctima yacía inerte sobre un escritorio. 

Los amigos y compañeros de escuela quedaron horrorizados por esa estela de terror que dejó el ataque.

Cuando estaban por sacar al pequeño sicario del radar, fue apresado. Hoy está en un correccional, con el único sueño de salir de ahí y con la única oportunidad que tendrá en la vida: ser un criminal para siempre. 

Su "misión" en cambio, aún tiene un hálito de vida, pero su supervivencia solo depende de un respirador artificial. El sistema no está diseñado para crear artistas, médicos, pintores, maestros, atletas; los que hay es por más por inercia de los tiempos actuales.

El sistema crea terror, muerte, límites malévolos, disfrazados de niños que aprenden a ser una cosa: sicarios que van por otros iguales a ellos o por los que se atreven a pensar que pueden tener otra opción.

 

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INMUTABLES...

¿Qué nos sucede? Ya hay pocas cosas que nos sorprenden. Cosas que a lo mejor nos impactan durante cinco o diez minutos y luego volvemos a lo de siempre.

Ya nacimos así o así nos han ido haciendo. Excepciones, sí, las hay, pero luego la regla indica que fingimos que nada pasa mientras la vida se acaba.

Creemos que pocas cosas nos afectan de manera directa, pero en realidad todo es una cadena que los hijos de los hijos tendrán que cargar.

Sumergidos en las deudas, la lucha por sobrevivir, que es parte de la estrategia en este país para apaciguar espíritus, la nueva tecnología que aliena mucho más que las anteriores versiones, y el sistema de temor orquestado, nuestra capacidad de aguante es tal que nos da lo mismo los niños muertos en un deslave, a causa de problemas que no se quieren resolver; nos da lo mismo los niños muertos por la violencia, mientras no sean los propios; o los niños muertos por falta de comida, en una país capitalista como este.

Las voces que gritan por justicia y equidad de opciones, no por riquezas, han sido apagadas. Antes, por los depredadores estatales en vehículos de secuestro y crímenes; hoy, por un sistema judicial que apabulla y da escarmiento que dura años y años disfrazado de estado de derecho.

La vida se acaba y el régimen permea la sociedad, que se queda inmutable y nos carcome a todos.

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