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El perdón
Perdonar y perdonarse es un paso hacia la redención.
En una escena de la película La lista de Schindler, Oskar Schindler, interpretado por Liam Neeson, tuvo una conversación que revela mucho más que la brutalidad del Holocausto. En esa escena, Schindler se encuentra con Amon Goeth, oficial nazi encargado del campo de concentración, encarnado por Ralph Fiennes, y le cuenta una historia sobre los césares romanos. Según Schindler, estos emperadores eran conocidos por ofrecer el perdón a sus esclavos, un gesto que, aunque incomprensible para algunos, tenía un profundo significado en su contexto.
Me recuerda ese diálogo por el protagonismo de los dos dedos del militar. El solo hecho de perdonar significaba mucho. Era como tener en sus manos la vida de otra persona… Al final tenía la vida de muchas personas. Pero, ¿qué es realmente el perdón? La palabra a menudo se utiliza a cada rato en la vida cotidiana, pero creo que su esencia es más compleja y poderosa de lo que las palabras pueden expresar.
Considero que el perdón no es simplemente una concesión de amabilidad o un acto de debilidad. Es un acto de fortaleza, un desafiar las normas del "ojo por ojo" que parecen dominar el mundo. Vivimos en una sociedad donde “quien la hace, la paga” parece ser la norma. Esta supuesta justicia exige una compensación por cada transgresión. Incluso hasta la tachamos de “divina”.
He visto que ofrecen conferencias sobre cómo superar frustraciones, a menudo se olvida un componente crucial: el perdón. Superar las frustraciones sin perdonar es como tratar de curar una herida sin desinfectarla. La frustración es el dolor que surge de no poder soltar lo que nos ha dañado. Sin perdón, esta frustración se convierte en un peso que arrastramos, impidiéndonos avanzar y crecer.
Eso también lo veo en canciones como las de Shakira, donde más que expresar algo positivo expone la frustración y el dolor de no saber cómo perdonar. Estas letras o conjunto de rimas, muestran que la falta de perdón no solo afecta nuestras relaciones, sino también nuestra propia paz interior.
Eso sí, hay historias de perdón como el padre que ha perdonado al asesino o al violador de su hija. Estos actos de perdón, que desafían nuestra lógica más fría, demuestran que el perdón puede ir más allá de nuestras limitaciones emocionales y racionales. Obviamente, no es olvidar o minimizar el daño hecho, sino de liberar el corazón de una carga que, de otro modo, podría consumirnos.
El perdón es un regalo que nos damos a nosotros mismos, no solo a aquellos que nos han ofendido. Es un acto de liberación personal. Cuando perdonamos, no estamos eliminando el daño hecho ni minimizando nuestra herida, sino liberándonos del peso que lleva el resentimiento. El perdón nos transforma de víctimas en vencedores, permitiéndonos superar nuestros miedos y sanar nuestras heridas internas.
A veces, el perdón puede parecer imposible, especialmente cuando la ofensa es grave o la persona que nos ha herido está distante. Pero, algo bueno se extrae de ello: puede ser un acto realizado a distancia, en nuestros corazones y mentes. Es un proceso personal, un viaje hacia la paz que podemos emprender sin importar la proximidad del agresor.
El milagro del perdón radica en su capacidad para liberarnos. Nos quita el peso del rencor y la amargura, permitiéndonos vivir más plenamente y con menos carga emocional. No se trata de justificar las acciones de los demás, sino de encontrar nuestra propia paz interior.
Repito, es un acto de liberación, una manera de transformar nuestro dolor en una oportunidad para crecer y sanar.
Hoy, tratemos de decirle a la distancia a esa persona que nos hirió, dejó o nos provocó malestar que la perdonamos. A veces es duro, pero tranquilizador. Es de intentarlo, nada se pierde.
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