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Mynor, Marco y mi reencuentro con la Guatemala Fashion Week
Luego de una edición completamente digital forzada por la pandemia, la Guatemala Fashion Week (GTFW) regresó este año renovada. En un paso natural en lo que a semanas de la moda respecta, la plataforma se abrió a nuevos espacios y a combinar distintas sedes, para dejar fluir las propuestas de diseñadores y marcas locales e internacionales.
Para ser honesta, desde el año pasado me preguntaba si eso que todos decían acerca de cómo se renovaría la moda luego de la pandemia era real. Y si era así, cómo sería aplicable a países cuyas industrias de la moda son pequeñas o están en crecimiento. Menos mal que, como casi siempre, los jóvenes diseñadores guatemaltecos me demostraron que con pasión y mucho esfuerzo es posible ir hacia adelante.
A pesar de haber asistido a todas las GTFW, tenía un pendiente: ver en vivo sobre la pasarela las creaciones de Mynor Veliz. Esta vez, el diseñador apostó por prendas como vestidos, chaquetas, faldas y trajes de pantalón en clave oversize que, aunados a cortes asimétricos y estampados únicos, reunieron lo mejor de lo clásico y lo moderno.
Lo que más me atrae del trabajo de Veliz es ese factor sorpresa que lo hace transformar un “básico de armario” en un atuendo chic. Cada look de Conatus, el nombre con el que el diseñador bautizó su nueva colección, parecía fluir libremente entre telas; algo que realmente cumple con ese ideal planteado tras la pandemia, de hacer de la moda más slow y perdurable.
De Mynor paso a Marco Roma, un diseñador también guatemalteco que debutó en esta plataforma. Su línea atrajo la atención desde el principio, al presentar propuestas urbanas y audaces. Prendas con aplicaciones, chaquetas y tracksuits que nos recordaban el tie dye que tan en tendencia se puso durante el confinamiento, combinaciones de colores arriesgadas e, incluso, uno que otro look de noche se colaron en esta colección.
Por la pasarela de la segunda jornada de la GTFW también pasaron marcas internacionales. La colombiana Pink Filosofy nos llevó a un jardín tranquilo, mediante conjuntos en telas ligeras, colores neutros y uno que otro estampado. Eso sí, siempre cubiertos con grandes sombreros para aportarle el punto de glamur.
Mucho más etérea fue la colección de la firma española Adolfo Domínguez, que jugó con las estructuras para ofrecer conjuntos que podrían adaptarse fácilmente a cualquier silueta o temporada. Azules, grises y negros predominaron, por lo que el vestido efecto globo y en color granate fue un gran cierre.
Tendencias aparte, me emocionó reencontrarme con la GTFW en persona. Aunque sé de la importancia que tienen las plataformas digitales para la moda desde la pandemia, siempre es reconfortante volver a ver los diseños y el color completamente en vivo.
Me emociona también que los organizadores se hayan replanteado su modelo de exposición y que estuvieran dispuestos a llegar a muchos más lugares. De hecho, justo como lo platicaba con uno de los invitados, sería hermoso que un día también los grandes espacios culturales públicos y privados le abrieran sus puertas a la moda nacional, como sucede en otros países.
Una historia de la GTFW, aquí
Marco Roma
Adolfo Domínguez