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Graduaciones
Cada año se gradúan más de 2,000 licenciados y magísteres.
En el Museo de Arte Colonial, en Antigua Guatemala, existe un salón que recuerda la universidad de San Carlos y dentro de él un gran mural en donde se escenifica el protocolo de graduación en la época colonial. Lo llamativo era que, según el mural, la graduación de un licenciado, escribano, doctor, era prácticamente una fiesta para todo la ciudad.
Vengo de una graduación. Cerca de 180 estudiantes se graduaron de ingenieros y licenciados. Muchas, o mejor dicho, demasiadas caras jóvenes. Yo me preguntaba: ¿trabajarán en su campo? ¿ya tienen un trabajo de acuerdo a lo que estudiaron? o seguirán estudiando?
Recientemente me di un portazo en una de las puertas de la vida al momento que me dijeron que había una plaza con todas las habilidades y competencias que tenía, pero era requisito una maestría. “No importa de qué, pero que fuera una maestría” me enteré que dijeron.
Las maestrías ahora son como los bachilleratos de antaño. Recuerdo que en la obra Mi hijo el bachiller, el papá del protagonista se hinchaba de orgullo al decir que su hijo había sobresalido del barrio al cursar y terminar su bachillerato.
Hoy el bachillerato ya es un requisito más. Te sirve para el trabajo como vacacionista o para trabajos sin tantas responsabilidades, pero de ahí nada más. Tienes que seguir una carrera universitaria. Si te va bien la terminas y sacas el cartón. Puntos adicionales si encuentras trabajo con lo que sabes y aprendiste.
¿Que los abogados, médicos, psicólogos y demás profesionales independientes la tienen fácil? Para nada. Mi padre abogado, recién graduado, se lanzó a trabajar en una ciudad costera porque no quería seguir trabajando en el sector público. No le fue tan mal, era uno de los pocos notarios que existían en el puerto. Eso si, no eran trabajos grandes: auténticas de documentos, extensiones de visas, casamientos, divorcios, etc.
Insisto que ahora no es así. Varias amigas psicólogas me han indicado que es difícil montar un consultorio. Incluso doctores en medicina deben cubrir y compartir horas en el consultorio, hospitales y universidades, dando clases. Ser doctor ya no es sinónimo de éxito. Muchos se han quedado como visitadores médicos y no es por vagancia, es por mercado.
Hay demasiado ingeniero para un país donde la industria no es innovadora. Donde se repiten fórmulas de otros países. Donde los monopolios reflejan que al mencionar una categoría existe solo una o dos marcas relacionadas. ¿Dónde podrán trabajar todos esos ingenieros?
Se cree que salir de Guatemala es otra opción cuando en realidad es igual de difícil. Se compite con mano de obra más barata y más eficiente. ¿acaso un ingeniero de software guatemalteco podría competir con un ingeniero indio o inglés en un país donde predomina su idioma nativo? Es difícil, más no imposible.
Mientras me encuentro sentado oyendo que el rector de esta universidad dice lo mismo que otros años: “Acá no termina el aprendizaje, continúa con la experiencia y el trabajo. Sigue la maestría y el doctorado”. Volteo, veo a mi hijo y pienso: “la tienes difícil, tendrás otros 20 años más estudiando esperando que al salir puedan pagarte lo que te corresponde con una maestría o un doctorado”.
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