Comparaciones

Siempre habrá un perdedor al momento de comparar.

El Psychology Today revela que tener entre dos y cinco horas diarias de tiempo libre maximiza la felicidad. El artículo indica que esto se demuestra al momento de tener vacaciones; es decir: el primer día de vacaciones tenemos ese tiempo libre en el que nos sentimos completamente felices. Al cabo de unas cinco horas, esa felicidad se convierte en aburrimiento e incluso, en hastío o sentimiento de improductividad.

Es un dato muy interesante en el que hay que tomar en cuenta que somos humanos y siempre estamos insatisfechos y, como se ve ahora -más que nunca- nunca estamos contentos con lo que tenemos.

Estamos de vacaciones tomando fotos. No para nuestro recuerdo, sino para que otras personas se den cuenta que estamos de vacaciones. Muchas personas hacen cosas que no les gusta en lugares que ni se imaginan solo para mostrarse ante personas que no les caen bien. Todo para compararnos.

Al nacer y ser un bebé estamos en nuestro propio reino. Somos quienes gobiernan la casa. Las personas van a la casa para conocernos. Nadie ni nada nos molesta… Hasta que viene la primera persona en decir: “se parece a…” o “tiene los ojos de…”.

Ahí comenzamos a compararnos. No somos nosotros, somos la reencarnación del abuelo mandón o la tía melindrosa. Y todavía no terminamos ahí. En la época del colegio debemos ser mejores que Gutiérrez, Flores o López. Para buscar una carrera que no sabemos si encontraremos trabajo con ella debemos escogerla porque no podemos ser como el tío que nunca encuentra trabajo ni como el cuñado que gana mucho dinero pero siempre está quebrado.

Las comparaciones son malas nos dicen y nos lo repetimos, pero siempre las necesitamos para reivindicarnos. Nos comparamos con los ex, los jefes, con los que nos caen mal y con los que nos caen bien, con los papás de equis persona, ¡con todos! pero siempre salimos bien parados al compararnos.

Nunca seremos como ellos, nunca haremos eso que hicieron porque somos muy diferentes; por no decir mejores. Nosotros lo hacemos mejor, sabemos más y conocemos más. Sabemos de lo que hablamos y tenemos la experiencia. Siempre somos mejores al compararnos.

¿Podemos dejar de hacerlo? No creo. Con tantas redes sociales de las que no podemos escapar, considero que no. Lo que sí podemos hacer es darnos cuenta del exceso de comparación. Si tanto es el deseo de compararse, es preferible hacerlo con nuestro propio yo del pasado…. aunque puede ser peligroso. No siempre se está mejor. 

En mi caso, al compararme con mi yo del pasado, creo que he salido ganando. Estoy más estable, tengo menos “amigos”, menos preocupaciones infundadas y me siento como el meme del actor Jeff Glodblum, en Jurassic Park. Me veo a mí mismo como alguien que es mejor que hace unos 10 o 15 años. Me siento como un maldito hijo de perra que lo logró.


Última modificación Domingo, 17 Marzo 2024 11:01
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