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¿Y qué hay de los vivos?
Hay que replantear todo aquello que atente contra la dignidad de los exponentes de la cultura viva del país.
Tan importante como rendir tributo a los artistas que ya han trascendido y dejaron huella en la historia cultural del país, es reconocer los logros de quienes continúan haciendo sus aportes. Sin embargo, parece que esto último cuesta más, porque en ocasiones, tanto el público como las entidades que podrían y deberían exaltar sus logros son reacios a brindar el merecido reconocimiento.
A algunos funcionarios y empresarios les es más fácil sumar tributos dedicados a esas figuras indiscutibles que ya han sido reconocidas con premios, medallas, órdenes y menciones y que, por supuesto, ya no se pueden pronunciar acerca de la realidad. Muchos se niegan sistemáticamente a analizar y apoyar el trabajo de quienes, por medio de sus obras, retratan el presente del país. Esas actitudes mezquinas muchas veces obedecen a agendas ocultas de quienes prefieren seguir viendo a la cultura solo como un botín económico y no como maneras libres de expresión.
La mayor parte de los hacedores de arte en el país deben optar por convertirse en sus propios promotores y productores, con todos los riesgos que esto implica. Otros deben gestionar sus recursos en entidades internacionales. Los escasos apoyos que el Estado ofrece a los artistas independientes se dan a cuentagotas y para alcanzarlos muchas veces se hacen exigencias poco realistas.
En el caso de artistas que trabajan para el Estado, en diversas ocasiones se les obliga a seguir órdenes y ocurrencias de las autoridades de turno, sin respetar sus procesos creativos ni criterios. En los más ingratos períodos, a los grupos institucionalizados se les ha reducido a acompañamiento de actos políticos y protocolarios, mientras que sus integrantes ven aplacadas sus inquietudes y sensibilidad.
Es evidente que urge rescatar los ideales que llevaron a la creación de una cartera dedicada a la Cultura, evaluar los procesos que se han realizado en los últimos años y replantear todo aquello que atente contra la dignidad de los exponentes de la cultura viva del país.
Sin duda alguna, uno de los más grandes retos de las próximas autoridades del Ministerio de Cultura y Deportes debe ser devolver el respeto, la admiración y las condiciones a los artistas. Así como fortalecer la formación artística y reestablecer la institucionalidad que se ha visto seriamente vulnerada.
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