A veces, caés mal solo por ser

Cualquier símil con ser monedita de oro es válido cuando se trata de las dinámicas sociales. Y no pretendo ser víctima. Digo, y sin mucho orgullo, que uno hace méritos para desagradar a la gente por su manera de hablar, el vocabulario, bromas toscas sin sentido y una larga lista, pero esta vez caí mal sólo por existir. Veamos si les ha pasado.

Hace unos años llegué a trabajar como editor en una oficina de gobierno. Mi trabajo era, editar textos, pasarlos a corrección, luego a diseño y finalmente enviar los informes a las distintas jefaturas. Llegué al puesto porque la directora de la dependencia era nueva, llenó plazas vacías y una de ellas, conmigo. La acepté precisamente porque no habían despedido a nadie, tampoco tenía ese mal karma ante el equipo a mi cargo como introducción. Luego, cuando me presentaron con el equipo de trabajo, puse la mejor cara y evité bromas tontas: después de todo, iba de editor en jefe. Me entrevisté con el equipo, quería conocerlos, y quizá ese fue mi primer error ¿Se vio como si pedía explicaciones? Nunca lo sabré.

Incluso les dije: “No vengo a despedir gente, pero quiero conocerlos. Quiero ver de qué manera podemos mejorar y cómo puedo aportar algo positivo al equipo”. Cuando llega un jefe nuevo, varios pensamos: “Me viene a despedir”. Total, con este tributo de confianza tampoco gané respeto. Pero sí un par de aliados. Una de ellas me dijo: “No lo van a dejar hacer todo lo que trae. Se unirán en su contra, ya lo verá”.

Vino Navidad, las actividades propias de la época y propuse utilizar la fecha para incluir el tema en los contenidos del departamento. La meta era generar distracción, un poco de contenido mundano al contenido serio del departamento. Además, no sería siempre, sólo una o dos veces, precisamente, Navidad y Año Nuevo. La resistencia del equipo fue casi tangible. Incluso le dije al trabajador que más se resistía: “Te propongo esto: tu experiencia te dice que no funcionará porque conocés la oficina de información en la que estamos, no lo dudo, pero mi experiencia me dice que estas ideas navideñas sí pueden funcionar. Entonces, si tenés razón, dejame darme cuenta que es así con evidencia. Hagámoslo a mi manera, y si no funciona no volveré a proponer eso. Dejame conocer cómo reacciona el departamento a mis ideas”.

No lo aceptó y entre dientes el joven comunicador lo hizo. Consideré que era mejor ese planteamiento al: “Hacelo porque soy tu jefe”. Soy de dar el beneficio de la duda, siempre. Llegó diciembre, Navidad y Año Nuevo, se tocó el tema en el contenido de la institución como lo recomendé. El resultado fue un éxito, la gente se quería distraer un poco de la seriedad.

La idea funcionó tanto que se me exhortó a continuar con ella desde la dirección y otras jefaturas. Desafortunadamente, el triunfo no fue dentro del departamento. El éxito generó más rechazo a mis ideas.

Segundo intento. Quizá si llevaba a alguien a capacitarlos, y como nunca lo habían tenido, pues llevar a alguien para ello sería otra bandera blanca. Realmente me interesaba el crecimiento profesional del departamento. Tampoco funcionó: “Nos trajo más trabajo”, “¿por qué quiere cambiar las cosas?”, “¿de qué se las lleva?”, “ni modo, como es protegido por la directora”.

Me acerqué a una de estas aliadas, les llamo así porque encontré guía entre mis dudas, y apoyo o consejos a mis ideas. “Mire licenciado (en lo público sos tu título, no tu nombre) mire licenciado, pues la verdad es que la resistencia es porque usted simplemente no les agrada. /Pero si las ideas funcionan, la opinión sobre el departamento está mejorando, con esto puedo gestionar beneficios al departamento, como les dije al inicio/ Sí, pero porque usted trajo las ideas, no salieron de ellos, y ese es el tema. El departamento mismo será un obstáculo a todo lo que proponga.

Ahora yo les pregunto: ¿era momento de los despidos? Sé que sí, pero hasta que sos jefe te das cuenta que no es así nomás. No es de Crt+Alt Despedir y pela lo que pase. Todos tienen problemas, cuentas por pagar y familia que atender económicamente. Entonces, o despedís o te despedís.

No es tan fácil eso de ser quien le haga ver a las personas su mediocridad y cómo ellos mismos se pusieron en la peor situación y que vos sólo llegaste a hacérselos ver. ¿En el Estado trabaja gente diligente y honrada? Sí, sin duda. Lo he visto con mis ojos, pero la mediocridad abunda y lastimosamente les tenés que seguir el juego. Yo no puedo. Si pensás trabajar dentro del aparato estatal, hacete a la idea. Me pasó un par de veces, y te va pasar a vos.

 

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