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La purificación por medio del dolor: Midsommar (2019)
El cine de terror revitalizado de luz, eso es Midsommar.
Midsommar, película estadounidense-sueca de Ari Aster, nos cuenta la historia de Dani. Una joven con una relación de noviazgo complicada que recibe la trágica noticia de que su familia ha muerto. Un giro dramático que no tarda en aparecer y evidencia inmediatamente parte de la inestabilidad emocional que veremos a lo largo del filme.
Más que verdadero amor es la culpa sumada al cargo de conciencia, lo que hace que Christian, el novio de Dani, la invite a Suecia. Viaje que Christian tenía preparado junto a sus amigos para ser parte del festival de verano de una pequeña aldea.
Hasta este punto, todo pinta predecible. Los elementos cinematográficos responden básicamente a los de una película de terror. Una chica emocionalmente inestable, un novio distante, un grupo de amigos aventureros y un pueblo sueco incomunicado, en medio de la nada.
Y bueno, al llegar al pueblo pasa lo esperado. Esperado, pero curiosamente agradable. Los jóvenes se integran a las actividades de la comunidad, dándose simultáneamente evidentes encuadres, miradas y comportamientos que cumplen la función de desgastar las frágiles relaciones de los personajes y que son el antecedente típico de la catástrofe que está por venir.
Lo curiosamente agradable que mencionaba, corresponde a las sobreexpuestas tomas y coloridas composiciones. El director logra crear un maravilloso contraste entre un ambiente de suspenso, exceso de luz y flores. Ari Aster no necesita de los desgastadas o acercamientos de los que el cine de terror ya está topado. Tampoco cae en lo gore, algo que por un momento pensé sería lo característico de la película.
Pese a estar frente a un reparto poco envidiable, es difícil no estar atentos a lo que sucede frente a nosotros. La fotografía es el principal elemento por destacar de esta producción. Su composición y colores crean una interesante oposición que aporta un gran significado a lo que sucede.
La protagonista pasa de la oscuridad a la luz. Su transición de estudiante drogodependiente a estrella de la comunidad se acompaña de tonos sombríos y grises y luego de una extrema iluminación. Es lindo ver como lo que para algunos es caos, tragedia y oscuridad para otros es catarsis, compañía y luz.
La representación del dolor es también una propuesta interesante. Y ese es el clímax, el dolor compartido. Dolor sin sangre, sin vísceras. Dolor catártico que te lleva a ver el mundo como una nueva persona, un dolor ambientado en la luz.
Porque ese es el camino a la transformación, porque eso es el dolor: una transición de la oscuridad a la luz.