Eddy Roma

Propuesta para educar y corregir a los graciosos

Tengo poca tolerancia a los payasos. No me refiero a los que se maquillan el rostro, se visten con retazos de colores y se ganan la vida en los circos. Hablo de los que se hacen los graciosos cuando ofenden al prójimo.

Se creen muy inteligentes, agudos y observadores. Y a veces lo son, conviene admitirlo. Detectan el zapato mal amarrado, captan la palabra pronunciada fuera de lugar, están atentos a cualquier detalle para reventar a su objetivo.

La víctima se ofusca, ensaya el contrataque, quiere ser contundente: no lo consigue. El gracioso sigue dando palmaditas aquí y allá, sin que lo atrapen. El último recurso para el desesperado es el insulto o la pelea, a riesgo de que lo expulsen del colegio o lo echen del trabajo.

Si yo fuera dictador, si concentrara tanto poder como lo tuvieron Jorge Ubico, Alfredo Stroessner y Fidel Castro, no me limitaría a perseguir con saña a los delincuentes y desterrar a los opositores. Penaría con 20 años de cárcel a todos los graciosos. En el acto, sin derecho a presentar recursos de exhibición personal; en completo aislamiento, para que no provoquen motines por divertirse a expensas de sus compañeros de celda.

El gracioso tendrá cinco años para mejorar sus dotes. Pasado ese plazo, se le somete a examen. De comprobarse que sus ocurrencias divierten sin denigrar a nadie, sale en libertad condicional. Si reincide, regresa a cumplir su sentencia hasta el último día, sin derecho al indulto ofrecido cada Jueves Santo a los diez presos escogidos por la multitud reunida en la plaza de la Constitución.

Por supuesto, el relator de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas y los activistas de Amnistía Internacional montarían campaña para condenar los abusos del régimen. Para lucir su mejor cara ante el resto del mundo, se anunciará en sesión solemne del Congreso la propuesta para educar y corregir a los graciosos.

Todos estudiarán las comedias de Aristófanes y de Molière. Asistirán a sesiones dedicadas a repasar las películas de Woody Allen y los cortos de Eduardo del Llano. Buscarán las afinidades que enlazan al Show de los Muppets con los discos de Les Luthiers y los episodios de Monty Phyton. También conocerán quienes fueron Taco, Enchilada y Chalío.

El lema que repetirán a coro antes de entrar a clases evocará la máxima enunciada por Augusto Monterroso:

«El verdadero humorismo pretende hacer pensar, y a veces hasta hacer reír».

Serán motivados a escribir y escenificar sus monólogos ante los demás presos. Como se menciona en la frase atribuida a José Martí,

«serán cultos para ser libres».

Algunos no tendrán remedio, aunque se hizo todo lo posible para rehabilitarlos. Otros pasarán a la clandestinidad y utilizarán los conocimientos obtenidos en la cárcel para aludir a los desmanes del Gobierno en sus chistes. Entonces se activará el convenio secreto firmado con la Federación Rusa para confinarlos a perpetuidad en Siberia. A grandes males, mayores soluciones.

 

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