Eddy Roma

El espejo torcido de América*

«Si tu cara está torcida, no culpes al espejo», reza el epígrafe que anticipa el contenido de El inspector del gobierno, la comedia firmada por el escritor ruso Nikolái Gógol. Frente a la imagen de orden y bienestar que se suponía reinaba en la Rusia del siglo xix, Gógol opuso un mundo de engaños y caricaturas que demostraban cuán deshecho marchaba el imperio. El espejo según Gógol mostraba una deformación divertida, y repelente, en lugar de la imagen limpia, y honesta, que todos esperaban encontrar al asomarse, desde el zar al más empobrecido campesino.

En el siglo xxi resulta que América (como gustan designarse los Estados Unidos) representa la cumbre máxima en cuanto a orden, bienestar, avance tecnológico y valores democráticos se refiere. Todo lavado con detergente; por algo se permite enviar sus ejércitos a ocupar Haití, República Dominicana, Nicaragua, Vietnam, Afganistán e Irak. Pero esa cara sonriente no oculta el mal aliento que exhala. El espejo que muestra cuán torcido es el rostro estadounidense es cierta revista carnívora que responde al nombre de Hustler y es publicada por el ciudadano Larry Claxton Flynt, Jr., nacido en 1942, año en que se conmemoró el centenario de publicación de Las almas muertas, la novela que quemó a Gógol.

Algo ha de existir en la Unión Americana para que haya criado a personas como William Burroughs, Billy Graham, Marilyn Manson, Jeffrey Dahmer, Michael Jackson, Donna Mae «Busty» Brown, Ed Wood y Traci Lords. Seres humanos complejos, hijos predilectos de un pueblo donde conviven rednecks, clanes montañeses, surfistas, policías de Los Ángeles, telepredicadores, mafiosos de ascendencia siciliana, Ronald McDonald, los Mitos de Cthulhu, serial killers, rockeros que adoran a Satanás, pastores bautistas el domingo temprano y cazadores de negros la madrugada del sábado, sureñas tetonas, ganstas y diez premios Nobel de literatura. Plástico y Coca Cola; South Park y Mickey Mouse; Penthouse y el Club 700. La tierra de las iniciales: wwe, nba, nasa, ucla, mls, ufco, mtv, ywmca, usa. Cuanto descenso y grandeza reúne la humanidad se encuentra en este país. Por algo apareció Larry Flynt. Hijo de campesinos empobrecidos del estado de Kentucky, Larry consiguió alguna notoriedad como dueño de un club de striptease en Ohio y harta fama como editor de Hustler, publicación que forjó una filosofía editorial a base de mordacidad, y mal gusto, sobreviviente a todo intento por echarla del ruedo y base de una millonaria industria con sede en California.

La peculiar moral del Norte permite que esas revistas se hojeen en el baño o en el rincón más oculto de la preparatoria, pero se crispa con su pronta localización en quioscos y puestos callejeros. La veo más inclinada a tolerar el estilo de vida refinado y elegante de Hugh Hefner, el fundador de Playboy, a quien permitieron ostentar su prosperidad, andar en bata de seda todo el día, darse algún toque intelectual con ayuda de los ensayos y relatos firmados por Norman Mailer, Gore Vidal e Isaac Bashevis Singer, y coronar el día con una rubia de amplias formas en cualquier habitación. En cambio, Larry Flynt se dirigía a la gente ruda, a los camioneros, a todos los seres engordados con cerveza que en su vida hojearon un puto libro de poemas e interrumpen a manotazo impío la lectura al primer nerd que cacen en la esquina. Si el pueblo quiere carne se la ofrece de todos los colores y tamaños. Cada adolescencia masculina registra su encuentro con los desnudos discretos de Playboy y los «castores húmedos», mencionados por John Irving en su novela El mundo según Garp, que Hustler muestra con pericia de ginecólogo.

Todo medio de masas refleja una ideología y Hustler la posee. Al comienzo apenas se distinguía de la competencia y a los ocho números su editor decretó el hasta aquí llegaron a cuantos insistían en decirle «vos Larry, no podés hacer eso». «Decidí crear la revista que quería leer y decir las cosas como las quería decir», escribió Larry en julio de 2003. «Desde ese momento hice y dije lo que se me dio la regalada gana en las páginas de Hustler». El pensamiento de Hustler, según su propietario, exige que «defendamos la verdad, ya sea enseñando un cuerpo de mujer tal como fue creado, o diciéndole hijueputa a un hijueputa… incluso si es el presidente de los Estados Unidos».

Su concepción de la verdad echa mano de vómitos y mojones usados con profusión en las caricaturas, montajes fotográficos que asquean de tantos objetos que introducen en las zonas pudendas, parodias que involucran a famosos extraídos del cine, la televisión, las iglesias evangélicas y la política, mujeres que sonríen al orinar y la declaración del «pendejo del mes» que inserta el rostro del condecorado en el ojete. Toda la publicidad que sostiene a la revista se sostiene en la carne: carne, carne y carne en cualquier página que se voltee. Blanca, negra, hispana, madura, gorda, con dieciocho años recién cumplidos. Heterosexual, bisexual o maricón. Números de teléfono que prometen las más encendidas aventuras y píldoras para mejorar el rendimiento en la cama. Es lo más cercano a la autosuficiencia que he visto en algún impreso. Eso, se sabe, asegura la independencia de criterio y lleva a la menuda paradoja de que alguien considerado como la peor escoria del país resulte un campeón de la libertad de expresión. Larry se enfrentó al comité antiporno de Cincinatti, a Kathy Keeton (pareja de Bob Guccione, fundador de Penthouse, quien lo demandó por difamación), al Estado (que le exigía revelara la fuente de unas cintas que comprometían a funcionarios del FBI), al reverendo Jerry Falwell (ante quien obtuvo su triunfo más sonado, ratificado por la Corte Suprema), otra vez Cincinatti y por último al condado de Hamilton, Ohio. Su primera estancia en la cárcel duró seis días (logró revertir la pena a 25 años de cárcel que le impusieron en Cincinatti) y la segunda seis meses (por ofensa a la bandera de las barras y las estrellas al usarla como pañal). Custodio de su buen nombre comercial, demandó a sus sobrinos Dustin y Jimmy Flynt ii, empresarios por su cuenta en la industria del porno, por desprestigiar la marca de casa al producir materiales que estimó de muy baja calidad. 

Me enteré de la existencia de Hustler en la revista Vanidades. Ahí se la mencionaba como la publicación más pornográfica de Estados Unidos (años después supe el porqué) y refería la conversión de Larry a una de las variantes estadounidenses del cristianismo bajo la guía de Ruth Carter Stapleton, hermana del presidente Jimmy Carter. Basta con aceptar al Señor para que toda la vida anterior, por muy depravada que sea, quede borrada con oprimir la tecla del «sí». Eso sucedió con Larry: durante algún tiempo presentó escenas bíblicas aderezadas con los familiares platos de carne en su revista. Estaba a salvo: tenía a Dios de su parte…

…aunque ningún ángel se interpuso entre Larry y la bala que le disparó el supremacista blanco Joseph Paul Franklin, irritado porque un número de Hustler presentó escenas de sexo interracial, a la salida de la corte de Lawrenceville, Georgia, en 1978, donde asistía a su segundo juicio por obscenidad. Con ese atentado Larry sumó su nombre y apellido a los de Abraham Lincoln, Martin Luther King, Jr., Malcolm X, los hermanos Kennedy, Andy Warhol, John Lennon, Dimebag Darrell y George Tiller como ejemplo del American way of solution para resolver las diferencias de criterio o manifestar decepciones. 

El disparo dejó a Larry en silla de ruedas, incapacitado para el sexo y con el habla dañada tras un paro respiratorio. Su adicción a los medicamentos se acentúo para aliviar los fuertes dolores que padeció. Pero quedó vivo, con el cerebro intacto, y listo para ofrecer 250 dólares por retrato en Beaver Hunt, la sección donde amas de casa, deportistas, meseras, secretarias, contadoras, bailarinas y niñeras envían sus fotografías caseras junto con un párrafo donde describen sus fantasías sexuales, reales o inventadas por el redactor de turno. Los créditos se atribuyen al esposo, al novio, al amigo o al amante. Pueden ser las vecinas, amigas o meras conocidas de cualquier usuario de Hustler. Nadie sospecharía que aparecieron en una revista para adultos, y menos en la que fue considerada como objeto de muladar durante años, con el anonimato garantizado por la vastedad del país. 

Larry es la clase de persona que no presentarías a tus padres o, de hacerlo, disfrazarías su profesión con tantas vueltas como fuera posible. «Wow, ¿por qué alguien querría hacer una película sobre este tipo?», preguntó el actor Woody Harrelson, quien interpretó a Larry en la película The People vs. Larry Flynt (1996) a las órdenes de Milos Forman. Sin embargo, Harrelson reconoció que este tipo tenía «un lado tierno, con un terrible sentido del humor» y su interpretación fue muy aplaudida en una película que fue regañada por presentar una imagen cautivadora del loco Larry. Duele la escena donde encuentra el cadáver de su esposa Althea, drogadicta y consumida por el sida, hundido en la bañera. Entonces se tira de la silla de ruedas e intenta revivirla, escena que no sucedió según refirió su enfermera a la revista People en 1987. Tuvo que despertar a Larry para avisarle.

«Estés de acuerdo o no con su política editorial, su sentido del humor o sus actitudes sexuales (incluso yo no llego al cien por ciento en todas estas categorías), debemos pararnos a pensar un momento sobre lo que se le ha hecho a este tipo en el nombre de la justicia americana», escribió el músico Frank Zappa en un artículo publicado por Hustler en enero de 1984. El mundo no corrige ese aspecto: todo punto de vista alternativo, apenas se le detecta, merece aniquilación. Gusten o no es saludable que existan. De otro modo se viviría en la uniformidad más aburrida. Verse en el espejo torcido es necesario aunque la imagen ahuyente o desagrade. 

Como sucede con Superman, Vanity Fair, National Geographic y Rolling Stone, la versión impresa de Hustler es aguardada con ansiedad mensual por unos 500 mil lectores. Sus ejemplares se compran a escondidas y a escondidas se hojean en el rincón más oculto de la casa, el colegio o el trabajo. Con gusto y, cuándo no, con sentimiento de culpa. «Usted puede pensar lo que quiera de Playboy o Penthouse, pero sólo Hustler muestra la verdad sin miedo e hipocresía», asentó Larry en uno de sus editoriales. 

La verdad según Larry Flynt, por supuesto.

Fuentes: Flynt, Larry, «Happy birthday, Hustler!», Hustler, Vol. 30, No. 1, julio de 2003, Beverly Hills, CA.

—, «How to become a millonaire», Hustler, Vol. 30, No. 2, agosto de 2003, Beverly Hills, CA.

*La versión original se publicó en la revista Este país en 2003. 

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