Viernes, 21:00 horas y tercera ronda de cócteles con Diego. Mi amigo de media vida se define como bisexual, aunque la única vez que lo he visto meterle la lengua a una chica fue a los 16, y con mucha cara de asco. Pedimos otro Cosmopolitan.
Oye Bibi… tú que tienes tanta experiencia con hombres mayores…
No te creas que tanta.
¿Nunca te han pedido algo raro en la cama?
En la cama no. En el carro, en la regadera y en el baño de un bar puede que sí.
Presumida. Estoy saliendo con Julio, un cuarentón, casi 20 años mayor que yo y además de todo, uno de mis profesores en la maestría.
¿Ahora quien es el presumido?
Calla, creo que solo me quiere por mi semen.
-Lanzo una carcajada. Yo he querido a hombres por su boca, por su espalda, o hasta por su pene, pero ¿por su semen? El de Diego debe saber a arroz en leche.
La pasamos bien, le encantan los juegos y chupármela.
Sigo sin verle el problema
Cada vez que lo hace necesita una recompensa… Le gusta que le eyacule encima ¡para hacerse un facial! No me hagas esa cara… Leyó por ahí que mantiene la piel joven y previene las arrugas. Dice que el mío tiene el plus de ser el de un veinteañero…
¿Se lo unta y así?
Sí y lo quiere cada vez que cogemos. Siento que nos convertimos en una aburrida pareja en la que yo soy el marido proveedor y él, la esposa que corre al baño a ponerse la mascarilla.
Deberías comercializarlo
Lo estoy pensando (Reímos)
Pasan los días, pero la idea sigue sin salir de mi cabeza. Internet tiene sentimientos encontrados, pero ¿y si resulta más efectivo que todas esas cremas que comencé a ponerme por las noches después de cumplir los 25? Necesito hacer el intento, ya saben, por la ciencia. Se lo propongo a César, mi entonces lover y quien creo que no va a contagiarme alguna enfermedad en la piel. Me mira con cara de shock, pero cuando le cuento lo que he leído, me ve con interés, como si estuviera listo para fundar su propia firma de cosmetología.
Así que la próxima vez que eyaculó me lo puse en el rostro.
Más que mi leche desmaquillante, parece algo como ¿una jalea?, pero tampoco es nada del otro mundo, huele normal: a semen de César. Mi compañero me mira consternado ¿dónde quedó mi nuevo Elizabeth Arden? y no puedo evitar reírme. Es una escena patética. Ahora deberíamos estar besándonos y acariciándonos por tan buena sesión de sexo. Debería estar saboreándolo, pero no montando un salón de belleza.
No puedo dejar ni que se seque.
Corro a lavarme la cara y creo que dentro de su corazón, me lo agradece. Él y yo sabemos que voy a tener que seguir gastándome un 15% de mi salario en productos de belleza. Además, seguro que cuando yo tenga 45 esto ya lo venderán en el Walmart con proceso de pasteurización incluido. Fue todo demasiado clínico ¿Ven como después de todo sigo siendo una romántica?