Cesia González

Leopoldo el dinosaurio

 

No escribas mañana lo que puedes redactar hoy.

Recuerdo cuando leí los relatos de Augusto Monterroso por primera vez. Mi primera impresión fue que eran cuentos demasiado exóticos. Nunca había leído algo parecido. Eran tan diferentes e increíblemente imaginarios que me hacían pensar -aún lo hacen- que eran reales. En otras palabras, sus historias son tan fantasiosas que parecen verdaderas.

Me fascinaron y agradecí a mi maestra del colegio por enseñarnos tal manjar literario. Sin embargo, hubo un cuento que me atacó personalmente: Leopoldo. Una vez lo comencé a leer, sentía que cada oración, cada falta ortográfica del personaje y cada absurda distracción era mía. Grosso modo, la narración trata sobre un falso escritor que tiene tantas ideas por plasmar en el papel, pero al final no escribe nada.

Así pues, desde que descubrí que me gusta escribir -o que por lo menos lo hago de una forma decente-, al igual que Leopoldo me las llevo de intelectual. Y es que ¿Quién no quiere verse superior solo por saber redactar de una forma más o menos inteligible? En el fondo todo escritor -principiante o avanzado- lo desea.

Es así como Leopoldo se convirtió en el dinosaurio de mi habitación. Cada día despierto y esas ganas por escribir se encuentran presentes. Esas ganas por terminar de escribir las ideas inconclusas me carcomen. El ego por gritar a todo el mundo de que escribo siempre gana. "Yo escribo poemas", "una vez empecé a escribir un cuento", "a mí me encanta escribir". Escribir, escribir, escribir. Falso... Solo hablo, hablo, hablo.

Tal como Leopoldo, me distraigo con todo lo que me rodea. Dejo tantas ideas inconclusas y me excuso con que debo pensarlo o estudiarlo mejor. Cuando lo leí en Leopoldo sentí pena por él; pero ahora la siento por mí. La diferencia es que él es solo un personaje de un cuento. Yo soy parte de la vida real; soy parte del mundo que se come a los Leopoldos y los escupe a la humillación de la dejadez.

También por eso es por lo que creo que los cuentos de Augusto Monterroso -lejos de lo fantasiosos que pueden llegar a ser- son reales. Porque un día -en el que me las llevaba de intelectual en progreso- me vi reflejada en el fracaso de la ridiculez. Solo espero algún día encontrar un final para la pelea entre el perro y el puercoespín (si no entienden la referencia, lean un poco).

 

Última modificación Lunes, 11 Octubre 2021 09:33
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