Cesia González

Cristina Siekavizza: ¿Lujo de vida?

El 4 de julio de 2011 cumplí 10 años. La vida no podía ser mejor en aquel entonces; estaba en segundo grado y solamente me preocupaba de hacer rápido las tareas para poder salir a jugar con mi hermana. La rutina era la misma de siempre: ir al colegio, hacer tareas, jugar, ver televisión y dormir. En mi mentalidad y percepción de la realidad, todas las personas tenían este mismo lujo de vida. A mis 10 años, nadie en Guatemala -o en el mundo entero- tenía un estilo de vida diferente que lo hiciera sufrir.

Dos días después, el 6 de julio, un alma desdichada también pensó que todas las personas tenían el mismo lujo de vida. La diferencia radica en que, para ella, el significado era más oscuro. El sufrimiento era el lujo del que todos gozaban. El maltrato físico era una caricia sobre la piel. Ese lujo de vida que tanto normalizó, después de gritos y discusiones entre dos personas, calló una voz para siempre.

Así, la idea de que todos tenían una vida perfecta se derrumbó. El nombre de Cristina Siekavizza aparecía por todos lados. Al principio no entendía la razón, pero la curiosidad y el amarillismo de la infancia, me condujo incluso a leer en la prensa: el porqué de su desaparición. Cada día leía más y más sobre lo que le podía -o no- haber pasado a Cristina aquel 6 de julio. Cada grito, cada golpe y cada abuso lo sentí como propio. Incluso me sentí mal por haber pensado que la vida perfecta era para todos.

Tenía 10 años cuando comprendí que la desaparición de Cristina no era un caso aislado. Comprendí que la violencia contra la mujer era y sigue siendo un tema tan normal dentro de nuestra sociedad que, incluso con mis años escolares de por medio, aún no contamos con algún rastro que nos conduzca al paradero de Cristina. Para variar, con el nefasto Sistema de Justicia del que gozamos -bueno, las otras dos burlas estructurales también se incluyen- el posible culpable descansa al fin de la culpa, mientras nosotros ardemos en la eterna incertidumbre.

Sin embargo, lo que más aterra es pensar en cuántas otras víctimas han quedado en el olvido de su homicida, mientras que el Sistema de Justicia -en su insensibilidad- se jacta de trabajar en falsas evidencias. Pregunto, ¿a cuántas más personas el Estado protegerá? ¿Cuántos más casos de descarada impunidad tendremos en Guatemala hasta que alguien se oponga? ¿Cuántas vidas escolares acabarán antes de que Cristina por fin descanse en paz? ¿Cuántas más Cristinas y Robertos podremos soportar?

A pesar de que este caso está primordialmente relacionado con el femicidio, la impunidad tan desabrida que este gotea es solo un ejemplo de que la justicia en este país es meramente utópica. Mientras los intereses de ciertos grupos se vean afectados, la justicia es solo un espectáculo más en la comedia de sistema que vivimos. El lujo de vida con el que alguna vez soñé se vio aplastada con la desaparición de una mujer un 6 de julio de 2011. Pregunto ¿en cuántos años alguien más escribirá sobre la desaparición de una nueva Cristina? ¿Cuánta más injusticia e impunidad estaremos dispuestos a aceptar?

 

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