METAMORFOSIS...
Intervención IA de la pieza Autorretrato de Edward Hopper

METAMORFOSIS...

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METAMORFOSIS...

Se asomó y vio en el espejo un yo que no era él. Bolsas debajo de los ojos que denotan cansancio, juventud lejana y un poco la herencia familiar.

Se tiró el cabello hacia atrás y esas entradas mucho más marcadas hacían perfecta relación con las canas que no quería disimular.

Recorrió lo que fue en cuestión de minutos. Su cabeza regresó varias veces a muchos años y momentos de lo que veía como su época de gloria, de plenitud, de apogeo.

Amores, pasiones, desencantos, personas, amigos, amigas, todos encadenados a su memoria. Lo bueno, lo malo, emocionante, álgido, oscuro, todo. Eso fue él, eso lo hizo y lo fue modificando.

Pese a todo, aunque su espíritu deseaba ser una parte de aquel que no se repetirá, ya no era más que una utopía que se desvanece con el paso del calendario.

Ahora, con la mochila de la vida a cuestas, aunque siempre se fue fiel al no llevar nunca las maletas tan pesadas, por aquello de no poder cambiar de rumbo cuántas veces fuera necesario, se descubría sereno, más reflexivo, distinto.

Debía aceptarlo. Cada día su afluente continuaba su cauce, pero de manera implícita jamás sería él, el mismo. Parecía que sí, pero ese yo que no encontró en el espejo, solo deja paso a ese que es ahora y que debe hacer brillar y vivir. Sin afanes, sin prisas. Vivir y nada más.

 

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FAMÉLICOS...

Cada quien, de algún modo, lo somos.
De amor, de aventuras, de dinero, de fama, de locura, de riquezas, de grandeza, de reconocimiento.
Ninguno escapa.

Vamos por la vida construyendo una imagen para obtener lo que deseamos.
A veces se consigue, a veces no. 

Nada es perenne. Nada es eterno.
Dura un parpadeo de la vida misma.
Para nosotros son años, épocas o etapas.
Para el devenir de la existencia de la humanidad son ráfagas de fuegos artificiales, pirotecnia del cosmos.

Cuerpos hermosos, potentes, palabras sabias, mensajes intensos, acciones fantásticas o groseras.
En distintos niveles y momentos todo tiene su apogeo y declive.

¿Qué dejamos, qué somos, qué fuimos?
Vamos caminando, hambrientos de felicidad, esa que no se encuentra en lo externo, pero que a muchos con eso les alcanza para sentirse vivos.
Otros, menos exigentes, sentimos que la felicidad surge desde lo interno y eso nos complace.

Famélicos de todo.
Algunos, quizá millones, se conformarían con saciar su hambre de alimentos.
En un mundo tan lleno de riqueza, es terrible que cientos de millones no tengan un pan qué comer.

¡Qué mundo, qué humanidad tan fragmentada!
Las tiranías no son solo de jefes que se creen dioses, sino de cualquiera que doblega de cualquier manera a otro.

Famélicos. Nunca dejaremos de serlo. Es nuestra esencia.

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