Te recomiendo un poco de arqueología digital


Esta semana me llegó por chorromil vez la notificación de que me quedé sin espacio en el correo de Gmail. Así que la pregunta vino desde mi conciencia digital: ¿cuán útil o importante es esa información? Luego de 18 años de tener este correo, mucho he enviado, recibido y eliminado, pero saben, nunca es suficiente. Encontré un tiempo y decidí irme hasta el primero y limpiar de una vez por todas la bandeja hasta que me aburriera. Por eso recomiendo hacerlo. Es un encuentro con un yo, casi desconocido. En esos 10 mil correos que he ido limpiando no hay spam, mensajes de bancos y esas cosas, siempre los borré de inmediato. Prometo que la mayoría fue correspondencia real con seres humanos.

Mensaje de 2006 a personas que ya no están en mi vida, incluso personas que no sé quiénes son y conversaciones de grandes amigos que no encontré ni en el buscador de Facebook. Al inicio, los adolescentes de los años 2000 me darán la razón, todos estábamos en Hotmail o Yahoo. De pronto apareció Gmail y hubo una migración masiva, Gmail era el centro de todo ¿y qué nos compartimos? Cartas digitales, fotos, cadenas, presentaciones de powerpoint, poco a poco se iba convirtiendo en una red social. Con eso es lo que me topé.

Digo que es un encuentro con un yo desconocido, porque es regresar a esa manera de pensar, a esos intereses, lenguaje, vocabulario, y te encontrás en medio de un punto de introspección. Es como una radiografía digital de quién eras hace tanto tiempo. Aprendí varias cosas:

La gente cambia. Sí, es un hecho, aunque dice una amiga: “la gente no cambia, empeora”, y me demostré, las dos cosas. Creo que ahora ya no soy tan severo conmigo mismo ni con mi entorno. La experiencia me ha llevado por otro camino, no sé si de madurez, pero al menos ya no juzgo tan mal a los demás. Incluso creo que he dejado de hacerlo. Las maravillas de los 40.

Las amistades son pasajeras. Sí, pero no del todo. Encontré un correo con un cuento que escribí para un periódico que ya ni existe. El amigo al que se lo envié para que lo publicara ya no vive en Guatemala. Entonces le reenvío de nuevo el correo y tratamos de recordar cuál era el contexto, yo tratándome de encontrar en las palabras del cuento y él tratando de recordar cuál era el fin de la publicación. La amistad continúa pese a la distancia, no así otros destinatarios con los que me escribía casi todos los días y que ahora son extraños en mi vida.

El humor permanece. En mi opinión, el correo electrónico nos confirmó la universalización del sentido del humor. Lo que parecía chistoso en una escuela de Japón, también lo era acá. Te topabas con cadenas de correo que venían del otro lado del mundo con chistes gráficos que aún te dan risa. Era el origen de los memes. Y sí, el sentido del humor retorcido sigue intacto.

Amores más que marchitos. “El tiempo sólo te sana lo que no importa ya”, dijo el Aragonés Errante, y este ejercicio lo demuestra. Si seguís mi recomendación, vas encontrando cartas enviadas y recibidas; es una manera bastante justa de aceptar que no siempre se fue una víctima: uno también es victimario. No es que esas palabras y sentimientos no tengan algún valor, pero ya no representan lo que alguna vez fueron. Personas de las que nunca volviste a saber nada, hubo amor el sentimiento es mutuo y también, algunas que aunque comparten círculos sociales, simplemente las cosas están en paz. Y más importante: una última ojeada y a eliminar, te aseguro que lo mismo hicieron las contrapartes. Ves de reojo y decís: “Impunes no quedamos… amor mío, amor de mi vida, suframos en paz”.

Personas que ya no están vivas. Antes que nada, confirmo que no llega un arrebato de melancolía, pero como es algo que no andás buscando, sí sorprende que aparezcan correos de personas que ya fallecieron. No los borrarás, así sea una lista de supermercado o un recordatorio. Esos correos son un nuevo cementerio en el que encontrás gente querida que, pese a estar muerta, podés visitar en tu celular. Reencontrarte con ellos puede ayudar a sanar duelos latentes.

La vena literaria. No creo ser el único que escribió una idea, cuento o poema en un arrebato de inspiración y decidió mandarse a sí mismo un correo para no perderlo. Esto es de lo más importante para mí. Leer a tu yo de hace tanto tiempo es un ejercicio de introspección severo, pues estos textos, sin destinatario, sin intención de ser un diario, te muestran cómo eras entonces, te ayuda a identificar qué conservás y qué ya solo es un mal o buen recuerdo. Hay algunos textos que podés rescatar y que tienen mucho potencial.

Cementerio de proyectos. Si me dieran un quetzal por cada proyecto genial que nunca vio la luz no sería millonario, pero bien saco para un combo de Burger King. Reconozco que aún hay unas ideas que veo viables, pero el secreto siempre es el mismo: capital de inversión y riesgo. No es ninguna estafa piramidal, pero sí son ideas que necesitan de dinero para existir. Otras, al contrario, siguen en el mar de la utopía y nunca llegarán a ningún puerto.
Hay una que sí, y aún no existe, poco a poco va para allí. Este amigo dijo, en 2006, pero lo venía diciendo desde 2001: “Deberíamos proponerle a Mc o a Tacobell que uno de sus locales abra hasta las tres de la mañana, incluso hasta las cuatro. Es un modelo de negocio que nadie tiene y se socaría de gente, uno después de los tragos no tiene dónde comer”. Doy fé de la antigüedad de esa ideas que hace pocos años se comenzaron a implementar.

No sé si termine esta purga, pero lo que llevo de tiempo me ayudó para aprender más de mí mismo. Te lo recomiendo.

 

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