Juan Pablo Dardón

Salud nocturna

Medible. El progreso de un país está dado por varios indicadores de corte tradicionalista que los diarios nos empujan en sus diferentes secciones: nacionales, economía, seguridad, deporte y cultura. Con ellos, uno llega a hacerse una idea de lo bien o mal de un pueblo.

A mí me da por conocer el desarrollo de una formación social por la vida nocturna que ofrece. Tal afirmación, por pueril que le parezca, está untada de verdad como saltina de caviar en año nuevo. Revisemos un poco. La noche es el lienzo idóneo para ciertas actividades de esparcimiento que no tienen cabida en el desarrollo normal del día.

Es decir, se necesita que haya demanda para que surja la oferta, principio económico básico que hasta los niños entienden. Y la demanda de una mejor vida nocturna hace que la oferta crezca, es decir, lo que hay que hacer de noche, es retroactivo de lo que la gente quiere hacer.

Si hay teatro, es porque hay demanda de él. Si hay música de cámara, idem. Lecturas de poesía, igual. Bares, antros de buena o mala muerte, restaurantes, discotecas, centros culturales, hablan claramente de una sociedad. Las actividades están a la altura de quienes exigen eso en sus vidas.

Una sociedad libre, segura, próspera económicamente tiene la capacidad de ir a la noche a buscar el entretenimiento que por derecho universal, le corresponde. Mientras que una sociedad empobrecida, apaleada por la violencia y con poca o nula capacidad de adquisición, tiene obligaciones inmediatas más importantes que cubrir, que asistir a un cuarteto.

En esa transición es normal encontrar que la oferta se torna hacia dos rubros opuestos pero necesarios: el “elitismo”. Es decir, aquellos que al tener contacto “de mundo” conocen otros lugares donde la vida nocturna ha sido de gran factura y tratan de replicar el modelo a su país de origen; llevando así, un poco de aire cosmopolita a un lugar que empieza a serlo.
Y la otra que trata, el “localismo”, que son lugares de esparcimiento de poca oferta, creados para un grupo específico que cumple con las características de un barrio, colonia, zona.

Salud Nocturna 2: La élite

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Aspiracional. Todo lo relacionado con el entretenimiento de corte cosmopolita coquetea peligrosamente con este término, tan certero a la hora de la oferta nocturna, como negativo en las actitudes de los participantes a tal banquete.

Es decir, todo aquello que tenga que ver con entretenimiento trata de maquillar esa fealdad con rimbombancias efectistas. Ofreciendo un estatus de exclusividad a su mercado, de pertenencia a un sector, a una élite donde todos quieren estar pero pocos, pueden acceder.

Esto se aplica al tridente más común de la oferta nocturna, es decir, a las discotecas, los bares y los restaurantes. Allí es donde la competencia es feroz para ganarse el dinero de los fiesteros, comensales, nictálopes en general.

Es normal que dichos lugares sean resguardados del “mal gusto” y la “mala compañía”, por gorilas que deciden a dedo quién entra y quién no a tales recintos. Es una forma de mantener el mal llamado estatus del local.

Y el buscador de oferta nocturna de poca monta, pasa por alto la humillación a la que es sometido por estos bolardos de carne. Allí que es necesario que el asiduo parrandero también debe de educarse sobre quién pertenece a la élite y quién no.
Aguantar a los guaruras no es pasaje directo a Ibiza, Sitges, Tokio, New York o Montevideo. Es estar en zona 10, Carretera a El Salvador o Antigua, no se confundan. Mi recomendación es leer y conocer que trasnochar, no necesariamente es tacuche y tacón alto dentro de un ron blanco con cola.
Es algo más allá que debe de dejar una luz encendida en la noche de la cotidianidad. Una razón para ayude a vivir. De esa forma, dejará de ser parte de los aspirantes a VIP para ser parte de una élite más selecta: las verdaderas aves nocturnas.

Es decir, aquellos que sabe para qué se hizo la noche, para cantar la alegría y elegir un lugar y espacio para alejarse de la rutina, un lugar para aprender y disfrutar de nuevas experiencias que no se circunscriben a dolor de cabeza por exceso de ron blanco o las 25 cervezas de anoche.

Salud Nocturna 3: Localismo

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Referencial. Los bares provincianos, de barrio o con una identidad específica, son referentes de sus visitantes, sus gustos y costumbres. Es decir, allí se congrega una muestra estadística que nos habla muy bien de ese sector de la sociedad.

De esa cuenta encontramos las cantinas tan tradicionales de los mercados y que funcionan de eje gravitacional a la dura, pero colorida, cotidianidad de ese lugar. Por las noches, evidentemente, son antros de esparcimiento. Y de perdición.
Allí, vendedores, guardias y vagos disfrutan por igual. Sucede lo mismo con aquellos lugares que han forjado una identidad propia que atrae a los que se les activa el botón de la empatía con su aura.

La zona 1 está plagado de estos últimos, asimismo, las cabeceras departamentales. Encontramos allí nombres como El Portalito, Bar Europa, Las Cien Puertas, El Granada, por mencionar algunos, que se vuelven consuetudinarios y forjan tradición. Ya saben, el trago es un símbolo patrio intangible de esta nuestra Guatemala.

En lo personal, soy más afín a este tipo de lugares que la grotesca algarabía de lo que se encuentra en zona 10, Antigua, Pana o Xela. Es decir, discotecas punchis punchis, aunque en esos lugares existen también barcitos para no salir nunca de lo tiernos y acogedores que son.

Y es eso justamente donde reside la importancia de una cantina o bar de barrio, porque allí es donde se socializa, se hace y deshace la identidad de los habitantes en derredor. La noche es un ente vivo alrededor de una mesa, departiendo penas y alegrías al ritmo de la música elegida. Ya sea rockola o mariachi ambulante, el ambiente es alegrado por la cháchara que sube de tono mientras más ocupados estén los meseros. O al contrario, como el Granada, que carece de música y allí se llega a comer y a echarse los tragos como Dios manda.

Existe aún un comedor que una vez puesto el sol, se inviste de cantina, está cerca del Sagrario de Guadalupe y fue bautizado como Agapito por los que empezamos a asistir a dicho lugar. Por unos meses fue el lugar para ir, y así como llegamos así nos fuimos.

Salud nocturna 4: El Agapito

Bueno, el lugar no es cualquier cantinucha de la zona 1. Es un comedor porque sirven comida. Y cerveza por las noches hasta la una de la madrugada, como dicta el manual de estilo nocturno, también llamado, ley seca.
El nombre, tiene muchos, pero nosotros le colocamos Agapito por su mesero pequeño y atento que discurría de un lado a otro con platos de grasientas tortillas sazonadas con especies demoníacas, enormes tarros de cerveza y cambiando el ritmo al gusto del cliente.

Allí era la democracia musical, se cambiaba de estilo a la carta. En ese lugar, en una cantina de barrio, me hice amigo por primera vez de un asiduo grupo de estilistas ultra afeminados que cortaban pelo en el centro comercial Capitol.

Estos muchachos cenaban luego de un duro día trabajo cortando greñas a diestra y siniestra. Se maquillaban y esperaban pacientemente a que el alcohol hiciera su labor. Es decir, desinhibir. Sucede que dicho lugar, si bien era frecuentado por la troupe que hicimos las delicias de la zona 1 en aquellos años, era punto de reunión de policías privados, mensajeros de ropa plastificada y sibaritas callejeros, una forma de llamar al buen “huevón” de cuadra.

Una vez flojas las camisas, luego de la jornada diaria y relajada, la mente por al menos dos litros de cerveza, los comensales gustaban de bailar y así nuestros amigos peluqueros bailaban con ellos con la mayor naturalidad que era tarea común en dicho lugar. Era un rito, como la vez que vi la fiesta de cambio de cofradía en Santo Domingo Xenacoj y los hombres, ebrios, bailaban sin mayor apuro entre ellos.

No se aflija señor o señora, la heterosexualidad está salva, simplemente son aspectos antropológicos de género; los mismos rusos para cerrar tratos o en fiestas, se pegan un topón de boca, sin soñar con Adonis o abandonar a mujer o hijos, cantando a todo pulmón, Gloria Trevi. Qué ha sucedido, tampoco se lo niego.

La noche es para disfrutarse a sí mismo, que bien puede suceder en un antro del Centro Histórico, o bien un edificio cuasi corporativo creado para la fiesta, como sucedió la vez pasada en el Palacio de Gaviria, en Madrid...

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