
- Ciudad Bizarra
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Todo tiempo es mejor
Camino con mi amigo en las sombreantes calles de la noche. El eco hace los pasos largos, los charcos ahogan los pasos.
Nada de lo que dijimos esa noche fue importante, algo común para los nocturnos de ese tiempo: arte y pensamiento. Planes futuros. Nada se concretaría porque de eso está realmente construido este lugar: charlas.
Y fiesta. Llegamos al esperpéntico antro que revienta las paredes metiendo sudorosos hasta por las ventanas. El olor a cerveza derramada y tabaco húmedo agria el ambiente. Eso y algunas caras de gente que se tuercen al vernos entrar.
Nos fuimos acostumbrando a eso, al halago y al defenestre. Fuimos importantes para esos tiempos, lo pienso ahora. Ahora ya no importa porque nada irá a cambiar el pasado. Fue la actitud lo que nos cambió, llevamos la rabia a límites insospechados con resultados que nos asustaron. Eso es la intensidad.
Durante el día nos engañábamos en un trabajo y por las noches nos quejábamos de él. Teníamos dinero suficiente para dar propinas y ser elegantes con los vagabundos. Tomábamos e invitábamos al entourage que siempre nos encontró. Viva la posguerra.
La noche me dominaba, ahora es a la inversa. Caminaba con mi amigo de ese entonces y hablábamos del instante que les describo, la lejanía del acto, la emancipación del arte de la vivencia, el afuera de todo y dentro de uno.
La zona uno es un enorme bombillo que atrae y seguirá atrayendo palomillas a revolotear su encanto. Y allí están, miren a la nueva generación, no los culpo. Fue en la época en que Alfonso Portillo era libre como ahora y por lo mismo, se me confunden los tiempos.
Mi recomendación es vaya y participe del jolgorio nocturno del Centro Histórico, no se preocupe, ya el alcalde trabaja para hacerla segura. Inclusive, hasta se realizan espectáculos de moda y si un modelo se siente seguro allí, ¿cómo no se va a sentir usted como en casa?