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Discurso de entrega del Premio nacional de periodismo Enrique Gómez Carrillo 2019, el 29 de noviembre de 2019
Discurso de Gabriel Arana Fuentes a propósito de la entrega del Premio nacional de periodismo Enrique Gómez Carrillo 2019, el 29 de noviembre de 2019.
Excelentísimo viceministro de Cultura y Deportes Geovany Noriega, miembros del jurado calificador y público en general, les deseo un buen día.
A los colegas de los medios de comunicación que están en la sala, les doy desde ya, un abrazo fraterno en conmemoración del Día del Periodista.
Nunca está de más recordar un poco de la vida de Enrique Gómez Carrillo, no solo a propósito de esta entrega, sino por su obra. Hemos oído que es el “príncipe de los cronistas”, y nos suena a un título casi inalcanzable para los que nos dedicamos al periodismo cultural. La obra de Gómez Carrillo es decir 87 libros en 54 años de vida. El número demuestran sin duda, que son piezas magistrales acerca de cómo realizar este oficio: registrar la cultura.
Es un honor para mí ser parte del jurado, y comentarles que el galardón busca honrar la calidad periodística cultural y eso explica el resultado de este premio. Gómez Carrillo es un ícono de la comunicación. A 92 años de su muerte su obra es ejemplo de cómo se debe realizar este oficio que entre líneas nos dice: un periodismo bien realizado atraviesa los umbrales del tiempo. Que no se nos olvide, Gómez Carrillo es una de las columnas de la literatura y del periodismo de este país.
Invito a que se reflexione que este premio es una oportunidad pocas veces encontrada en el periodismo cultural de Guatemala. La cultura apela a la cualidad y no a la cantidad. No podemos pensar que la cultura carezca de calidad porque no genera un tráfico de grandes proporciones en los portales de Internet, o que no sea de un aparente interés masivo. Tampoco se debe pensar que no tiene la misma importancia que el periodismo político o el deportivo. Invisiblilizar la cultura es imposible, lo que sí se puede es ignorarla, y esa es la lucha del periodismo cultural: luchar contra la desinformación artística aparentemente voluntaria. Hacer como que no existe, da la impresión que así es.
Los pintores intervendrán sus lienzos, los escenarios recibirán actores y bailarines, pero es obligación de los medios de comunicación del mundo registrar todos esos logros. Por ello aplaudamos a los comunicadores que buscan registrar esas creaciones artísticas, sea como reportero de planta o como periodista independiente en un medio de comunicación emergente.
Como periodistas trabajamos para la noticia, y más importante aún, para la Historia. El registro de nuestras acciones no solo es político o deportivo: a través del tiempo a una sociedad se le conoce por su cultura y ¿qué dirá entonces de nosotros la Historia si en la actualidad las secciones culturales desaparecen de los medios nacionales?
En 50 años, al revisar los diarios y sus archivos electrónicos, ¿qué encontrarán los estudiantes del futuro en las aparentes páginas de cultura? La mitad serán noticias morbosas; la otra, bromas de internet. ¿Será ese nuestro legado? Quizá la respuesta la tenga quienes toman las decisiones en un medio de comunicación. Nosotros como periodistas lo sabemos: ellos deciden la agenda, ellos disminuyen las páginas de cultura, pero la gente no lo sabe. Han convertido el periodismo cultural en un acto de resistencia. Celebremos a quienes no se rinden en el oficio de registrar esa labor.
Gómez Carrillo debe ser una inspiración, por lo que debemos celebrar su legado con un ejercicio palpable y de calidad. Un periodista cultural cubre conciertos, presencia el momento en que un pintor boceta. Uno puede entrevistar a sus ídolos, convivir con ellos, leer su obra y nunca olvidar que el fin último es llevar al lector, o por el medio que sea, lo que acontece en la cultura. Por tanto, Gómez Carrillo debe ser un autor de cabecera. Si leen a Carrillo vivirán su obra, con sus palabras se puede sentir el clima si es un libro de crónicas de viajes, hasta podrán sentir en carne propia los horrores de la guerra si fuera el caso. No importa que haya pasado un siglo, o que estemos a un océano de por medio de donde ocurrieron los hechos. Cumple con una motivación clara: hacernos parte de eventos que por distancia son ajenos, pero por empatía son propios.
María José Sueza Espejo, al referirse a la prosa de Enrique Gómez Carrillo, hace una descripción que bien podría ser la misma que del ejercicio del periodismo cultural. Sucede que en la obra de Gómez Carrillo, dice Sueza, “está el gusto por la naturaleza y el aislamiento de la sociedad, el rechazo de la cotidianeidad gris. Del parnasianismo tomó la perpetua e incansable búsqueda de lo bello por encima de cualquier otra cosa. Y del simbolismo, la promesa de llegar al fondo de la belleza, consagrándose a su estudio en un intento de descodificar sus secretos, de revelar sus intimidades, imitando sus riquezas, exaltando las sensaciones que despierta, ya sean lumínicas, musicales, olfativas… El propio Gómez Carrillo afirmaba en una de sus crónicas que su objetivo principal y casi único era captar y transmitir sensaciones. Hubiera podido muy bien decir impresiones”.
Celebremos la cultura y la obra de Gómez Carrillo, que este premio continúe como incentivo para realizar un trabajo periodístico de calidad y no uno para salir del paso. La cultura siempre nos superará. Ante ello, hagamos lo que esté en nuestras manos para que quede un registro de su historia.
Gracias.
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