Wilber Sánchez Ortiz

Fernando Valadez, el cantautor mexicano que le escribió y cantó a Centroamérica

Fernando Valadez nació en Mazatlán, Sinaloa, México en 1920. Compositor, cuyo resonante apellido heredó su meritorio pariente el escritor mexicano Edmundo, también Valadez, autor de La muerte no tiene permiso y editor de la revista El Cuento y acaso, por su origen en el occidente de México, pariente de Alberto Aguilera Valadez, el célebre Juan Gabriel.

Fernando Valadez fue autor de boleros populares en el periodo comprendido entre los años 1950, 1960 y 1970; destacan entre otras de sus canciones Porque no he de llorar, El diccionario, Como de que no, Una noche más y Cántele mar, este último una suerte de himno al puerto de Mazatlán. Un boom que en su momento tuvo como su más cercano competidor en las preferencias del público al también célebre Agustín Lara. Sin embargo, Fernando a diferencia de Agustín, se posicionó mejor dentro del gusto de Centro y Sudamérica de manera tal que fue más popular en dichos lugares y apenas posicionado y recordado en México.

Parte de su obra musical se encuentra situada en Centroamérica con títulos como: Ojitos Salvadoreños, Coatepeque, Costa Rica, Patojita linda, No estés triste patojita, Panajachel, Tapachulteca. Uno de sus discos lleva el sugerente título Homenaje de Fernando Valadez al Caribe, Centro, Sudamérica y México, pero no existe un disco que reúna todos los títulos aquí mencionados y aunque también recorrió, cantó y compuso canciones a otros pueblos del sur del continente, fue en Centroamérica donde recaló con bastante interés después de algunas presentaciones a lo largo y ancho de estos países como reflejan algunos giros lingüísticos en sus versos o las referencias geográficas de las que se apoya en su letra ¿A qué se debió ese hecho? ¿Cómo nació la decisión de visitar Centroamérica? ¿Habrá acaso indicios de una relación afectuosa, empresarial en sentido estricto o ambas cosas con los García Granados de Mazatlán que tal vez lo llevaron a Guatemala primero y después más al sur?

Hay que recordar que de acuerdo a las memorias del General Miguel García Granados, hubo hermanos suyos establecidos en aquel puerto mexicano que a la postre se posicionaron como empresarios y más todavía, intervinieron en la política local, lo que los llevó a participar en ciertos procesos históricos de la república hermana, durante el juarismo y durante la revolución. Viven, hasta la fecha en Mazatlán y ciudades cercanas, descendientes de aquellos primeros García Granados guatemaltecos del siglo XIX que con toda seguridad conocieron y trataron con cercana amistad a don Fernando, invitándolo a conocer aquellas tierras.

Y de acuerdo a la temática de sus canciones, ¿Eran simbolismo puro las alusiones femeninas y recuerdos amorosos de don Fernando -que era descrito como un hombre apuesto- o realidades de un seductor en cada patria? Seductor que además causaba revuelo en las presentaciones que hacía por sus composiciones, por su voz clara, por su piano potente, pero también por su discapacidad física producto del polio en sus primeros años de vida. Se cuenta la anécdota de que los revolucionarios que fraguaron la caída del dictador dominicano Leónidas Trujillo, amparados en la reputación del poeta y cantautor mexicano, lograron evadir una persecución enseñando una manta que decía “no disparen, aquí viene Fernando Valadez”.

Sin duda, también hay versos que nacieron del afecto tributado a los pueblos del rumbo, que lo recibieron con aplausos sonoros, pueblos que sin duda recorrió más allá del papel de músico y que se extendieron a una condición de turista, impresionado por aquellas imágenes de postal del istmo de América.

Como hoy partimos de pocos datos para averiguar la incursión del maestro en Centroamérica, nos queda la posibilidad de escuchar sus canciones y gozarlas en el contexto de la época en que fueron escritas y su obra es, por tanto, la referencia correcta para poder medir sus aportes a la música centro y latinoamericana.

 

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