
- Burbuja Pop
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Birdman: Una inesperada epopeya del fracaso
Antes de cualquier reparo de su parte, estimado lector, quisiera decir por qué. No es que me parezca que ese premio sea una referencia del cine (solo pensemos en la lacrimosa Titanic o, más recientemente, en la patriótica Argo), sino que, de vez en cuando, es posible encontrar entre sus nominadas alguna propuesta memorable, como la estremecedora Bestias del sur salvaje, que resonó entre las candidatas hace un par de años.
En este 2015 pareció existir alguna pequeña polémica acerca de dos de las películas que contendían por una estatuilla dorada. Fue como una pequeña disensión, que de pronto se hizo intensa, entre quienes se inclinaron por Boyhood, de Richard Linklater y Birdman, de Alejandro González Iñárritu, que al final, de manera casi sorpresiva, resultó ser la ganadora.
A mí las dos películas me parecieron interesantes, aunque no creo que Boyhood alcance la fuerza expresiva, la profundidad y el lenguaje simbólico que alcanza Birdman. La primera llama la atención porque fue filmada a lo largo de once años, pero se queda en una crónica no demasiado original acerca de la vida del hombre “normal”, entendiéndose como tal a ese ser humano que gravita en lo que se conoce como la clase media, con sus sueños, sus fracasos, sus pequeños triunfos, sus derrotas definitivas, su acomodamiento. En cambio, la segunda me parece una cinta que alcanza a rozar ciertos recovecos del alma humana como pocas narrativas visuales en los últimos años.
Hasta ahí todo bien. Uno tiene una opinión, tan subjetiva como todas, y de eso se trata el mundo. Pero me di cuenta de que muchos opositores de Birdman iban más allá de un simple «No me gusta». Era como si les molestara algo del filme. Y por eso estas reflexiones. Creo que la película de González Iñárritu, más allá de sus aciertos o deslices, que los tiene (por ejemplo, adolece de cierto efectismo), logra ponernos frente a frente con nuestro miedo al fracaso. Es una película sobre el fracaso. Una hermosa y poderosa metáfora
que nos muestra la futilidad de cualquier esfuerzo, lo engañoso de cualquier reflejo.
Estamos condenados al fracaso hagamos lo que hagamos (un fracaso metafísico, no uno real, aclaro), nos dice con perturbadores símbolos el director mexicano. Y esa imagen tan viva parece molestarle a la gente, pero no sucede lo mismo con los personajes de Boyhood, resignados a la medianía o a la evasión. Dos películas que, extrañamente, ahora que lo pienso, están conectadas. Los caminos del cine parecen ser también inescrutables.