No tengo hijos para no regalarle esclavos al #CACIF

Era una conversación inocua de martes a las siete de la mañana. Como cualquier otro día comentando las noticias, que #COVID, quién ya se enfermó, quién no, quién ya no sigue en este plano, sus vacunas y si había en el grupo de chat (17 sujetos entre los 38 y 40 años) alguien en contra, quién consume dióxido de cloro... Siguió el tema hasta llegar a si esta es o no una guerra mundial, que los chinos y los gringos, quizá se proponen diezmar la población.

Entonces mencioné que la economía china va al alza, le gana terreno a Estados Unidos., todo esto mientras celebran el primer siglo del Partido Comunista de China. Si se trata de diezmar la población, ¿pues cómo saberlo? Entonces dije:

“Yo no tengo hijos para no regalarle esclavos al #CACIF”.

Las risas vinieron, pero luego me quedé pensando en esa puntada.

Creo que el comentario es el resultado de la batalla actual que tengo en la construcción del contenido del curso que imparto. Tengo días de atraso y ya siento que empiezan las llamadas de presión de la facultad. Le digo crisis porque intento hacer del curso algo interesante en contexto digital y que sea una herramienta útil para un estudiante de primer año. La intención se me sale de las manos. Este es el punto: por más que me esmere, no está en mí que los estudiantes acepten, porque sí lo entienden, la utilidad del curso en su carrera. Como les digo:

“Si te metiste a estudiar comunicación tenés que ver películas, leer literatura y textos académicos y claro… escribir”.

Entonces estoy en esas. Ah sí, además… mientras armo el programa veo lo difícil que es ser universitario ahora, digo, la pandemia ya les robó dos años… los más importantes en mi opinión. Y entonces pienso esto: la educación no sirve para lo que creemos. En este mercado no se premia el conocimiento, es la cultura del vivo y que tan buenos contactos tenés.

Ya saben, esas ideas existenciales y los sinsentidos de la vida. Recuerdo cosas que he escuchado en el salón de clases y como no importa tener evidencia, simplemente hay quien se niega a aceptar la información. Como profesor sos un facilitador. Vas, invitás a la reflexión, das datos, y no crean... no es fácil darle evidencia a la gente. A veces ves cómo se revienta su burbuja, ves como se parte su rostro de la decepción cuando les proponés un punto de vista distinto al que defienden.

Como profesor, tenés que entender que de los estudiantes que te llevan la contraria hay dos tipos: los que lo hacen por deporte, y los que lo hacen porque repiten lo que escuchan en sus entornos.

Estos son un par de ejemplos.

Este alumno se la pasó cuestionando a Venezuela, el socialismo y defendiendo el capital y sus bondades, así fue el semestre entero. Se le escuchaba, si le preguntaba sus fuentes pues eran CNN y Univisión. Si era una invitación al diálogo pues se construía uno, al final era una suma de opiniones.

Cuando terminó el ciclo me desconcertó este joven. Una semana antes del fin me dice:

“¿No puede dejar un trabajo extra, es que no quiero perder mi promedio y por tanto la beca?”

Antes debo mencionar algo más. Hay que tener mucho cuidado cuando das clases. Tenés que pensar mucho lo que decís por la sensibilidad que representa a esta generación. Pero a veces, respondés de una, sin pensar:

“¿Beca? ¿Pero ese es un principio social? ¿Socialista? Las becas son para personas que no pueden pagar sus estudios pero a cambio, demuestran un buen desempeño de aprendizaje y entonces, la sociedad, o en este caso la universidad, decide becarlo. Los compañeros que sí pagan por sus estudios, a su vez, pagan por los estudios de los becados. Es un principio social y de empatía… una idea socialista”.

Palabras más, palabras menos, algo así dije, pero para cuando me di cuenta, algo había pasado en ese joven. Simplemente, no sé si lo ensucié con mis palabras, como si se hubiera decepcionado de sí mismo, de sus papás, no sé. Como si su defensa durante el curso del empresariado guatemalteca, incluso su justificación por el no pago de impuestos era válido so pena de la corrupción, como si todo eso se hubiera resquebrajado.

El otro caso comenzó con una broma. La clase estaba por terminar y un estudiante me dice, “Tengo una pregunta, pero es tonta...” lo interrumpí, le dije que abortara esa idea de tener pena por preguntas aparentemente tontas, que un comunicador que se queda con dudas es el peor. Que preguntara todo, y que además lo cuestionara. Entonces dije,

“la tontería que le he escuchado a comunicadores es esa de “El pobre es, porque quiere””.

“¡Se equivoca! ¡Eso sí es cierto!” interrumpió un tercer estudiante.

“Yo conozco un caso de éxito. Fíjese que mi vecino estaba desempleado, y dijo, ‘yo no me voy a dejar vencer’, y entonces se puso a vender el tomate de su granja. Entonces, así y así, vendía y vendía, y ahora tiene un pickup Hilux del año. Él me enseñó que es cierto eso de que ‘el pobre es porque quiere’”.

Lo dijo con una convicción casi teatral.

“¡Qué bien por él! -le digo-. Es bueno saber que hay casos que salen adelante de la adversidad, son la excepción, no la regla. Pero, ignorando por un momento que el vecino tenga una granja, que de por sí eso ya es un capital que no todos tienen, quisiera saber algo. ¿Trabajás? -Sí, en un callcenter- ¿Tus padres trabajan? -¡Por supuesto!- ¿Tenés un Hilux?”.

De nuevo, una burbuja rota. El rostro del chico estaba desarmado. Y el punto está en que debés continuar, no te podés quedar en la metáfora. Es tu obligación explicar tu punto.

“Supongamos -continué- que tener un pickup sea signo de no ser pobre. Me animo a decir que en la clase, ninguno tenemos un auto así, el que esta clase se imparta de noche es símbolo de que todos trabajan, entonces, si no tenemos un Hilux ¿es porque no queremos, o no tenemos? Digamos que no tuvieras que pagar nada en tu casa, nada de servicios, nada de la canasta básica, ¿podrías pagar un auto de más de Q145 mil con lo que recibís en el callcenter?”

No sé si la respuesta le fue útil, lo que sí sé es que no supo responder nada más y no es que haya sido un intercambio de gritos o lenguaje sonante, no, fue una conversación reflexiva normal. Sea como sea, el chico no volvió a participar en el curso, y le pedía su opinión, pero a veces como que tenía la mirada ida. No volvió a defender los programas de Responsabilidad Social Empresarial de Guatemala, que la venta de la hamburguesa, que la rifa de un carro para ayudar a tal entidad, que el cachito para ayudar a niños con enfermedades terminales, o regalar el vuelto en el supermercado. Y claro, que la pobreza no necesariamente es un tema de actitud y de no tener pensamiento emprendedor, de tiburón o cualquier otro animal.

Entonces, y me centro en estos dos casos nada más, me sorprendió que no los volví a ver con el mismo ímpetu empresarial, de Océano Azul y no rojo, de Matar la vaca, de Padre Rico y Padre Pobre. No volvieron a defender a capa y espada ciertas posturas acerca de las bondades del capitalismo y a señalar las diabluras del socialismo.
Yo lo que les propongo es informarse lo más posible antes de levantar estandartes, no importa el color que sea, quizá a más información menos ganas de levantar una bandera que no sea la que lleva su propio nombre.

Estos casos me hacen pensar que somos esclavos de un sistema que nos hace creer que somos parte principal de él, cuando somos solo espectadores cuando hay suerte, cuando no, herramientas. Como buenos esclavos, no nos damos cuenta de lo que somos, un activo más (un asset, la palabra de moda). Somos capital sí, capital humano de algún empresario que no te dejará estar en su nivel, aunque te diga lo contrario. No es un secreto que para hacer dinero, hay que tener dinero.

La guasa esa de que no tendré hijos para no regalarle esclavos al #CACIF es realmente no regalarle esclavos al sistema, dije #CACIF porque mi contexto es Guatemala. No vaya ser que con la broma le machuque un cayo a la flor… ya sabemos que no se les puede criticar ni con el pétalo de una rosa. En El Salvador tendrá otro nombre el consorcio que tiene el mercado agarrado por los huevos. Vean a su alrededor, las personas emprendedoras empezaron con un capital mínimo, y es mentira asegurar que se puede emprender sin capital… aunque tengás mentalidad de tiburón… mejor algo más agresivo, mentalidad de Tiranosaurio Rex, de Megalodón… de Meteorito apocalítico...

¿Hay salida? no… a menos que tengás capital para hacer más capital. Quiero creer que eso solo es problema del tercer mundo. Ya sabés, el sistema necesita esclavos, vos verás si le regalás uno, dos, o los que mande Dios.

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