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Ritchie Blackmore, el juglar
1) Mucho me sorprendió enterarme que el guitarrista inglés Ritchie Blackmore usa peluca. Ya me extrañaba el contraste entre su cabellera rala de los años 70 y la melena en toda regla que lució a partir de la década siguiente. «Ritchie no está calvo sino que tiene muchas entradas y un poco de calvicie en la coronilla. En los 70 se hizo implantes de pelo, pero no salieron bien y tuvo un rechazo. Todas la pelucas que ha llevado desde entonces no han sido pelucas completas sino piezas porque aún conserva su pelo natural», explicó la usuaria identificada como Aninhoa durante su participación en el foro «¿Qué peluca le queda mejor a Ritchie?», abierto en la red el 29 de julio de 2004.
Ya saben, si admiramos a un artista husmeamos donde no debemos para enterarnos acerca de quién es, de dónde proviene, cómo aprendió a pintar, a escribir, a tocar la guitarra. Así armamos las biografías que recitamos en orden, sin confundir fechas, para lucirnos ante los amigos que comparten nuestras aficiones. Tomamos con reservas sus aportes, nos apresuramos a corregirlos apenas se confunden de fecha y no dudamos en alzar la voz con toda vehemencia si incurren en la osadía de cuestionarnos.
Hasta hace poco, la pérdida de la cabellera entre los hombres causaba tremendos bajones en la autoestima. Todo asomo de entradas era recibido con alarma, todo pelo desprendido de la cabeza era tomado como desertor digno de ser sometido a consejo de guerra y condenado a reclusión perpetua. Costaba resignarse a la tonsura de fraile, la comparación con las fotografías tomadas cuando niño y adolescente contribuía a aumentar el malestar. Y no digamos los padecimientos de quienes fueron diagnosticados con alopecia a temprana edad. Lo supo el cantante estadunidense Joe Lynn Turner (a las órdenes de Ritchie Blackmore de 1980 a 1983 con el grupo Rainbow, y de 1990 a 1992 en Deep Purple) quien usó peluca desde los 14 años para encarar «el dolor emocional y psicológico del cruel acoso que recibí en la escuela», según su testimonio. Al final, el bisoñé de Ritchie Blackmore se incorpora a su anecdotario.
Días antes de su cumpleaños, el 3 de abril para ser exactos, nos asustamos al enterarnos que sufrió un ataque cardíaco hará cosa de año y medio, según contó su esposa la cantante Candice Night a la entrevistadora Dawn Osborne, del portal electrónico Totalrock.com. Debieron colocarle seis endoprótesis vasculares (en inglés lo resumen con la palabra stent), utilizados en las arterias coronarias para mantenerlas abiertas y mejorar el flujo sanguíneo al corazón. Ritchie Blackmore ya sufría de gota, la artritis le aqueja las manos, y arrastra dolores en la espalda desde hace varios años. Menudo cuadro. Pero se aseguran de mantenerlo sano y contento. Sigue en condiciones de subirse al escenario: está por completar una gira repartida entre los estados de Pensilvania, Nueva Jersey y Nueva York, a donde puede desplazarse en carretera desde su residencia en Long Island. Pero su cardiólogo le recomendó, por el momento, que evite los viajes en avión.
No deja de admirarme que su condición permaneciera en el más estricto secreto. Ni siquiera John Deacon, el elusivo exbajista de Queen, se salva de que lo reconozcan cuando abandona su reclusión; se resigna a que le tomen fotos con el celular o que lo hagan hablar cuando se desespera por librarse de quien lo admira y también lo invade. La gente más cercana a Ritchie Blackmore guardó silencio acerca del episodio que debió ocurrir a finales de 2023; se hizo público a pocos días de que se cumplan los 80 años de su nacimiento. Candice Night asegura que no los aparenta, pero los cuidados médicos terminan por imponerse.
2) Ritchie Blackmore figura entre los contados músicos de entonces que tomó lecciones formales con un profesor y no suda frío si se las tiene que ver con las corcheas, fusas y semifusas escritas en papel pautado. Admira a B. B. King, pero le gustaría que tocara más de tres notas por canción; se encontró a plenitud al estudiar las composiciones firmadas por Johan Sebastian Bach y Wolfgang Amadeus Mozart.
Igual, resulta curioso que no compartiera el entusiasmo del tecladista Jon Lord, cofundador de Deep Purple, por aventurarse en el terreno del rock sinfónico. Ambos se jugaron la orientación de la banda a cara o escudo: si el Concerto para grupo y orquesta a estrenarse y grabarse el 24 de septiembre de 1969 resultaba un éxito de ventas, la Púrpura continuaría escribiendo canciones en esa cuerda. Si fracasaba, Blackmore la conduciría rumbo al naciente hard rock.
El disco grabado con la Real Orquesta Filarmónica, dirigida por Malcolm Arnold, terminó en fracaso. Apenas se vendió, las partituras se perdieron (fueron reconstruidas tres décadas después con ayuda del holandés Marco de Goeij), tampoco ayudó el comportamiento de los músicos de cámara. «Pienso que todo el asunto de la orquesta fue algo desabrido. O sea, estás tocando en el Royal Albert Hall, pero el público se sienta de brazos cruzados, y estás cerca de un violinista que se tapa los oídos con los dedos cada vez que tocás un solo. No te hace sentir muy inspirado que digamos», recordó al ser entrevistado por Mordechai Kleidermacher para la revista Guitar World publicada en febrero de 1991.
Ritchie Blackmore sabía dónde quería estar, al igual que el cantante Ian Gillan y el bajista Roger Glover, recién incorporados al grupo a escondidas de sus antecesores Rod Evans y Nicky Simper: en una banda de rock and roll. De joven no se preocupaba por escribir canciones bien estructuradas: quería armar el mayor barullo posible. Lo consiguió con las siete piezas incluidas en el álbum Deep Purple In Rock (1970). La intro de «Speed King», omitida en la versión editada por el sello Warner Bros. para Estados Unidos, anticipa el thrash, el speed y el power metal en cuestión de minuto y medio; para «Hard Lovin’ Man», elegida como la canción de cierre, Blackmore se desató dentro del estudio: tuvo el impulso de levantarse, se vio impelido contra la puerta y comenzó a frotar su guitarra contra la puerta de ingreso al cuarto de control, arriba y abajo, para obtener el relajo que suena al final. El ingeniero de sonido —«un chato al que no le gustaba el rock and roll»— se le quedó viendo como si se le hubiera zafado un tornillo.
3) Cuando muchacho, Blackmore se sintió apabullado por guitarristas estadunidenses como Speedy West y Jimmy Bryant. También admiró a James Burton, guitarrista al servicio del cantante Ricky Nelson (y usó parte de su trabajo en la canción «Summertime» para el riff principal de la canción «Black Night»; Blackmore, al igual que Jimmy Page, se apropió de varias canciones para rehacerlas). Cuando se enteró que Burton utilizaba cuerdas de banjo en su instrumento, y con eso obtenía el sonido que tanto le intrigaba, hizo lo mismo. Le funcionaron para los solos, pero desafinaban con rapidez a la hora de pasarse a los acordes, y pronto quedó en evidencia ante sus demás compañeros de banda a cargo de acompañar a los cantantes que se presentaban en el show de Brenda Lee, allá por 1963. El director aprovechó uno de los intermedios para exigirle que le cambiara las cuerdas ¡pero ya! Blackmore lo aceptó para evitarse más vergüenzas y conservar su empleo.
Más tarde, su paso por Deep Purple y Rainbow lo convirtió en héroe para miles de escuchas y en referente para los guitarristas que aspiraban a emularlo con su Fender Stratocaster color crema en mano. Conocemos a dos de ellos: el sueco Yngwie J. Malmsteem y el argentino Walter Giardino. «[Yngwie] siempre ha sido muy amable conmigo y me he llevado bien con él», contó para Guitar Player. «Igual, no entiendo su manera de tocar, ni cómo se viste. Sus movimientos me ponen nervioso […] Él se cree Paganini, pero no lo es. El día que Yngwie rompa todas sus cuerdas menos una, y pueda interpretar la misma pieza en una sola cuerda, ese día estaré impresionado». En contraste, veamos lo que Ritchie Blackmore representa para el líder de los grupos Rata Blanca y Temple.
«A veces se toma como que Walter es fan de Ritchie», declaró para Pedro Alonso, del portal Metaljournal. «Yo no soy fan, soy discípulo. Nunca me importó la marca de whisky que toma Ritchie, ni lo sé, ni me importa. Ni las zapatillas que usa. Su vida jamás me importó y siempre lo he respetado. Lo he conocido personalmente y no me he hecho ni una foto, no sentí que era lo correcto. Sentí que a mí me sirvió darle un fuerte apretón de manos, mirarle a los ojos y decirle que soy discípulo suyo, salgo de tu escuela. Es lo único que me importa».
El encuentro ocurrió el 29 o el 30 de junio de 1996, los días en que la formación de Rainbow con el cantante escocés Doogie White al frente se presentó en el teatro Ópera de la ciudad de Buenos Aires. Venían de tocar en Santiago de Chile, de ahí partieron para Curitiba y São Paulo, las únicas fechas de Ritchie Blackmore en el extremo sur del continente americano.
4) En varias ocasiones, durante la primera mitad de los 90, Ritchie Blackmore mencionó la posibilidad de dedicarse a la música renacentista cuando se agotara su interés por el hard rock. Ya se vestía como un juglar, siempre de negro, durante su etapa final con Deep Purple y la corta resurrección de Rainbow. «Cada vez me resulta más difícil encontrarle inspiración a sonar recio. Prefiero sentarme con la guitarra y tocarla», comentó en septiembre de 1995 al periodista Neil Jeffries. Candice Night, su entonces pareja, comparte su interés: los acercó su afición por la mitología, la espiritualidad y la imaginería medieval. Dos años después salió a la venta el primer álbum del dueto Blackmore’s Night, Shadow of the Moon.
«Que la luna aparezca en el título de nuestros dos álbumes no es casual», explicó Ritchie Blackmore a la escritora argentina Mariana Enriquez, vía telefónica, cuando promocionó el disco Under a Violet Moon. «Nos inspira mucho. La luna es una madre. Escribimos de noche, y la luna es nuestra guía en la oscuridad. Controla las mareas, y creo que como los seres humanos estamos hechos de agua en un 75 por ciento, creo que también nos controla. Al nombrarla le agradecemos por ayudarnos, y por permitirnos llevar esta vida alejada de las presiones y la publicidad».
Ahora que termino de escribir casi de prisa estas líneas dedicadas a celebrar los 80 años de Richard Hugh Blackmore (nacido el 14 de abril de 1945 en la localidad portuaria de Seston-super-Mare, condado de Somerset, suroccidente de Inglaterra; es el segundo hijo del hogar formado por el galés Lewis John Blackmore y la inglesa Violet Daisy Short; reside en los Estados Unidos desde 1974, así evitó que el fisco británico le exprimiera hasta el último chelín; no le teme a las sesiones espiritistas: las respuestas que obtiene le abren puertas a otras esferas, activan otras partes de su cerebro), salgo a tomar aire, me encuentro con una espléndida luna llena y sí, Ritchie Blackmore estaba destinado a encontrarse con Candice Night: «black night is a long way to home». Una cosa trajo, o atrajo, a la otra.
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