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PERVERSOS...
Hoy ya no desaparecen a sus contrarios, a quienes piensan diferente y quieren otro tipo de país.
SICARIO...
Se levantó temprano, tomó un trago de licor, un cigarro y luego se dirigió a la moto. La arrancó y enfiló hacia el asentamiento donde debía encontrarse con su amigo.
Se saludaron y el otro se subió como pasajero. Llegaron a la zona 5, ya habían estado varios días así, conociendo los pasos de su víctima. Esperaron, faltaba poco para las seis, y tan solo unos minutos los separaban de su objetivo.
Pasó el camión, eran cinco las personas que iban en la parte de atrás más el piloto. Cada quien empezó a ubicarse en una casa del sector. Uno a uno cargaban los costales con desechos para el camión.
De pronto, sin aviso alguno, como depredadores, los dos hombres de la moto aparecieron y soltaron una ráfaga de disparos.
A tres de los trabajadores les acertaron varios tiros. Dos murieron en el acto, otro más alcanzó a llegar al hospital pero no soportó más.
La gente que vio el ataque se quedó helada. Otros, ni se inmutaron. Los disparos, atentados y muertos en este país que defiende la vida desde su concepción, dicen los fariseos, ya son tan cotidianos como los amaneceres.
Los dos sicarios retornaron a casa. Se felicitaron por lo realizado y llamaron a sus jefes. "Está hecho; esos hijos de puta ya saben que con nosotros no se juega", dijo el más joven.
Ninguno de los dos pasaba de la 17 años. No tenían familia, pues sus padres habían sido víctimas de la violencia. A su papás, curiosamente, la pobreza los había obligado a irse a Estados Unidos para tener una oportunidad. A sus madres, la vida se les acabó lavando ajeno y ganando miseria, nada más.
Ellos encontraron una luz al ser reclutados por una banda que se dedica a matar, extorsionar y secuestrar.
Ya llevaban algunos años en el negocio. Este ataque les dejó mil quetzales a cada uno. Sabían que con otros seis más ganarían lo mismo que un médico, maestro o licenciado.
En la pared de la casa solo hay cosas viejas, de esas que son fáciles de dejar por si la Policía aparece de pronto. En la pared, una foto de ambos, vistiendo el informe de su escuela cuando cursaban quinto primaria, el último grado que cumplieron a medias.
En horas de la tarde, salieron a jugar futbol con los amigos del barrio. La camisola larga fuera de la pantaloneta y sus armas escondidas, por si acaso.
PERVERSOS...
Hoy no son balas nada más, ese es el último recurso que tienen de todos. Hoy usan el poder del Estado para armar casos judiciales, como tortura pública para silenciar a quienes los critican.
Usan evidencias sin sustento, testimonios de gente allegada al poder, publicaciones en las redes para inventarse estructuras criminales y señalan con el dedo que sus palabras son sedición.
Hoy ya no secuestran como antes. Aún tienen en la cabeza el comunismo enraizado, cómo fantasmas que los acechan en sus noches y camas.
Hoy ya no desaparecen a sus contrarios, a quienes piensan diferente y quieren otro tipo de país. La finca es de ellos y mandan encarcelar y golpean desde el anonimato de cuentas falsas en las redes sociales. Tienen dinero para pagar gente sin escrúpulos que daña y a todo el engranaje judicial para dictar sentencias a manera de venganza.
Quieren seguir teniendo a la gente en total oscuridad, de rodillas, atemorizada, dividida y engañada.
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