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Destierro
Somos prostitutas de la vida. Y dígame, quién no...
EL TIEMPO PASA
A ella le escribía de cuando en vez. Sucede que me costó mucho decirle con palabras cuánto la amaba.
A él, muy pocas. Sucede que era difícil tener esos momentos de sentimiento a flor de piel.
Una vez, en pleno festejo de una fecha especial en sus vidas, con un mariachi de fondo, me pidieron expresar algo hacia ellos.
Mis palabras, cual torrente de emoción, felicidad y nerviosismo, solo pintaron esto en la escena: “Son mi vida”.
Los tomé a los dos intentando apoyarme en ellos y los abracé.
No dije más. No era necesario. Hoy, cinco y tres años después de que dijeron adiós, sigo pensando lo mismo.
Recordando sus maneras, estilos, formas y sueños, convergiendo en mí. Ella, fuerte, de armas tomar. Aquella que con una mirada se hacía sentir.
Él, sereno, luchador, casi indistinto, pero siempre presente de muchas maneras.
Vaya si pasa el tiempo.
Que se comporta como una sutura natural sobre la piel, el devenir, la evolución de uno.
Que se apodera de todo y deja que aquellas experiencias se queden refugiadas en un apartado salón, como aquellos libros que poco a poco van quedando relegados.
Me siento terrible al pensar que el calendario hace menos dolorosos esos momentos.
A veces, cuando el sobresalto de lo cotidiano se transforma en un letargo sin inicio ni final, deseo, añoro y pretendo sentir ese par de espinas que se clavaron en mí.
Sin embargo, y aunque la imagen de sus cuerpos inertes la tengo presente, el drama previo y posterior, escenas de la misma historia, las sensaciones no son tan letales como en su momento.
De todas formas hoy, justo cuando vea la luz esta historia, estaré a un día de un 22 y a 10 de un 11, cifras que en mi pasado más cercano cercenaron mi esencia, fragmentaron mi entorno, sacudieron mi mente.
Cuesta creer, pero así es. La vida sigue, pero puede que a la vuelta de la esquina se nos acabe la cuerda.
DEVOCION...
Añoro tus labios como al arroz en leche que me doblega y me obliga a beber y beber.
El sosiego de tu mirada como la calma que me produce el rock metálico,
la tenue brisa de perfume que me hace descubrir que estás por aquí cerca de mí,
o que me deshoja la memoria para recordar que mis brazos fueron tu refugio y mi pecho,
un momento de pasión.
Añoro tu piel como aquellos tamales dulces de color rojo,
de esos que ya no tendré más, de aquellos que alguna vez probaste.
De esos que son solamente recuerdos de un pasado de amor incondicional y que no volverá.
Añoro comerme tus piernas como si fuesen trozos de pastel de queso y canela;
largas como la noche, intensas como la vida, perfectas como el gris azulado de una tarde de invierno.
Cubrirme en la oscuridad con tus pestañas y doblegarme ante tus ojos oscuros,
porque me consumen las ansias y alimentan mi ego.
Enrollarme en tu cabello y desafiar los ritos tradicionales,
cabalgar sobre tu vientre desnudo,
sintiéndome el dueño del mundo y ascender a la cúspide de tus pechos,
cual volcanes que emergen de tu ropa.
Extendiéndome por tus caderas,
dándoles forma con mis manos como al pan,
definiéndolas como las manos a las tortillas de maíz.
Me enciende el fuego la forma de tus labios,
la suavidad de tu boca que se vuelve una víbora sobre mi piel
y engendra el éxtasis que se convierte en ti y enloquezco aún más.
Me miras y tu rostro está mojado;
te miro y mi sangre está que hierve.
Nos vemos y no nos atrevemos a dejarnos en libertad,
queremos ser esclavos y dueños,
locura y verdad, tormento y paz.
Soy un caudal que, iracundo, busca las profundidades de tu ser,
no para ser eterno,
sino para ser únicamente un fragmento de efervescencia en tu devenir como mujer.
DESTIERRO
Somos, pero no queremos ser.
Tenemos un pasado que deseamos olvidar.
Unos tienen un hoy que no saben ni siquiera cómo fue que se originó.
Seguimos costumbres milenarias sin darles sentido.
Caminamos porque hay que caminar.
No porque sepamos hacia adónde vamos.
Cada quien a lo suyo.
Hoy el término alienado se cambió por globalizado.
Pretendemos crecer, pero estamos acostumbrados a pedir limosna.
Nos apachamos unos a otros.
Nos importa un comino todo nuestro entorno.
Líderes no tenemos, nunca los tuvimos, nunca los tendremos.
Somos prostitutas de la vida. Y dígame, quién no...
Todos llaman a votar.
Yo no quiero, no tengo deseo, no veo quién es el superman que logrará guiar por otro rumbo este país.
La impunidad es nuestro pan de cada día.
La violencia se genera en todos los estratos de la sociedad ¿cuál?
Canibalismo es lo que experimentamos.
Los fuertes se devoran a los que no lo somos.
Las buenas intenciones no cuentan.
Ser corrupto es lo mejor.
¿A quién le importa?
Nos cantan con tonos pegajosos, sin sentido, sin razón.
Nos regalan camisas, espejitos, cual historia de los conquistadores con los nativos de estas tierras.
No hay forma de despertar de este letargo.
Cada quien sálvese como pueda.
Hoy por mí, mañana... por mí también.
Dicen que es por los hijos por quienes se debe luchar.
Pero los hijos de esta Guatemala se han dado cuenta que no importa tomar el camino correcto.
Ni siquiera es una opción.
El amor en los tiempos de la ausencia del humanismo.
Perdón, ¿qué es eso?
Guatemala en plena decadencia, atormentada por la enfermedad.
El poder como fin supremo, como el discurso de Maquiavelo.
No importan los sacrificios ¿verdad?
Más muertos, más hambre, más pobres, más y más y más y más.
En la tierra de los ciegos, el tuerto es rey, reza un refrán de hace miles de años.
Justo a la medida.
Maldito pesimista dirán unos.
Igual, a quién le importa.
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- Rubén Flores
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