Gabriel Lepe

Divina tu Comedia, vos…

Indignado, tanto por la manera de la acción como la enfermedad, acudí a gatas, bajándome de mi cama, cual animalito faldero, y me dirigí con urgencia hacia el inodoro. Esta ocasión, ni la Quetzalteca, ni don Juan Caminante tenían la culpa de ponerme en brazos de la taza. Debo aclarar que esa mulada se me ocurrió, en voz interna, durante la tercera o cuarta regurgitación, de una de mis sesiones vomitivas.

Era el cuarto día de tratamiento médico por bronconeumonía. Antes de ello, ya llevaba 15 días con una gripe que no procuré en curarme, y 4 días más mal muriéndome, con la susodicha y grave infección, mientras practicaba mi humilde profesión de músico. En resumen: Por andar chingando y llevármelas de cabroncito.
Esta infección también subió a mis ojos y oídos, por lo cual fui diagnosticado de conjuntivitis y otitis aguda. Más fuerte en el oído izquierdo, más grave en el ojo derecho. Aparte de ahogarme, ya sea en vómito o flema, mi estómago no toleraba ninguna comida, por más suave y/o cocidita que esta fuera. No era por malagradecido que ya no me apetecía recibir cualquier merienda proveniente de mi madre, la cual me recordó consternada “No es usual para alguien de buena timbona como vos”.

Cuando ya me encontraba aliviado de evacuar todo lo que mi estómago permitía, como bilis, flema, mucosa o pedacitos de zanahoria cocida, y debido a mi pérdida de masa muscular, regresé a la cama, una vez más, gateando. La tos no paraba, ni tan solo por dos minutos, los mocos me distilaban por la nariz y los ojos. El salbutamol de las nebulizaciones me tenía con temblor, y los calambres atacaban mis extremidades. Me estallaban pitidos en ambos oídos, de manera aleatoria. Redundo de nuevo, más por el izquierdo que el derecho.

Ciego, sordo, tosiendo y lamentándome, no me cabía la idea, que diez u once pastillas al día, no podían darme tan siquiera un segundo de alivio. Me recordaba de las palabras del internista que le tocó atenderme, al momento que llegué al ala de emergencias del hospital:

Si usted se hubiera quedado en su casa, hoy por la media noche ya estaría muerto”.

Luego de regresar a la cama, en la misma manera indignante, mi cuerpo por fin se agotó de tremendo castigo, y pude deleitarme de esos 40 minutos de sueño, que el cansancio físico me permitía, por cada seis u ocho horas de sufrimiento. Los horarios de sueño se volvieron oro, los esperaba con mucha ansia, era un perro leal que espera a mi dueño: el sueño.

Me adentro al sueño audiovisual

Estaba dirigiéndome hacia la entrada de los sótanos del centro comercial Los Próceres, conduciendo mi carrito “Charade” (Chiquito, pero económico hasta el último pistón). De entrada, no había parqueo en el sótano uno. Me dirigía hacia el sótano dos, y la inercia inexplicable, típica de un sueño, me llevó hacia el sótano tres, cuatro, cinco…

Puta,… ¡No me recuerdo que hubieran más sótanos!”.

Llegué al sótano seis, y el lugar tomó dimensiones irreales y de escala enorme. Viendo pa’trás, y sin percatarme, las vueltas del corredor helicoidal del parqueo de los Próceres se había transformado en una sola y larga recta inclinada. Sus columnas y las delimitaciones pintadas en el parqueo habían desaparecido. Era todo ahora, un enorme espacio abierto, techado en puro concreto, del tamaño de un estadio de Básquetbol o Hockey sobre hielo, pintado de blanco y con algunas manchas de humedad.

Dentro de lo que he estudiado, en lo que se refiere a técnica de ingeniería en sonido, tuve el placer de tomar una sección de cursos de Acústica de recintos. La ignorancia será un don, pero el conocimiento es un deleite. Y créanme este, mi deleite, parecía no terminar de saciarse. ¡Era la recámara perfecta!

¡Veeeerga!, aquí puedo grabar un coro de cantos gregorianos y quedaría ¡’TALEDGARRR’! Solo necesito encontrar el tono normal del cuarto y lo ajusto a la tonalidad, o vale verga, ¡ME BOI ATONAAL, See!! Puta y meto al fokin coro entero, violines, toda mierda, y…”.

Y fue entonces cuando me percaté de un señor de traje gris setentero, que se parecía al del viejo de La Isla de la Fantasía, pero en gris. Llevaba puestos unos elegantes y robustos zapatos de cuero marrón.

“’Ta chilero el lugar, vaá?” me comentó.

Volteé, y lo reconocí de primera vista. Los lentes anticuados, la mirada que juega entre pendejo y analítico, los labios tensos y probablemente tan fruncidos como su chiquito. Parece la boca de un anciano que retiene su dentadura postiza. Mi presupuesto para soñar debe estar muy pero muuuy escaso (Niños, digan NO a las drogas y sueñen con toda libertad y plenitud);

Kevin Torundio... FOKIN KEVIN, EL SERRUCHÍN, ¿QUÉ PUTAS?? ¿Qué hacía allí?

Explico un poco. Ese personaje, que las heridas de los músicos profesionales, ahora serruchados, reducidos a la categoría Amateur. Heridos, o en el peor de los casos, mutilados por “El serruchín” (Bien ganado ese apodo maldito para Kevin), reconocen, replican, lloran y abuchean, encendidos por el deseo de destituirlo del cargo de “Crítico de Música y Espectáculos” a cualquier modo. Si sos músico en Guatemala, sabés de quién hablo.

Aunque más de la mitad de los lectores no le dan importancia, de una pequeña comunidad que se digna a leer los periódicos, en un país en el que menos de la mitad de su población sabe leer. Ese mismo deseo que indica el resentimiento del artista, ya sea subido a “Ejemplar”, o rebajado a “Mediocre”, al ser atacado por una de sus unilaterales críticas. Él, Kevin, yace subido en la piedra de la influencia cultural primermundista, y destaza a gusto y gana un espectáculo tercermundista, que nunca tiene las de ganar, ante tremendas oleadas de conciertos y espectáculos que los finos países del occidente ofrecen, con sus finos presupuestos de primer mundo, a sus finos y educados espectadores occidentales.

Admito, y Tes-ti-fi-co: los comentarios están influenciados por un mal sabor de pene ensuciado con aserrín. Kevin escribió al principio, un buen artículo de mi persona:

Un Buen Orquestador de Rock”,

y me elevó el ego lo suficiente para dejarme caer en otro artículo pesimista:

Un Pésimo Tributo Sinfónico”, con reseñas frías, cortantes, llena de comentarios negativos, recopilados de una pobre estadística (O sea, le preguntó a los pocos que le pin-ponean un diálogo, cuál era su opinión respecto al show, iniciando con las enviciadas preguntas: “¿Va que sí?”, “¿Va que no?”, “Si, ¿Vaa?”, “No, ¿Vaa?”).

Puto Kevin.

Su opinión, su filo, su dentadura, les aclaro, corta sobre la madera de un arte que no practica ni ha practicado. Provoca que hasta el más noble músico, joven e ilustre, se quiera alejar de, aunque sea intentar, de realizar un espectáculo. A mi ya me mordió el culero; BURNED.

El artista queda solitario e inhóspito alrededor de un país en donde el resentimiento, la estupidez y la ignorancia se premia con 69’s dados entre idiotas, sádicos y borrachos, mientras que la verdad, el esfuerzo, la justicia y la belleza nos cuesta la vida y la de nuestros seres queridos (Silvio Rodríguez CASI me puede demandar por esa última. Es una buena canción, de igual manera).

El show no estuvo malo. De hecho, llenamos el Teatro Nacional. De igual manera, a él no le gustó, y le contó lo mala que estuvo la presentación a la gente que no asistió, dando el sabor, de la intención escondida, de ahuyentarlos de una probable segunda función. ¡Qué detrimental!

¡Va, ya sho pues,.. On with the show! Regreso al sueño.

A este cabrón, o la figura de éste cabrón, que mi subconsciente ha traído al sueño audiovisual por EQUIS o YÉ razón, le tocó interpretar el papel de Virgilio, en esta, vuestra comedia. Creo que estarían de acuerdo conmigo, al suplicarles, por favor, regresemos a la faena.

En el momento, no le puse reparo, ni me pregunté “¿Por qué este pisado está aquí?” Niños y niñas, no se enojen, ni se ahueven dentro de un sueño; no intenten generar emociones fuertes, pues se pueden despertar.

Busqué mi carro, me percaté que este yacía al principio de esa larga e inclinada rampa. El motivo de su traslado, es algo a lo que no se le pone reparos en los sueños. No hay razón, literalmente, no HAY razón.

-“Hubiera parqueado mi carro-”.

-“¿Dónde? ¿Sobre mi cabeza?” Interrumpió el Serrucho. Me había leído la mente, pero lo contra interrumpí de inmediato:

-“…Un poco más cerca de aquí...”

No dejaba de impresionarme ese espacio; el cielo estaba muy arriba de mi cabeza, como a 100 metros. Debe de ser el purgatorio, la Capilla Perenne. Ese espacio del cual las almas atormentadas se jactan de limpiarse de pesos atroces causados por circunstancias tormentosas, colocadas en el hilo de la vida.

-“¡Puta!, hasta para morirse hay burocracia”, mencioné.

-“Y tampoco es muy eficiente en este otro lado. Mirá ‘pa’llá’,..!”

El blanco del cuarto me cegaba, trataba de enfocar dos puntos negros en el horizonte. Esos puntos se materializaron en dos bocinas viejas de 15 pulgadas, Marca Peavey (¡Pésimas, pero tayuyas!).

-“¿Qué hacen esas bocinas aquí?” pregunté.

-“El espacio se lo alquilan a aquella gente que está allá, para que puedan hacer su culto”.

Dos “hermanitos” vestidos con camisa blanca de manga larga y pantalones negros, que parecían ser azules por el desgasto del tiempo, colocaban sillas blancas de plástico, mientras otro “hermanín” limpiaba la tarimita en la que algún agraciado pastor -burgués en ascenso, huevón y casaquero- les recordaba palabras que no sentía ni practicaba, a gente que no leía, por motivos que no entiendían, y una inspiración que no canalizaba acciones de forma productiva. Solamente los excitaba; los hacían entrar en un trance que intentaba curar un pasado sufrido. Sufrido junto a la gente de su alrededor. Luego, comenzaba el espectáculo...

Discúlpenme si alguien sienten ofendido, pero las masturbaciones espirituales no son de mi afán.

Igual, esta volada está loca. Miren pues...

El pastor soltaba un pollo, y todos lo perseguían... Algunos remolineaban antes de cacharlo, algunos durante el acecho, y los demás, lo hacían hasta después de correr al pollito por un vergo de tiempo. Algunos ni lo corrían, solo remolineaban a lo súperpayasito.

Remolinear: Brincar y dar vueltas, mientras gritas aleatoriamente como idiota”.

Eso es todo. Sonreían sistemáticamente, mientras nos saludaban de lejos con la mano derecha. Hice lo mejor que un chapín mierda puede hacer, junto a la afilada dentadura de un malparido como el Serruchín: Pelarlos.

-“Puta, ¿así es?”

-“Sí”.

-“¡Menudo purgatorio de mierda! ¿Qué puta fuerza mayor es ésta?”

Serruchín no titubeaba en contestar entre cortas risas:

-“¡Ay Mijo, Mij’ix, Mi-jares,..! Aquí es la copia de allá. Allá pisás por interconexión, acá pisás por negligencia. Buscan el problema, el motivo, la excusa y el chapús en un ave, gordita pero audaz, y hacen del éxito de la empresa, una promesa. Puta Gabrielito, años, décadas, siglos, y los más engazados hasta EONES! No aceptan, no aprenden. No aceptan, no aprenden. Hasta su Mesías se llama “Rocky 2”. Lo vi con una cara de “¡Coomé mierda!”.

Lo repiten hasta que en un momento recuerdan lo idiota que se sentía el nunca resolver nada y seguirla cagando, y entonces, sacan la Morris del Aniceto, y ven que ya se fueron, que ya no son. Su esencia abandonó su cuerpo y se trasladó para a. Piden su tiquetito y siguen su viaje. Los demás, los desafortunados fantasmas del lamento y los cabeza dura, se reinventan el nombre de culto de perseguir al pollo: Un nombre que satisfaga su necesidad de no responsabilizarse de nada. Y es así como pasan todo su tiempo. Poniendo sillas, calentando, corriendo y remolineando.” Comenté:

-“No veo mujeres,…”

-“Porque las mujeres son más cabronas, agarran onda en tres vergazos”, me respondió.

-“Va, pero ¿’Tonces ‘tos cerotes son cristianos, o no?”

Pregunta tonta. Ni me quiso voltear, por no gritarme MULA en la cara. Volví a abrir la trompa:

-“…Pero no están muertos, ¿O sí?”

Serruchín vió con lamento al cielo (el techo del lugar), y me volteó a ver con la misma cara que Jirafales le ponía al Chavo.

-“Te recuerdo que vos estás aquí, y por cuello kármico, me tenés haciéndote la pala para que solo te echés el oclavio… ¡TE RECUERDO!”

Su comentario me entró por un oído y me salió por el otro, como un “Cuidado que te vas a caer” que un papá le dice a su niño de 4 años.

Comenzamos a caminar, buscábamos alguna puerta con motivo de irnos de ese “Purgatorio/Pollo/Rocky 2/Remolineo”. Precioso recinto, pésima utilización de recurso.

Como un crossfade de escena a escena, nos trasladamos hacia otra locación.

Ahora, este era un espacio abierto. Con la cabeza abajo, Lla grama fue lo primero que observé. Por ser de Sacatepéquez, sé cuando el monte está bonito y cuando está feo. Ese en particular, ¡Estaba precioso! Volteé para el frente, y no podía creer lo maravilloso y poético que era el lugar: Parecía un resort, pero más caquero. Parecía un set de película, pero todo era de verdad y no habían cámaras ni marionetas superficiales a su frente, aparentando una persona e inflando su propio ego de manera paralela.

Una preciosa laguna, garzas y flamingos, ceibas, cedros, caobas y cipreses, además de una flora exquisita. Cerros, estelas e inclusive monolitos mayas adornaban este Shangri-La, este latinísimo Valhalla, esta interesante propuesta de Dewachen, que todavía recordarme de esta reproducción del subconsciente me saca media lágrima en un ojo. Hoy sí, ¡100 puntos en “Visuales Mentales”!

Volteaba a todos lados, y todo me vislumbraba. No respiraba oxígeno, respiraba éxtasis. El paisaje de lejos lo pintaban montañas verdes y cielos de Van Gogh. Habían unas MORONGAS de casonas a lo lejos. Pensé, una vez más, de forma mundana: “Ahí debe estar San Peter, Zeus, Amithaba y toda la marincha. ¿Será que me tengo que registrar? No me veo bandita en ninguna muñeca. ¿Y si no lleno los requisitos? ¿Cuánto costará? ¿Habrá Buffet?”.

Decidí quitarme las dudas y le pregunté al Serruchín:

-“Este debe ser el cielo, ¿Vaa?”

Más rápido que un rayo me contestó:

¡N(tsk)aah! ¡Qué cielo ni qué putas! Esta es una colonia de multimillonarios de toda índole: Empresarios, finqueros, narcos de tercera o cuarta generación, políticos, y uno que otro extranjero bretudo en asilo vacacional. Aquí está todo: Comercios, escuelas, bancos, hasta su sistema de televisión internacional tienen, ¡Casi los mil canales! Y si a puro huevos necesitan salir, un helicóptero los lleva del tingo al tango, como si fuera tu Transmetro…”

Literalmente bajado de la nube, exclamé: “¡Aaah, si pues,..!”

Observé unos parales de metal, oxidados a un color rojo ladrillo, camuflados con hojas de bananero. Los reconocí por algunas películas y caricaturas que proponían esta idea como cercas de electroshock. Pregunté:

-“¿Esos parales son nodos de Tesla?”

Serruchín me confirmó: “Cabal. No cercaron con material, porque proponía a que los aguerridos se lo brincaran o lo destruyeran para pasar, y no confiaban en cuerpos de seguridad. Sin que se den cuenta, los infelices que se quieran entrar, son achicharrados por el campo eléctrico invisible, generado a un perímetro de aquí, y ni la sombra de la ceniza queda para confirmar su existencia en este mundo, a cualquiera que se la cruce.”

Nos alejamos del perímetro, y nos acercamos al primer kiosquito de las casonas. Era un niñito de unos 7 u 8 años. Nos hablaba con la elocuencia y gracia de un estudiante universitario privado de tercer año cursado, pero sin repetir párrafos de libros caros. Nos mostraba un dispensador de Hot Dogs, mientras profetizaba el fin de los shuqueros. Sería entonces, la era del dispensador de “Jot Dogs”. La clave, era acordar con su Muni para que no les dieran licencias y permisos a los shuqueros, y así, agentes municipales de Tránsito arrebatarían carretas de shucos, tirándolas a la reverga. Al mismo tiempo, desaparecerían toda evidencia e investigaciones, que apuntan a esto, como provocador de un nuevo conflicto interno, racial y cultural. Hasta lo harían del “Jot Dog automático” una bandera de la facción “liberadora” de una futura guerra racial (La otra bandera es una tortilla, que representa al conjunto revolucionario de los “¡¡¿Puta, déjenos a todos vivir dignamente, quieren?!!”). Estábamos frente a su autor intelectual; un mocoso con buenas ideas, malos hábitos empresariales, y dudosas intenciones para y contra la humanidad.

Los otros locales del lugar contaban con adultos jóvenes: estos juegan un collage tenso, entre largas llamadas telefónicas, y Guatzapazos. Sí, el mojoncito del kiosquito se las controlaba, figúrense estas firmitas,…

-“Solo la pose, esta mara,...”, pensé. Le pedí al Serruchín:

-“¡Saltémonos esta mierda, por favor! Odio a este tipo de culeros”.


-“
¿Porque sos un ‘Músico Libre’, decís? ¿Querrás decir ‘Porque soy un gran hueco’?” Y se ríe como puberto. ¡Serruchín más cerote!

Nos acercamos a los nodos, como a punto de despedirnos en un programa de TV de los 70’s. Por lo mínimo, el Serruchín iba con la ropa adecuada. Tenía un par de cosas qué preguntar, cuando mi visión se enfocó al verde de las hojas. Esto estaba por terminar.

Una rápida imagen de las perras de mi casa (Falderitas), mordiendo y atacando dos cachorritos me hizo moverme con rapidez para separarlas.

Caí en la trampa, la mordaza que mi “Subconsciente” me había colocado. Ahora, me estaba despertando.

No me muevo. La visión se va. Comienzo. Comienzo a sentir. Siento olores. Siento mis ojos. Están cansados, heridos. La visión ve. Ojos Cerrados. Siento respiración. Siento. Respiración. No, no siento respiración… ¡PUTA!

Abrí los ojos, asustado de no poder respirar. Mis músculos se tensan, insistiendo repetir el jalón de aire. No entra casi nada. Me frustro. Lo intento otra vez, con mayor fuerza... nomás poquito. ¡Bueno, ya! Me senté de inmediato y comencé a aspirar y exhalar súbitamente, hasta lograrlo con la fuerza adecuada. Lo logré, ya estoy respirando. Y ahora comienzo a toser. La tos es seca al principio, y comienza a acumularse la flema. Me cuesta respirar otra vez. Mi cuerpo se estresa, no recibe oxígeno. Trato de mantener la compostura. Después de mucho toser, me logro contener...

¡Mierda! La náusea entra con Tokyo. Intento moverme lo más rápido posible, haciendo dos milagrosos pasos y unas cuantas gateadas. Llego a la tasa. Tos, tos, dice uno, dice dos, y-- ¡Ahí va la primera! Si, sabe a vómito. ¡Va la segunda! Respiro. Tercera. Escupo. Cuarta cuesta, acudo a la provocación. De nuevo, provoco la quinta. Busco la sexta, pero solo salen un par de gargajos. Sabor a antibiótico: “Espero no tener que tomarme esa mierda otra vez”. Ese soy yo, mintiéndome a mí mismo. Veo vómitos, Oigo pitidos, Respiro mal, siento frío, la boca sabe a vómito y huelo a inodoro. “¡Bienvenido de Vuelta! Atentamente, la realidad”.

Mientras descanso, una vez más, en el inodoro, me pongo a pensar en retrospectiva de todo lo que soñé. Aquí nos vivimos haciendo mierda uno al otro, de cualquier manera que nos sea posible, con tal de mantener tu fachada en la jugada.

Porque soy superior, y me es más fácil cerrarte tu flujo”,

Porque soy pobre y es más fácil plomearte que trabajar”,

Porque soy libre y put@”,

Porque soy cerrado y volátil”,

Porque soy un pendejo definido, libre bajo mis términos”,

Porque soy esclavo de perpetuarnos la misma vida mierda”,

Porque soy soy soy, soy-sororoy-soysoy”.

Tilopa, un Mahasiddha de Bengala, es un compadre que respeto:

Así como la serpiente muda su piel, uno se libera del samsara; Te liberas a través de tu misma naturaleza”.

El budismo es aprender a morir, para que al momento en que suceda, te vayás tranquilín, y que la gente a tu alrededor se haya enriquecido en su experiencia temporal, de forma significativa.

Los sueños individuales, ajenos al sueño colectivo, arman obras de teatro con tal de explicarse supuestos escenarios emocionales. También es una manera subconsciente de manejar información.

Aquí, en esta realidad, por lo menos intentamos solucionarnos dentro de los espacios. Por mal o bien que esto se ponga, nosotros lo podemos redefinir, reorientar, renovar, con o sin beneficio de duda.

En realidad, que no me siento nada bien, pero luego de ese sueño, aprendí a morir. No se ve tan mal la cosa, éste dolor no me define. No lo dejo de sentir tampoco.

Duele la cabeza. Siento una presencia, es la de mi papá, que me observa aferrado al inodoro.

Si seguís así de malo, mejor te regresamos al hospital.”

No te preocupés, ya voy a estar mejor... Y si no, pos me muero y te dejo de chingar”. Él no se rió sin antes decirme: “Claro, porque enterrarte es bonito, y sale barato,..!”. Touché.

Los días pasaron y me sentí mejor... Recuperé la fuerza en los pulmones y músculos, y pude dormir con mayor facilidad. Los ojos me quedaron sangrientos, pero ya veo, y con el tiempo, mejorarán. A todo esto, hoy sigo preguntándome lo mismo: “¿El Serruchín,.. Qué putas? ¿Por qué chingados no pudo ser Syd Barret?”

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