Beef es una Bronca de Netflix que no te debés perder

Es lunes, y con un poco de suerte salís de tu casa a enfrentarte al tránsito vehicular que se mueve como un río embravecido. Los conductores son piedras que truenan y avanzan; toca acoplarse y manejar con seguridad; luchás por que no te roben la paz con la que creés que  despertaste; con tantos carros te convertís en penitente que sigue una procesión que avanza a dos kilómetros por hora; llegarás tarde al trabajo. Querés gritar, no tenés escapatoria, de pronto uno de esos automovilistas te topa el auto y para colmo ya vas tarde… Pues algo así es el punto de partida de lo que podés ver en Beef, la nueva producción de A24 disponible en Netflix y que está también con el nombre de Bronca.

Antes de describir la maravilla de ese programa debo continuar con el contexto social del tráfico, para convencerte del por qué ver sus diez episodios. Regresá a tu carro y pensá en las cosas que más detestás de la hora pico: conductores distraídos, el que chatea en el teléfono, el que pasea en el carril izquierdo, el que cambia de carril de manera repentina, el que no usa luces, el rapidín y furiosito, el que maneja de manera agresiva. Estás molesto y en esas recordás tus problemas familiares, de dinero, del amor… todas esas frustraciones que no te dejan en paz, sos la olla de presión a punto de estallar. Ahora que ya dimensionás en qué sentido del humor debés andar, este show toma a dos persona en ese estado, las enfrenta y la discusión no termina ahí: sucede una escalada de agresiones que poco a poco se les escapan de las manos. En la historia hacen todo lo que tus impulsos te piden en ese momento, es un ejemplo del qué pasaría si te dejás llevar por tus berrinches inmaduros.

Beef es un deleite, sus actores principales (Ali Wong y Steven Yeun) hacen todo lo que uno siempre ha querido en esas rabietas de tráfico. La describo como un motor de 50 mil revoluciones que funciona con combustible de sarcasmo, cinismo y humor negro. Se prevé un desastre, aunque a diferencia de nuestra realidad, falta el descerebrado armado que saca su pistolita para amenazar.

Otro par de elementos que te convencerán. Amy Lau (Wong) es una empresaria aparentemente exitosa que no tiene problemas de dinero, pero con un poco de atención a su día a día, vemos que solo es apariencia. La inconformidad e insatisfacción crónica, propia de una mujer de 40 años, rebalsa todas las acciones de Amy como si tener todo no fuera suficiente. Y  su némesis, Danny Cho (Yeun), está en el otro extremo de la cadena económica social. Por más que trabaja no crece, es bueno en lo que hace pero no sabe cómo usarlo en su beneficio, quiere hacerse cargo de sus padres, llevarlos a Estados Unidos y que tengan un mejor estilo de vida, soporta a un hermano menor muy inteligente que no lo respeta y por más que lo intente, no lo logra. No tiene una familia propia, pero sí una empresa pequeña con potencial, pero sus decisiones impulsivas lo perjudican. Tiene 40 años y nada de lo que hace es suficiente para satisfacerlo, propio de un hombre de 40 años. Ambos casos son una exageración ¿o no? 

Por ello es fácil identificarse con ambos protagonistas. Lo que nos quieren decir es que si no encontrás la manera de aceptar tu vida, tu contexto y la responsabilidad de tus decisiones, no serás feliz. Una rabieta de tráfico es la excusa perfecta para ver a dos adultos aparentemente maduros comportarse como niños. Aceptémoslo, ¿quién no ha pensado chocar a propósito al conductor abusivo que se mete en el carril? Pues el argumento de esta apuesta audiovisual lo  hace por uno. A medida que avanzan los capítulos, el encontronazo del tráfico deja de ser importante. Se convierte en un programa que muestra a dos personas que buscan quién se las paga todas.

El caos del tráfico es como una tormenta eléctrica. Todos los conductores son rayos y truenos que evitan encontrarse, cualquier chispa detonará una guerra que afectará a este par de energúmenos y a su círculo social. Y eso que hablo de los dos personajes principales; los secundarios, aunque no se desarrollan demasiado, apuntalan de manera adecuada a estos dos bandos en pugna. Desde la inocente June (Remy Holt) y sus dibujos infantiles, hasta Isaac Cho (David Choe), el primo turbio que por donde camina, quema.

Para concluir este cuento con moraleja profunda, la carretera de furia y frustración funciona solo para el último episodio. Es cine debido a la música, cinematografía, actuación (genial desde el principio) y el guión. Es el cierre que merece el programa y por tanto, aunque no me lo pregunten, no debería continuar, con una temporada está bien. En diez episodios vemos a dos asiáticos que desatan una guerra sin cuartel en las calles de California. Son un espejo de lo que podría pasar, al menos en la cabeza, de los conductores iracundos de todo el mundo. ¡Tenés que verla!

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