Zahida Yokari García Méndez

El día que Ozuna me arrebató la felicidad

Una tarde de enero de 2018, me preparaba para la peor noche de mi vida. Siempre he sido una persona dispuesta a entregarlo todo en una pista de baile, soy de esas que hacen freestyle con su tío el borracho, en las fiestas. Esa tarde estaba guardando mis mejores pasos para el concierto de reggaetón más esperado del año, Ozuna. “El negrito ojos claros” era la sensación del momento en cuanto a la música urbana, claramente yo tenía que estar presente el día del show.

Mi mejor amiga, su exnovio, mi novio y yo estábamos listos para pasar la mejor noche de nuestras vidas –sí, claro-, así que llegamos a la locación del concierto. Explanada Cayalá es un lugar que ha ganado fama por realizar los eventos más exclusivos y los conciertos más populares.

Recuerdo muy bien a los que regatean entradas, estaban haciendo todo posible para vender los boletos, ocupando el área en donde estábamos nosotros. No me sentía muy cómoda teniendo mi celular en la bolsa ni mi bff tampoco, ya que teníamos la idea en que nos los podían robar–qué ironía- así que mi novio decidió guardarlos.

Mi novio nos prometió llevar sanos y salvos nuestros celulares mientras cruzábamos la línea de entrada. Quiero aclarar que mi celular siempre ha sido parte importante de mí, forma parte de lo que soy y prácticamente mi vida entera está ahí adentro. Bueno, como excelentes adolescentes desesperados, decidimos saltarnos la fila y nos colocamos hasta en frente, rebasando a los demás. Había un grupo de personas que se veían un poco sospechosas, pero hicimos caso omiso ya que solos nos interesaba entrar lo más rápido posible.

Estábamos en la fila y un señor, bajo efectos de alcohol, se me acerca a mí y a mi novio colocando su cabeza a la altura de nuestras caderas y estaba punto de caerse por la borrachera que cargaba. Los guardias rápidamente lo retiraron y nos dejaron pasar de inmediato. Empezamos a caminar hacia el área dónde podría mostrar mis tan esperados pasos de baile, el dancefloor.

Realmente mi mente iba enfocada: esa noche mi reggaetón interior iba a ser liberado y nadie podría impedirlo.

Mi mejor amiga y yo íbamos adelante corriendo, porque nos urgía llegar antes que nadie. En eso escuchamos que mi novio nos grita:

“¡HEY! ¿USTEDES AGARRARON LOS CELULARES?”,

nosotras nos volteamos a ver y solo reíamos porque él es un bromista de primera. Él empieza a correr hacia nosotras y nos vuelve a comentar seriamente que si nosotras teníamos los celulares. Yo muy segura y preocupada le dije que no, que desde el momento en que los guardamos en su bolsa no los volvimos a ver.

Jamás le había visto la cara a mi novio como la de ese día, era una cara de angustia combinada con rabia. Se nos acerca y dice con voz nerviosa:

“Creo que me robaron los celulares”.

Él revisó sus bolsillos y estaban completamente vacíos, hasta espacio de sobra había. En ese momento sentí como mi estómago se subió a mi garganta, empecé a hiperventilarme y a entrar en pánico. Todos corrimos de regresó al punto donde vimos los celulares por última vez, la fila de entrada.

Llegamos a la fila pero había un problema, no podíamos salir porque estaba prohibido regresar una vez ya estuviera sellado tu boleto. Los guardias ya nos habían ayudado anteriormente con el problema del señor borracho y pensamos que lo volverían a hacer. Les explicamos la situación y su respuesta fue:

“Nosotros no nos hacemos responsables de objetos perdidos, pueden salir, pero no vuelve a ingresar al lugar”.

Nos sentimos impotentes ya que realmente no queríamos perdernos el concierto, claramente odiando a los guardias.

Mi mejor amiga y yo estábamos desesperadas, llorando, sin saber que hacer y sin posibles soluciones. Mi novio se fue, decidió arriesgar su entrada, y el dinero invertido en el concierto, para ir a buscar los celulares.

Regresó, se le notaba la decepción desde lejos y se sentía muy culpable de la situación. No quiso contarnos cómo le hizo para entrar de nuevo, pero, estábamos felices de verlo. En eso él recordó un detalle importante de lo que había sucedido, el señor borracho.

En el momento exacto que el señor borracho se nos acercó, nos percatamos que también llevaba una mochila abierta que estaba a su alcance. Cuando colocó su cabeza en nuestras caderas, estaba a la altura de las bolsas de mi novio y estuvo ahí por lo menos unos 7 segundos. Llegamos a la conclusión que el pudo haber sido el culpable de los celulares desaparecidos.



Yo me sentía vacía y muy triste en ese momento, una parte de mí se había desaparecido. Entramos al concierto, nos tomó a mí y a mi mejor amiga algunos momentos para recuperar las energías, de tan trágica noche que estábamos pasando. Me senté en la arena y pensé en que a veces por más cuidado que tengas, nada te avisa de que las cosas puedan salir mal.

Ozuna comenzó y yo solo podía pensar:

“¡Por culpa de este cabrón, ya no tengo celular!”.

Es interesante como todo tiene un efecto posterior a cuando ocurren los hechos. Lastimosamente ahora cada vez que escucho la música del tan esperado reggaetonero, me duele la cabeza y todos los malos recuerdos vuelven a mí.

Mi experiencia fue terrible y solo me dejó desconfianza hacia mis alrededores. Me robaron un pedazo de mi ese día y me quedó un pequeño trauma. Así que cada vez que una canción empieza y escuchó: “El negrito ojos claros…” se que es momento de guardar mi celular cual señora, en mi sostén.

 

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