
- Burbuja Pop
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Gladiador 2: un enfrentamiento vacío y sin alma
Entré al cine con una sensación parecida a la de un condenado a la arena: dudas, reservas y una pizca de esperanza. Gladiador 2, una secuela que nadie pidió, empezaba a desplegar sus créditos iniciales mientras intentaba ignorar las premoniciones de desastre, debido a que hasta eso parece hecho a la carrera. Además, la gente en la sala no ayudaba, y éramos pocos. Comentarios inoportunos y nada brillantes flotaban en el aire, recordándome por qué el cine en casa sigue siendo mi opción favorita. El Cinema Bistro de Fontabella era poco más que los cines Capitol, una fachada de lujo en decadencia. Y eso, tristemente, parecía ser el preludio perfecto para la película que estaba a punto de ver.
Si recordamos la primeraentrega, la cinta iniciaba con un sonido místico y los créditos que le daban contexto a la historia:
“En el apogeo de su poder, el imperio romano era inmenso, y se extendía desde los desiertos de África, hasta las fronteras al norte de Inglaterra. Más de un cuarto de la población del mundo vivía y moría bajo el reinado de los césares. En el invierno del año 180 D.C. estaba finalizando la campaña del emperador Marco Aurelio contra las tribus bárbaras de Germania. Solo un último frente se opone a la victoria romana y a la promesa de paz en todo el imperio”.
En el párrafo anterior hay más contexto que en toda la película de Gladiador 2, y ese es uno de sus fallos. En cambio, la primera escena de la nueva cinta buscó impactar con una opulencia plástica, una batalla naval que no terminaba de impactar. Da la sensación que metieron el guión en una AI con un promt del tipo “has una versión diferente a esta historia” y el resultado es esto. Asimismo, los encuentros en el el coliseo, resplandecientes en CGI que más parecía un videojuego que un monumento a la historia. Esa fue la tónica: exceso visual y carencia narrativa. Me pregunto si realmente es lo que quieren ver las nuevas generaciones.
Paul Mescal, como Lucius, intentaba llenar los zapatos de un héroe trágico, pero se tropezaba con diálogos sin alma y motivaciones tan débiles como un escudo de mimbre y su interpretación no era convincente la de un emperador al que le robaron el reino. Connie Nielsen repetía como Lucilla, pero su personaje traicionaba todo lo que la definió en la primera entrega. En la primera entrega sacrificó el imperio por su hijo, acá lo exilia sin remordimientos. Incluso Derek Jacobi, un actor de peso, fue relegado a un papel olvidable, un fantasma del político vibrante que fue en la película original.
Denzel Washington, sin embargo, destacaba como Macrimus. Su actuación fue un oasis en un desierto de banalidad. Con el poco material que le dieron, construyó un personaje casi creíble, un exgladiador curtido que hacía lo posible por no hundirse en la mediocridad general. Pero que sin duda recordaba a Proximo, del difunto Oliver Reed.
Las escenas de acción impresionantes no son tan abundantes, como si dos peleas espectaculares pudieran salvar una película. Tiburones en las aguas del Coliseo, gladiadores cabalgando rinocerontes: todo diseñado para impresionar, pero vacío de propósito. No eran momentos épicos; eran fuegos artificiales que deslumbraban por un segundo antes de disiparse en el aire.
Mientras veía cómo Gladiador 2 se convertía en una masacre fílmica, no podía evitar pensar en la grandeza de la primera película. Ridley Scott había logrado una historia universal que conectaba con cualquiera: la venganza de un hombre al que le arrebataron todo. Aquí, en cambio, la historia carecía de corazón y los diálogos eran un eco hueco de lo que alguna vez inspiró. Lo más triste es que los 24 años que separan esta película de la primera no sirvieron para nada. Scott no solo falló en superar su obra maestra, sino que comenzó a copiarse a sí mismo, una tendencia que parece estar convirtiéndose en una muleta recurrente en su cine.
La experiencia fue como ver a un aspirante a gladiador lanzado a la arena con armas letales pero sin la habilidad de usarlas. Una masacre, sí, pero esta vez no del oponente, sino del propio legado de la franquicia. Al final, Gladiador 2 es ideal para un espectador que busca ruido de fondo mientras lava platos, pero para quienes vivimos el cine, quienes entramos a la sala para sumergirnos en otra vida, esta película es una traición. Una oportunidad desperdiciada que, como un gladiador sin gloria, morirá rápidamente en el olvido.
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