- Ciudad Bizarra
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Venezuela, un país de despedidas
Siempre me he considerado alguien con mucha suerte. Las personas con las que he compartido mi vida son realmente muy buenas, como mis amigas del colegio. Así, uno de los dolores más grandes que he vivido fue despedirme de ellas y no saber el día en el que nos reencontraremos. Venezuela es un país de despedidas debido a su crisis por lo que muchos emigran a todo el mundo.
Ya era un hecho que al graduarme del bachillerato mi destino sería decirle adiós a varias personas que habían dejado una huella en mí. Agosto de 2017, mi primera despedida. Llegó el día que no quería, mis mejores amigas, las gemelas Astrid y Martina, partirían a Valencia, España.
Las morochas eran la mugre de mi uña. Cada día, después del colegio, íbamos a su casa a estudiar, ver videos, cocinar y broncearnos. Cuando salíamos de fiesta, dormíamos las tres en un cuarto: en pocas palabras, absolutamente todo lo hacíamos juntas. La noche antes de su partida, Ástrid y Martina fueron a mi casa para despedirse de mis padres y darme mi último abrazo. No podíamos creer que el día había llegado. Nos abrazábamos, llorábamos, reíamos y nos quedábamos en silencio. Cuando nos dimos cuenta que se hizo tarde y era realmente la hora de la despedida, empezamos a llorar como nunca. Ha sido una de las separaciones más dolorosas que he vivido y, aunque hablemos casi todos los días por mensajes de texto, añoramos esos días después de clases, en los que las preocupaciones eran mínimas y nos divertíamos excesivamente.
Casi 10 meses después, en julio de 2018, tuve que despedirme de mi mejor amiga Erika. Emigraba hacia los Estados Unidos. Fue un día muy emotivo ya que estuvimos juntas desde la mañana. Fuimos a almorzar a un restaurante mexicano y en la tarde, nos tomamos unas bebidas en el McCafé. Sabíamos que al llegar a su casa sería el momento de nuestra separación y Erika se fue a llorar al cuarto de sus padres. Yo estaba extremadamente triste de nuevo, sabía que volvería a pasar por una situación similar a la de las gemelas y empecé a llorar desconsoladamente. Los padres de Erika me abrazaron, su mamá no pudo contener el llanto y, en la mente de todos, solo retumbaba un pensamiento “¡maldita sea la situación de Venezuela!”.
Un mes después, en agosto de 2018, me debía despedir de mi otra mejor amiga Marisela. Al día siguiente era mi vuelo hacia mi nuevo hogar: Guatemala. Mientras que ella, permanecería en Venezuela hasta que se graduara de la universidad. “Sela” era muy importante para mí. Siempre íbamos a la playa con su familia, comíamos juntas e incluso ¡la acompañaba a bañar a su perra Mila!
Decidimos ir a comer a un restaurante nuevo de hamburguesas gigantes -estaban deliciosas- y luego compramos cervezas para ir a un mirador, queríamos tomarnos muchas fotos de recuerdo. Al final del día, me llevó a casa y como se estaba haciendo muy tarde, “Sela” tenía que irse a la suya. Comenzamos a llorar en el parqueo, no lo podíamos creer. No me quería despedir, tampoco me quería ir de Venezuela, tenía muchas emociones dentro de mí en ese momento. Mi mejor amiga se fue llorando y yo subí a mi habitación a sollozar en mi cama. No podía creer nada de lo que estaba pasando. No sabía -y no sé- cuándo volveré a reencontrarme con a mis mejores amigas, las personas que me ayudaron a crecer, me alentaron y me apoyaron en momentos difíciles.
Venezuela es un país de despedidas que ha separado a seres queridos, amistades y amores. Nos obliga a dejar a las personas que amamos para encontrar un futuro mejor, pero siempre con vacíos en el corazón que nunca se podrán llenar.