Edwin Inmorales

Neto Bran contra Tres Kiebres, y el génesis de los últimos días

Por necio que parezca el juicio, todos lo supieron desde un principio - y a la vez lo ignoraban felizmente- pero aquel infame evento, del ya lejano 2020, marcó el trágico fin de una civilización, fallida, pero civilización al fin.

Décadas de abusos y ultrajes por parte del Estado y los gobiernos que lo moldearon para su propio beneficio, y la desgracia, miseria y muerte de los demás, generaron, por diseño, un tipo de estado de negación en los habitantes.

Esto no es decir que ignoraban a su violador, el gran falo democrático que les fisuraba la dignidad cada cuatro años, no, sino que enfocaban sus energías en problemas superfluos y argumentos inútiles, así se desentendían de esa incomoda intuición de la verdad, del horrendo discernimiento de que estos malvados, malditos, inhumanos, crueles, desalmados asesinos, rateros gobernantes -contrario a lo que gustaría creer a un ciudadano, contribuyente responsable y respetuoso- no surgen de entre la mierda. No nacen de las cloacas. No son enviados desde el inframundo por Satanás a través de las fisuras de la falla de San Andrés para violar, robar y matar desde todos los curules, tronos y rincones del Estado. No.

La aterradora verdad que guardaban en la esquina más obscura de sus mentes, era que estos mequetrefes, sabandijas malditas, vienen de hogares guatemaltecos. Vienen de familias guatemaltecas. Proceden de colegios, escuelas y universidades guatemaltecas. Son sus hermanos, hermanas, madres, padres, hijos e hijas, son lo que estas fértiles tierras pueden ofrecer al mundo. Eso es lo que producen los vientres guatemaltecos para los guatemaltecos y guatemaltecas. No hay más. ¿Y si no poder confiar de sí mismos, aquella formanecia de vivir, de encausar sus vidas?, no hay más, es insostenible.

Para el principio de aquel fatídico año, el fracasado Estado mudó de Gobierno, pero un espeso ambiente de autocompasión y una mezcla de odio y desdén, sumió las calles en una obscuridad peligrosa que opacó el intento de las autoridades de montar un gran espectáculo. Para el inconsciente colectivo, toda esa cuestión era tan trascendente como revolver caca con un palito.

De esos hogares guatemaltecos, Ernesto Bran, un megalómano narcisista con serias frustraciones psico-sexo-pasionales, alcalde municipal electo democráticamente, con la mala costumbre de poner toda la maquinaria edil a trabajar para la autopromoción de su grotesca imagen hipersexualizada, aprovechaba cualquier oportunidad para estampar todo lo sagrado con sus sugestivas fotografías, antes de resolver problemas serios, como la distribución de los servicios básicos en su municipio. Por supuesto, un ególatra es incapaz de sentir empatía, dato que debieron tomar en cuenta antes de reelegirlo los votantes, pero que quedó demostrado cuando aceptó un reto a una pelea de box. El enfrentamiento lo lanzó al ring Tres Quiebres, de Ipala, otro flamante representante edil con tendencias sociópatas y demás cualidades nefastas, posiblemente a causa de la endogamia.

Coincidentemente, fueron las extravagancias de Bran las que dieron pie a la escasez de agua y desordenamiento vial, lo que provocaría la epidemia de hemorroides infectadas que acabaría con la mitad de la población de Mixco.

Aquel evento, que no era más que una grotesca exhibición de vanidad, por un lado, y lo que podría interpretarse como un síntoma de la fijación anal, por otro, sería el precursor de un nuevo modelo de negociación política que resultaría desastroso, pero sumamente popular.

Aquella pelea no fue en nada espectacular, sin embargo, una gota de sangre tras un golpe mal calculado, provocó tal euforia de la ciudadanía que, durante meses, no se habló de otra cosa en plazas, parques y redes sociales del país. El mismo Neto Bran fue el primero en intentar aprovechar la popularidad de la pelea con un evento donde él sería el centro de atención, eso pensaba cuando se lanzó a la jaula de los leones del Zoológico La Aurora. Vestía un disfraz de gladiador con un escote hermoso, armado con escudo y espada. Cerca de 20 mil espectadores vieron el momento en que las fieras le arrancaban los intestinos al cuerpo, ya inanimado, de aquel Narciso de limitadas capacidades cognitivas.

Otros siguieron su ejemplo, aunque no fueron tan arrebatados y aprovecharon la formula original, para intentar amedrentar a sus rivales políticos, surgieron miles de encuentros, enardecidas y sangrientas peleas sucedieron, cada una más violenta que la anterior, y todas, ante multitudes cada vez más grandes.

Canal 3 compró los derechos de trasmisión de los encuentros del recién formado Ministerio de Pugnas Politico-Púgilistas (Mipopu).

Los retos dejaron de ser suficientes y el ambiente en las calles se volvió insostenible. En todos los barrios brotaban disturbios que exigían sangre. Hubo tanta destrucción y muerte en todo el país que, finalmente, se anunció la fusión del Mipopu con el Tribunal Supremo Electoral. El fin era modernizar el proceso electoral, por tanto, se encerraron en jaulas a candidatos y candidatas, para que las próximas autoridades fuesen seleccionadas, por medio de una pelea salvaje en la que la última persona en pie, sería nombrada en el puesto.

Por otro lado, el éxito comercial de las trasmisiones y sus espacios publicitarios hicieron lobby para que, paralelo a las peleas, se montaran espectáculos para ejecutar a los perdedores. La propuesta fue tan recibida por el público, que no solo se redujo el periodo de Gobierno a dos años, también se empezaron a incluir a todo tipo de autoridades en el proceso, incluyendo ministros, policías y algunos puestos administrativos.

Se montó una impresionante guillotina en Paseo Cayalá. Las cabezas de los ejecutados rodaban por las gradas del Gran Salón Azaria, en vivo también pero por canal 7, salpicando a las eufóricas señoras presentes y a sus perritos con suéter.

Eventualmente, después de un lustro de ejecuciones sangrientas, ante la creciente insatisfacción de las masas, se decidió que, en honor al fundador, Ernest Bran, los ganadores debían terminar de demostrar su valía, todos ellos disfrazados de gladiadores, luchando contra tres leones hambrientos.

Finalmente, sin más autoridades vivas o por elegir, el método se aplicó a cocodes y presidentes de condominio, esto se replicó hasta que no quedó nadie a quien nombrar y nada que administrar. Los últimos ciudadanos decidieron el orden de sus muertes aplicando la formula del zapatito cochinito.

 

 

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