Micrófonos abiertos

En Sónica, en resumidas cuentas, se habla de Derechos Humanos, educación sexual, memoria histórica, de los problemas que enfrentan la juventud.

Me recibió un grupo de niñas y niños. Estaban distribuidos en cuatro mesas de trabajo, de madera y fórmica verde. Era la primera vez que conocía la periferia del basurero de la zona 3, de la Ciudad de Guatemala. Estaba cursando el primer año de Ciencias de la Comunicación, en la Universidad Rafael Landívar, gracias a una beca que me había otorgado la institución al inicio del 2008.

Mi función esa tarde era resolver las dudas de las áreas de lenguaje, estudios sociales y ciencias naturales. Otro compañero, estudiante de ingeniería, se encargaría de las materias numéricas. Ambos formábamos parte del programa de voluntariado que promovía la pastoral de la universidad. Nuestro objetivo era apoyar a las religiosas y laicas que acompañan por las tardes a las hijas e hijos de las personas que trabaja en el interior del basurero.

Los chicos más grandes me miraron, sonrieron con timidez, pero no me preguntaron nada. Una de las maestras me animó a ir de mesa en mesa. Así que caminé y me incorporé a un grupo que estaba pintando. Me recibieron con entusiasmo y me ofrecieron una hoja para colorear. Los más pequeños me habían ayudado a romper el hielo, por fortuna.

Tengo muy presente los rostros que me acompañaron en esas tardes. Siempre alegres a pesar del cansancio, del calor que hacía en el salón comunal donde nos reuníamos y de los pocos recursos que había para hacer las tareas escolares.

Hoy los traigo a mi memoria porque esa fue la experiencia que hizo de la educación una parte fundamental de mi vida. Con esa realidad en mente quiero reflexionar sobre un mensaje que escuché en la radio hace unas semanas. Además, el discurso al que haré referencia me servirá de punto de partida para valorar el trabajo que está haciendo una institución que admiro.

El anuncio comenzó citando el último censo poblacional. Las versiones que analicé hacían énfasis en la falta de servicio eléctrico y en las paupérrimas condiciones de las instituciones educativas públicas. Dos fenómenos que se extienden por las zonas rurales del país, explicaba el audio.

Hasta allí todo bien. La gente no tiene energía eléctrica en sus casas, pero compra baterías para escuchar la radio. Las niñas y niños no tienen escuelas para estudiar dignamente, pero escuchan la radio. Por ello, no cabe duda, que la radio es el medio idóneo para vender. Concluía la cuña.

Tardé varios días en digerir este guion, evidentemente redactado a luz de la visión mercantilista de la comunicación y el periodismo, que se sirve de la realidad de Guatemala para vender. Vender lo que haga falta.

Afortunadamente, en el espectro radial que tenemos a mano, hay opciones que me hacen recuperar la esperanza. Me refiero, a Radio Sónica y al Instituto Guatemalteco de Educación Radiofónica (IGER), dos proyectos que forman parte de la Asociación de Servicios Educativos y Culturales (ASEC).

Si tienen la oportunidad de sintonizar el 106.9, van escuchar El Maestro en Casa, por la tarde y tres creativos programas que se transmiten durante la primera mitad del día.

En Sónica, en resumidas cuentas, se habla de Derechos Humanos, educación sexual, memoria histórica, de los problemas que enfrenta la juventud, como el desempleo, la discriminación, el acoso y el difícil acceso a la educación. Además, se da espacio a los artistas nacionales y se difunde su trabajo. El medio también promueve el diálogo, la equidad de género, la justicia y el pensamiento crítico como mecanismo para analizar las problemáticas relativas a la pobreza, las diversas formas de violencia con las que convivimos, etc.

Parte de su equipo se traslada cada semana, con una cabina móvil, a diferentes instituciones educativas, como Fe y Alegría, que están ubicadas en sectores periféricos, en comunidades que viven en condiciones de vulnerabilidad. Una vez en el lugar, realizan varias actividades para dar voz a niñas, niños y adolescentes.

Las dinámicas que llevan a cabo en estas visitas están diseñadas desde la lógica de la Alfabetización Mediática e Informacional y dejan a los participantes herramientas y materiales útiles para leer con criticidad el acontecer nacional y el mundo virtual de los teléfonos móviles. Son jóvenes, profesionales, haciendo comunicación para el desarrollo, produciendo radio para otros jóvenes que sueñan a pesar de la adversa realidad que los rodea.

Sus micrófonos están siempre abiertos para dialogar, para proponer, para desarrollar la creatividad. Su determinación y organización están dejando huella. Hoy son un referente de ética, trabajo en equipo y de comunicación al servicio de la juventud. No es una postura impostada. Su labor es coherente con su forma de pensar. Por ello su compromiso y capacidad deben ser valorados.

Mi deseo, ahora que terminamos el primer mes de 2020, es que los proyectos de ASEC crezcan y sigan llegando a quienes lo necesitan. En definitiva, cualquiera puede estar frente a un micrófono, valiéndose de narrativas clasistas, machistas y racistas. Pero hace falta capacidad, formación, conciencia social y coherencia de vida, para ponerse del lado de la educación y los Derechos Humanos. Vender no lo es todo.

La ruta que concibe a la comunicación como servicio a la sociedad es viable y sostenible, pero se necesitan más personas dispuestas a acompañar a los sectores menos favorecidos. No desde la lógica paternalista. En todo caso desde una metodología que permita construir en conjunto. A eso están invitados las y los estudiantes de comunicación y periodismo.

Luis Pedro Paz
@luispedro_paz

Última modificación Lunes, 03 Febrero 2020 19:53
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