Esto que mal llamamos país

Permítanme unas palabras para desahogarme.

Iba a quejarme de las dos horas que pasé en el tránsito por la balacera que se dio frente a Pamplona hoy por la mañana. Pero en un semáforo vi a un niño de unos 5 años, pidiendo dinero. Alguien, dos carros adelante, bajó la ventana y le ofreció algo de comer. El niño lo recibió e inmediatamente fue a sentarse a la banqueta, destapó la bandeja y comenzó a comer.

Eso pasa en la “ciudad del futuro”, un par de muertos; niñas y niños mendigando en las calles, mujeres violentadas sexualmente, porque aquí no se respeta la vida, porque la niñez y las mujeres, para muchos, son un cosa que se usa y descarta.

Poca cosa, si lo comparamos con lo que sucede en otros lugares de Guatemala, con eso que no vemos, con lo que no suele decirse en estas redes. Pero aquí estamos celebrando el Día de Acción de Gracias, pensando en los regalos de Navidad o en lo que vamos a comprar por el Viernes Negro. Alegando por el tránsito y por las cosas que comienzan a incomodar nuestra estancia en la burbuja de privilegios que tenemos. Un entorno que hemos construido con nuestro esfuerzo y con el de nuestros padres. Claro está. Pero a fin de cuentas, privilegios. Porque lo que tenemos, no lo tienen todos. Aún que todos tenemos derecho a lo mismo. Me refiero a la dignidad, a un proyecto de vida, a servicios básicos. Es decir seguridad, salud, educación, vivienda, trabajo, etc. Pero es claro que esos derechos fundamentales, en esto que mal llamamos país, son privilegios que se pagan con sangre, con años de vida que perdemos, con nuestra salud física y mental.

De regalo de Navidad me gustaría ver otras manifestaciones como las del 2015. Pacíficas pero imparables. Pero de nada sirve añorar un fragmento del pasado, si no conocemos nuestra Historia completa, si no aprendemos de ella, si no construimos juntos futuro. Futuro digno, para todas y todos.