¿Las mujeres todavía quieren ser princesas?

La coronación de Camilla Parker-Bowles viene a replantearte la teoría.

De todos los estereotipos que nos han enseñado a las mujeres, hay uno que me molesta de sobremanera: la princesa. Y no, yo no creo que sea culpa Disney y sus personajes exitosos, sino de la gente que nos dijo que nuestra tarea era ser lindas y sonreír mientras esperábamos por nuestro príncipe azul.

Hace unos días, Camilla Parker-Bowles, otrora la mujer más odiada del mundo, fue coronada como reina de Inglaterra. Si no están familiarizados con la realeza europea, hagan de cuenta que es como si al final de Blancanieves o Cenicienta, las madrastras de ambas protagonistas se quedaran no solo con el príncipe, también con el reino.

Después de la ceremonia, lo que más abundó fueron los memes del tipo: “A todas las amantes del mundo vengo a decirles que no se rindan”, junto a la imagen de una Camilla coronada. Fuera del chiste, el cuento es más complejo.

Claro que todos amamos a Lady Diana y sabemos que fue la más afectada en esta historia, pero Camilla también fue un poco víctima de las circunstancias y de las tradiciones rancias. ¿Se imaginan que hubieran dejado a los amantes casarse desde el principio?, o que si tanto necesitaban herederos hicieran acuerdo con una mujer que supiera todo desde el principio en lugar de engañarla. Mi propuesta suena inmoral, lo sé, pero lo es más venderle una falsa historia de amor a 750 millones de televidentes.

El concepto de princesa, tal cual nos lo han enseñado, se refiere a aquellas mujeres dóciles, tiernas, obedientes y vírgenes, cuya vida propia se acaba al momento de pasar por el altar. Por supuesto, esto también nos lleva a buscar el amor romántico y a esperar por el hombre “perfecto” que nos complemente. No me refiero a que bajes tus estándares o a que te conformes, sino simplemente a que pongas los pies sobre la tierra.

En todo caso, Lady Di se comportó cual princesa todo el tiempo que pudo, pero, ni con eso, su príncipe pudo corresponderle. Al final de cuentas, a nuestra protagonista le pudo más su naturaleza de carne y hueso y, quiero creer, que aunque sea por un tiempo tuvo páginas felices en su cuento.

Ese rol de princesa sumisa se quedó guardado en el mismo sótano que la rueca de la Bella Durmiente. A la nueva reina de Inglaterra le gusta mojarse bajo la lluvia, cuidar su jardín y tomarse un gin tonic al final de cada día. Qué escándalo, ¿no?

Otras mujeres que en este mundo moderno aún ostentan títulos de princesas o reinas fueron a la universidad, son administradoras, matemáticas, abogadas o historiadoras de arte; lo que significa que no se quedaron desmayadas en el bosque esperando por el beso salvador.

Al final, solo nosotras podemos salvarnos.

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