Pamela Pérez Castillo

Hechos que me pasaron que no sé cómo explicar

Mi mamá no me prestó atención, cuando le dije que me sentía rara.

Era viernes por la noche, de aquellos días fríos de 2014. El día terminaba tranquilo y sin mayor cosa qué hacer o contar. Esa noche yo me sentía un poco incomoda. Sentía angustia con una mezcla de estrés y tristeza. Como era costumbre, esa noche de viernes iríamos a cenar con mis abuelos.

Mi mamá no me prestó atención, cuando le dije que me sentía rara.

Solo me dio un té, sin preguntar tanto. Estando en la cena me sentía aún más incómoda, con muchas ganas de llorar y de que mi mamá me abrazara con fuerza. Terminó la cena y nos regresamos a casa.

Por todo lo que estaba sintiendo, decidí preguntarle a mi mamá si podía dormir con ella esa noche, a lo cual no se negó. Hice mi rutina normal antes de dormir. Trataba de obligarme a pensar en otras cosas, para distraer mi mente, sin embargo, no podía. Vimos una película con mi mamá y me quedé dormida.

A las dos de la madrugada del sábado, abro los ojos y siento un dolor de cabeza muy fuerte y un dolor en los brazos, no podía abrir los ojos del dolor tan intenso. Moví a mi mamá para despertarla y ella asustada me destapó, pesando que algún insecto me había picado. Se dio la sorpresa qué tenía moretones en los dedos de mis mano y en los brazos. Le dije que sentía que algo malo estaba pasando, que no era normal sentirme así.

Mi mamá solo me veía a los ojos y me decía que todo iba a estar bien. Me puso compresas frías en los brazos. En el momento que las colocó le agarré con fuerza el brazo y le dije que ya no aguantaba el dolor en las venas, que necesitaba pasárselo a ella porque no podría con tanto. Me acariciaba la cabeza y me decía que todo iba a estar bien. Constantemente lo repitió hasta que dieron las 4 de la madrugada, al fin conseguí dormir y que el dolor se hacía menos insoportable.

A las 9 de la mañana, mi mamá me despertó, me destapó para ver los moretones (los cuales ya no estaban) y me preguntó que cómo me sentía. Yo solo le dije normal. Me preguntó si me seguían doliendo los brazos y la cabeza. Yo confundida le dije que no, que por qué me preguntaba eso a lo que respondió que eso le había dicho en la madrugada.

Yo no recordaba ese momento.

Mi mamá tenía que ir a la casa de mis abuelos, porque le llamaron de urgencia. Llegando le dan la noticia que uno de sus primos había muerto. Llevaba un día de desaparecido, pero no le habían dicho aún a nuestra familia. Mi mamá preguntó cómo había muerto, le dijeron que murió alrededor de las 2 y 4 de la madrugada de ese sábado.

Murió desangrado. Lo habían torturado todo ese tiempo, le quitaron los dedos, lo golpearon en la cabeza. También tenía heridas y quemaduras en los brazos.

Mi mamá escuchó eso y tambaleó. Todo lo que sentí en la madrugada, fue porque él lo sentía. Es algo que aún no se explica mi mamá, porque yo no conocía su primo. Él vivía en otro país. No me explico cómo yo llegué a sentir un poco de lo que estaba pasando, cómo pudo pasarme esto.

 

Entre la historia, surgió la decisión

Era 2018, me encontraba en el colegio, en clase de Ciencias Sociales. Estaba concentrada en aprenderme la historia de Guatemala. Mi maestra estaba en lo mejor de la clase ya que ella las hacía emocionantes y las daba con pasión. Se encontraba recostada sobre el escritorio, como siempre lo hacía. De repente, empecé a ver una luz verde que la rodeaba, restregué mis ojos y observé con detenimiento, porque no creía lo que estaba viendo.

Sentí mucha necesidad de decirle lo que estaba viendo y sintiendo. Tres minutos después o algo así, de ver esa luz intensa, me levanté del escritorio y caminé hacia ella. Le dije que veía una luz verde muy fuerte y que esa luz la percibía como un cambio en su vida. Que se atreviera a dar ese paso que no había dado durante años. La clase estuvo en un silencio rotundo con un ambiente cálido. Mi maestra, no salía del asombro y no pudo articular una sola palabra.

Días después me buscó para hablar del tema. Me confesó que había querido hacer un cambio fuerte en su vida, pero era tan grande que al final la podía perjudicar. Mencionó que ese día ese pensamiento estaba presente y eso mismo impedía que diera la clase tranquila. Mi maestra me agradeció por compartir lo que yo vi y percibí en ese momento. No le había contado a nadie sobre esa decisión. Era la primera vez que hablaba sobre el tema. Me comentó que fui ese impulso que ella necesitaba para tomar finalmente la decisión.

 

2015 se despidió de una manera poco común y agradable

31 de diciembre de 2015. Una noche que acostumbramos a visitar a la familia paterna y luego pasar la medianoche con mi familia materna. Antes de irnos con la familia de mi mamá, pasamos a nuestra casa a recoger la comida que llevaríamos y un par de abrigos más. Era una noche fría. Llegamos y al entrar a nuestra casa, me dirigí hacia mi habitación. Al entrar a mi cuarto inmediatamente sentí una sensación bastante fría. Era indescriptible. No era común para un cuarto encerrado y pequeño. Provocó pesadez, escalofríos y ganas de llorar.

En ese momento le grité a mi mamá que llegara a mi habitación, con una voz quebrada y asustada. Recuerdo que di un par de pasos y me caí, justo en el momento que llegó ella y mis dos hermanos, asustados porque no sabían que me había pasado. Al entrar inmediatamente, sabían que algo sobrenatural, estaba sucediendo… algo que ya habíamos pasado antes, todos pasaron por la misma sensación que yo. Uno de mis hermanos dijo:

Tengo ganas de llorar, siento algo muy fuerte”.

Mi mamá sintió escalofríos y mi otro hermano, incrédulo se sintió pesado.

Minutos después, yo ya sabía qué debía hacer, no era la primera vez que me sucedía. Sabía que era un alma que solo pedía ayuda, eso me trasmitía. Le dije a mi familia que me acompañaran orando. Por toda la casa pedíamos porque encontrara la paz esa alma perdida. Terminamos y ya quedó todo tranquilo, tratamos de no pensar ni hablar de lo sucedido.

Pasaron las horas y la fiesta iba transcurriendo de lo mejor, compartiendo en familia. Eran las cuatro de la mañana del 1 de enero del 2016, todos bien enfiestados y alegres. De pronto una llamada le llega a mi mamá, era uno de mis primos comunicándole que su hermana había fallecido. En ese momento mi mamá lo dijo y todos nos quedamos en silencio. Entonces comprendí qué alguno de mis ancestros, ya fallecidos, quería comunicarme que alguien estaba a punto de morir. Yo en el momento que todas esas sensaciones se representaron, no quise entenderlas o tratar de averiguar el por qué.

 

¿Qué no te dejaba descansar?

Una tarde de 2011, una tarde normal de viernes. Yo hacía tarea, mi mamá cocinaba pasteles y mi hermano Pepe, en su cuarto encerrado. Mi escritorio se encontraba enfrente de una ventana grande que daba hacía el jardín. Estaba concentrada. De repente veo a un hombre parado a la par de un limonar. No le presté atención, pensando que era algún trabajador de mi mamá. Seguí con mi tarea y sentí que alguien me estaba viendo y me di cuenta de que ese mismo hombre me veía a los ojos, una mirada triste y desamparada.

Corrí con mi mamá y le dije “Hay un hombre en el jardín” luego mi mamá me llevó al jardín a que le enseñara a esa persona. Mi mamá sabía de qué se trataba. No era la primera vez que me pasaba, ella no vio a nadie, pero veía como las hojas del árbol de limón se movían de una forma diferente a las de los otros árboles. Me dijo que lo describiera y cuál era la sensación que me daba. Le expliqué que era un hombre bajito, que usaba anteojos, que vestía un pantalón de tela, con un semblante triste y apagado. El hombre solo pedía mi ayuda. Yo era una niña de 12 años a la que le aterraba pensar que alguien que se encontraba muerto quería mi ayuda.

Yo le pedí a mi mamá que me acompañara a una oración por toda la casa, para que el pudiera irse, porque no era una persona que fuera agradable para mí. Al rato se comunicaron con mi mamá, le informaron que a una persona muy influyente en Huehuetenango la habían matado, entonces mi mamá entendió que fue a esa persona a la que yo vi.

 

Sin paz por responsable

Mi abuelo murió en 2009. Un año después de que mi papá falleció. Mi abuelo era alguien muy apegado a nosotros. Cuando murió fue una pérdida muy grande y dolorosa para mí. Días después de su muerte me desperté a las 2 de la madrugada, sentí y vi que alguien estaba sentado en los pies de mi cama, sabía que era él.

Su presencia era fuerte y muy linda, le dije que lo extrañaba mucho y qué debía de descansar. No sé cómo explicarlo, pero me dio a entender que el se sentía muy responsable de nosotros, ya que un año antes había muerto mi papá y su muerte nos ocasionó muchos problemas. Fue una de las mejores experiencias paranormales que he tenido. Vi y sentí a mi abuelo una vez más, me dio a entender que él estaba cuidándome y que siempre iba a estar conmigo, aún más que mi papá.

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