- La ciudad de la luna
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Las mujeres en las calles
Hablar de la violación al cuerpo de las mujeres es un desencuentro emocional muy fuerte, sobre todo para nosotras.
La indignación de los hombres, ante las mujeres en las calles, surge de su molestia de verlas fuera de los sitios y de roles que en pleno nuevo milenio siguen instalados en su pensamiento, no es solo el baile, ni “Latesis” es verlas fuera de casa, no voy a usar el término “empoderadas” sino el de la valentía de posicionarse en rebeldía y en resistencia, ante la violencia sexual, ligada exclusivamente al coito forzado.
La violencia sexual, no es solo un acto sexual forzado que implique golpes o alcohol. Violentar el cuerpo de una mujer empieza desde un NO, en mi historia hay un trágico episodio, a los 24 años decidí iniciar mi vida sexual al lado de alguien con quien había compartido por dos años y quien estaba al tanto del contexto, muy alejados del mito romántico de la primera vez y consumida por la ansiedad, fue complicado “consumar el acto” por lo que le pedí que se detuviera a lo que él hizo caso omiso, el preservativo se había roto y mi clítoris estaba muy lastimado.
Jamás me había sentido tan aterrada, la penetración no fue posible, yo temblaba de miedo a pesar del sentimiento. La doctora recetó la píldora del día siguiente, porque a pesar de que el himen no estaba “roto”, existía el riesgo de un embarazo, no puedo olvidar las consignas de un 30 de junio mientras yo volvía de la farmacia, no pasó una semana para que la menstruación se adelantara a punto de desangrarme, hasta la fecha conservó una memoria de dolor que he tenido que desaprender, me fue muy difícil asumir que había sido violada y no digamos liberarme de toda la culpa, tiempo después lo volví a ver y tomado de mi muñeca derecha durante dos horas, forzándome a ir con él, ni la policía, ni la gente alrededor hizo algo por ayudarme.
Hablar de la violación al cuerpo de las mujeres es un desencuentro emocional muy fuerte, sobre todo para nosotras. Está ligado a todas las violaciones que vivieron nuestras ancestras por los españoles durante la invasión, a las violaciones que vivieron nuestras desparecidas y nuestras guerrilleras durante los años del Conflicto Armado Interno, nuestras amigas, nuestras madres, nuestras niñas, nuestras hermanas diversas, nuestras vecinas, nuestras estudiantes, todas las mujeres que nos rodean y muy probablemente una también.
El mensaje es claro: “Señora, vuelva a su casa” no es solo el patrón de crianza machista, es el régimen heteropatriarcal en el que vivimos, dominado por hombres el que intenta someternos una y otra vez, por eso opino que deberíamos bailar cada fin de semana como las diosas, entre nosotras. Recuerdo la época de los festivales para mujeres, mi mayor alegría era ver mujeres lejos de casa, conviviendo entre nosotras, volvíamos tarde a casa, sin toque de queda a escribir, a pintar, a cantar, muy lejos del otro y muy nuestras, sin embargo es la misma inquietud que me mueve aún, ¿Dónde están? Doña Juana o Doña Tancho, y lo escribo con los ojos llovidos, porque también quisiera que estuvieran entre nosotras y desearía que las mamás de mis compañeras estuvieran junto a la mía y a mis tías, despertando de un letargo de pesadillas y no solo dejando el delantal y el rol de madre soltera, o en una marcha sino inventando con nosotras un nuevo sueño, con nosotras las que pintamos paredes, las que nos quitamos la ropa para escribirnos en la piel una consigna y las que nos atrevemos a señalar al violador, luego de silencios milenarios.