Polvos gratis para todos
© Felix Renaud

Polvos gratis para todos

Comenzaré presentándome. Me dicen El Atascado y supongo que es suficiente oír mi apodo para saber que en esta vida me he atascado con toda clase de sustancias: alucinógenas, barbitúricas, estimulantes y alcohólicas. Por una extraña razón, a pesar de consumir drogas durante treinta años y sin esconderme, jamás he caído al bote.

En ese trayecto he conocido a mucha gente con historias que pueden hacer reír pero también ponernos los pelos de punta. Esta es una de esas historias, tal como me la narró un testigo de los hechos, a quien llamaremos Choqui.

Según recuerda, cuando lo encontró colgado, el cuerpo del Pijije se balanceaba como un costal vacío. Su movimiento pendular tenía algo de sonoro, como el riquirraque que se oye en las películas cuando sale un ahorcado, aunque en realidad todo estaba en silencio. Amanecía en esa llamada granja de rehabilitación que es más acertado nombrar como una ciudad sin ley. Un país dentro de otro país, donde los presos gobiernan con sus propias normativas.

Como afuera, ahí todo es posible con dinero y la vida puede ser infernal si este falta. No era el caso del Pijije, que en la calle tenía varios negocios honrados. Por cuarenta mil billetes logró hacerse de un apartamento y un rancho. Su mujer, la Loren, lo llegaba a visitar los viernes y se retiraba los lunes temprano o domingos en la noche. Para los que manejan lana, adentro no existen restricciones ni horarios de visita, aunque a la granja se le cataloga como “penal de máxima seguridad”.

“¿A quién se le compran esas propiedades que usan los presos mientras dure su condena?”, le pregunto al Choqui con asombro. “Pues ni modo que a los guardias penitenciarios. A los paisas o a las maras, depende quién tenga el control en el penal. En cada uno manda un grupo”, me dice mientras apaga la bachita de mota que nos estamos fumando.

Para el ciudadano “común y silvestre” puede parecer fantasía que un preso o, como dicen ahora, un “privado de libertad”, pueda adquirir propiedades y montar negocios que atenderán sus familiares, a quienes de esta manera ven todos los días entre lunes y viernes. O que reciban a la mujer y hasta a los hijos durante dos o tres días. Pero es real.

“Con dinero todo se puede, ahí adentro y afuera”, repite mi cuate el Choqui, mientras encendemos otro purito para seguir con la conversación. “La Loren si algo tenía era buen culo. Un culazo. Y bastante calentona, le gustaba gustar. El Pijije no había sido delincuente organizado, estaba en el bote por otra clase de delito, creo que asesinó por celos. Pero al entrar, te alineás o te alineás. No podés ser neutral. Si querés vivir como la gente, hasta mejor que afuera, tenés que ponerte buzo y darle las fichas a los que mandan adentro. El Pijije no necesitó vender drogas ni hacer llamadas de extorsión a la calle para ganar dinero. Tenía sus fichas el hombre”.

Pijije, el ahorcado, tampoco era drogadicto y ni siquiera tomaba alcohol. Devoto cristiano evangélico, asistía a todos los cultos que se realizaban en la iglesia del penal y se mantenía leyendo su Biblia. Tampoco era predicador. Era un hombre que hacía ejercicio y pensaba pasar el resto de sus diez años de condena en una existencia bastante cómoda, mientras la esposa atendía sus negocios (una cadena de pacas) en la calle.

Entre las muchas historias bizarras del sistema carcelario, la que puede parecer más increíble son las visitas que edecanes, no solo preciosas sino vestidas totalmente de marca y a la moda, realizan a los capos que están recluidos, especialmente a los narcos. “Hasta mandan a traer presentadoras de televisión y algunas pasan varios días ahí adentro en tremendas parrandas. Es igual que en las narconovelas, pero a la tortrix”, ríe Choqui.

Y una de esas visitas fue la que desencadenó el drama. “Primero se le paga a las autoridades del penal. Las nenas entran como parte de la visita. Llevan listos los nombres de los reos a los que supuestamente visitarán, entran dos o tres por cada reo”, dice Choqui, quien agrega que después de la visita, las nenas se quedan adentro y salen cuando sus anfitriones lo deciden.

“La que le gustó al Pijije era tan linda que ni parecía de verdad. Él le ofreció mucho dinero al capo de ahí adentro, no diré el apodo porque no quiero meterme en broncas. Y como la oferta no era de rechazarse, le mandaron a la nena por dos días. El viernes entraba la Loren a pasar el fin de semana con el marido y se les hizo tarde o se emocionó mucho el compadre. Lo cierto es que ella entró al apartamento que su marido había comprado para pasar su condena y se los encontró como debe ser. El Pijije buceando entre las piernas de la putía que no se si era argentina, chilena o tica y ella gimiendo y gritando del placer”.

La Loren era una guerrera. No dijo nada pero se fue al rancho del marido, que estaba como a dos cuadras del apartamento, y rápido ejecutó su venganza. Se paró en la puerta, se abrió la blusa y anunció: “Polvos gratis para todos”.

“Inmediatamente se formó la fila. Yo no quise probar porque no me gusta comer del mismo plato con nadie. Pero vi la fila. No sé cuántos pasaron por ahí”, apaga el churro Choqui.

“El fin de semana fue bastante silencio", según recuerda. "El Pijije parecía no darse cuenta de que su mujer se había convertido en la puta del penal. Ella le cocinó todo lo que más le gustaba, él estuvo de lo más tranquilo, tomaron sus chelitas de siempre. Parecía como si nada hubiera pasado. El domingo ella se fue temprano para su casa y entonces, el Pijije se encerró sin decir nada”.

“El lunes al amanecer lo fui a buscar. Yo sí tenía que trabajar adentro, pero no en esas mamadas de agricultura ni hacer hamacas, menos la serigrafía. Con esas mierdas ni se gana. Yo vendía mota y todo lo que querrás, entonces, me di una vuelta para ver si el Piji quería un su guatío. Yo lo encontré balanceándose, como un costal vacío. No me fijé si la tenía parada, como dicen que les pasa a los ahorcados. Solo me di cuenta de que había un mal olor en todo el cuarto, eso que tenía aire acondicionado, y que el cerote tenía una gran sonrisota. Saber si recordando los polvos celestiales que se debe haber echado con la argentina, colombiana o tica, o si burlándose de la Loren, que pasó por docenas de paisas y cholos para vengarse de su canita al aire”.

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